PAGINAS SUELTAS DE UN MAESTRO.
Por el Mag. Gerardo Franco Sánchez Narváez.
Tenía la ilusión de conocer el paraíso exótico del Putumayo y llegó ese día. Tardé tres días para llegar a Leguízamo viajando aguas abajo por el río Putumayo como pasajero de un bote comercial fuera de borda, que subía y descargaba pasajeros en Piñuña negro, Piñuña blanco, Peña colorada, Puerto Ospina y donde se le presentaba la oportunidad.
Ya en la acogedora ciudad de Leguízamo y al interior del Colegio Nacional José Ma. Hernández, nombre del héroe de la guerra con el Perú que fue fusilado en Iquitos, entablé diálogos con estudiantes del Bachillerato que querían recibir información y construir conocimiento, ir al más allá, entre los que se encontraba la actual Rectora del ITP Esp. Marisol González Ossa.
Y en reunión del colectivo docente conocí por primera vez a la profesora Rosa Ossa de González. Ella comentó que se sentía feliz siendo profesora en el sector rural y que para dictar sus clases como ayudas educativas utilizaba los recursos propios de la región. Hacía conocer que en días de sol las aulas de las escuelas construidas por el ICCE por tener el cielo raso muy bajo se tornaban demasiado calurosas e insoportables; entonces cuando en el horario correspondía Ciencia Naturales en vez de llevar al aula la hoja de un árbol, conducía a los niños al campo a observar sobre el terreno las plantas en el bosque donde además respiraban aire puro.. Y agregaba, para que voy a pintar una vaca en una cartulina cuando en un potrero cercano los niños pueden observar al animal y distinguir sus partes de cerca y con mejor precisión.
Al terminar la tarde el visitante y los profesores íbamos hasta una de las orillas del caudaloso Putumayo para asistir a la despedida del día y la llegada de la noche. En el cielo aparecían franjas rojas oscuras y otras amarillas más delgadas, los rayos del sol que lograban pasar por entre el bosque se reflejaban cual espejos de distintos colores en las aguas del río y en la otra orilla gran cantidad de garzas hacían mover las ramas de los árboles centenarios, dando la impresión que a esta hora esas plantas gigantescas resolvían convertirse en llamativos ramilletes de flores blancas. Mientras esto sucedía una leve brisa refrescaba los rostros de los presentes. Estábamos ante un espectáculo maravilloso de la naturaleza.
Doña Rosita decía, he allí el embrujo de la selva de la que habla tanto José Eustacio Rivera en su libro la Vorágine.
Fue Directora de escuelas en distintas regiones del Departamento. Pasó por las Instituciones Educativas de Mayoyoque, el Mezón, Puerto Limón, la Pasera, Cándido Leguízamo, el Progreso de Mocoa, Alto Afán y Divino Niño de Puerto Caicedo.
En Mocoa daba gusto entrar al aula donde se miraba dibujos y se podía leer recomendaciones o consejos comprensibles por los niños. Todo esto, sumado a su método particular de enseñanza se convertía en un elemento valioso para crear ambientes de aprendizaje.
Rosita nació en Sevilla ( Valle ) en el año de 1.949. Sus padres fueron Pedro Luis Ossa y Ana Julia Rojas. Sus estudios los realizó en el Liceo Femenino de Sevilla y en la Universidad del Tolima. Se casó con Manuel Hoydén González Suárez, siendo sus hijos Marisol, Dora Elena, Manuel Hoydén y Tatiana Edith. Falleció inesperadamente en Mocoa el 3 de Febrero del 2015.
Como sucede en todo ser humano, su vida se compuso de alegrías y tristezas a semejanza de las curvaturas que presenta el recorrido de una serpentina, pero que con inteligencia pudo asimilar, tolerar y superar.
Rosita fué el prototipo de una mujer luchadora, sincera, optimista y sobre todo, con profunda fe en Dios que le señaló los caminos que ha de recorrer y las metas que ha de alcanzar. Poseedora de un corazón generoso, compasivo y noble, pudo realizar obras de extraordinario interés comunitario y alcanzar éxitos en sus emprendimientos.