Tuve un agradable almuerzo en estos días y la encargada de escoger y preparar el plato, pollo con verduras, es una buena amiga, profesora del programa Batuta que el Ministerio de Cultura adelanta en varias poblaciones del país. En esta oportunidad, la profesional del violonchelo había resuelto retornar a Puerto Asís después de un lapso de ausencia, donde pudo más el llamado de un grupo de 30 niños que aplicadamente día a día practican y aprenden música de su mano, que el deseo de hacer parte de la Orquesta Filarmónica de Manizales, donde había sido admitida recientemente después de rigurosos exámenes.
El almuerzo transcurría en medio de agradable conversación donde primaron sus experiencias y anécdotas, tan divertidas como la de aquel alumno afroasisense del violín a quien ella requería constantemente porque no se cortaba las uñas, requisito indispensable para poder ejecutar su instrumento musical. El alumno nunca hizo caso al requerimiento pero ella vino a entender su negativa cuando cualquier día que fue reiterativa, el niño en su original sociolecto simplemente le contestó: “…huyyy profe, y entonces con qué me rasco?”, razón suficiente para no insistir en el tema.
Durante el año que la profesora se ausentó sucedieron dos cosas dignas de mencionar: la primera, uno de los alumnos fue seleccionado para ir a tocar violín en Europa con otros niños del mundo y la segunda, muy cerca de la sede donde habitualmente practicaban su música una tarde estalló una bomba de gran poder… a escasos 100 metros.
La profesora venía de Buenaventura donde había tenido una experiencia de un año y traía un bagaje de lo acontecido con los niños de esa ciudad que para ser admitidos en el programa, a la pregunta de si sabían tocar algo del violín, siempre respondían afirmativamente, pero la verdad, me decía ella, siempre las ganas superaban sus conocimientos en la ejecución del instrumento. Con esos antecedentes no le parecía extraño que al iniciar el programa en Puerto Asís, con la mayoría de los niños aspirantes les sucediera lo mismo. Pero cualquier día que tomó una moto taxi se rompió el esquema completamente. Jimmy, como se llama el moto taxista que la transportaba le preguntó si era cierto que al pueblo habían llegado unos profesores de música. Su intención era muy directa y con conocimiento previo, pues ella llevaba puesto un chaleco con la insignia del programa Batuta que la identificaba, y era fácil adivinar que realmente el joven buscaba una manera de establecer comunicación con la nueva profesora. Se hicieron amigos y además su prestador del servicio de moto. Jimmy contaba entonces con 24 años y se consideraba muy adulto para la intención y las directrices que traía el programa, pero se evidenciaba que estaba decidido a no quedarse marginado. Fue ruego más que solicitud la que hizo a su nueva amiga para que consultara con los directores su admisión. Una vez aprobada la solicitud se procedió a hacerle presentar una prueba que les permitiera saber el grado de conocimiento que tenía en la ejecución del violín. Como ya sabían la consabida respuesta que les facilitaba el ingreso se ahorraron esa pregunta y se limitaron a preguntarle al nuevo aspirante qué deseaba interpretar. Me comenta la profesora que todos se cruzaron miradas cuando les contestó que deseaba tocar a Juan Sebastián Bach. Perplejos por la selección del joven, pues sabían de la relativa dificultad de la obra para quien aspira a iniciar clases formales de música y que nunca antes ha tenido un profesor, se dispusieron con escepticismo a escucharlo. Su sorpresa fue mayúscula. Sin cruzar palabras pero si miradas que hablaban, sabían que si bien la ejecución no era perfecta, el novel violinista sobrepasaba cualquier expectativa, era un inicio un poco más que satisfactorio. Era piedra preciosa para pulir, sin duda.
Entrados en un amigable dialogo les permitió saber que su profesión era la de moto taxista, que en Puerto Asís son conocidos como moto ratones. Su primer violín fue un regalo que le hicieron pero al poco tiempo se le dañó el arco. Les llamó la atención a los directores del programa de pedagogía musical la manera cómo se las arregló, (el arco es un instrumento complementario que permite que el violín suene), cuando el mecanismo se le averió; ingeniosamente acudió a alambres y otros elementos que hicieron posible entorchar las cuerdas acústicas. Pudo de esta manera continuar con su autoformación. Pero las sorpresas no paraban allí: seguidamente les contó que a falta de profesor, en sus momentos libres, generalmente noches y fines de semana, acudía donde un buen amigo que tenía conexión a internet y desde allí con aplicaciones ofrecidas a través de Youtube empezó a tomar sus propias clases. Así llegó a conocer e interpretar a Bach. Pasado un tiempo consideró que con los pocos excedentes de su profesión podría obtener, (consciente que los ahorros no podrían cubrir su íntima aspiración de poseer uno fabricado en abeto alemán o en pino cien hilos), un violín nuevo que a la postre lo consiguió por quinientos mil pesos y mucho esfuerzo. Ahora Jimmy sentía que poseía algo más que un instrumento, sentía que estaba obteniendo la fuerza espiritual que es capaz de volver pedazos cualquier obstáculo material que se atraviese en sus propósitos.
Ricardo, el director del programa Batuta en Puerto Asís es tal vez la persona que mejor logró definir el proceso de Jimmy: tres cosas hicieron posible transformar su vida, disciplina, las ganas de aprender y su profundo amor por la música!
Podían dejar por fuera a alguien que había hecho todo esto? Imposible !
Con el tiempo los profesores pudieron afinar las dotes de Jimmy, se convirtió en líder de la Orquesta Sinfónica de Cuerdas de Puerto Asís y por un corto tiempo no lo volvieron a ver sino cuando se les apareció para darles la nueva noticia: había sido admitido en la Facultad de Artes de la Universidad del Cauca en Popayán y a pesar de que, por falta de cupo, su aspiración para ingresar al programa de violín tuvo que cambiarla por el de Dirección de Bandas, hoy cursa exitosamente su tercer semestre. Juiciosamente durante tres años se dedicó con otros amigos que lo acolitaron a hacer unas reservas producto del moto taxismo y las presentaciones con su violín en tabernas y restaurantes, lo que le permitieron salir del Putumayo a realizar su sueño.
Epílogo: Mi admiración y reconocimiento a Jimmy Andrés Castro Tamayo, el moto taxista asisense del violín, orgullo de nuestra raza, pero no menor a los profesores Ricardo Meneses Delgado, director del Programa Batuta en Puerto Asís, Heydi Campo González violonchelista, e Iván Marino Paz, este último ahora bien acogido en nuestro pueblo, gestores todos ellos –qué paradoja- de una gran revolución silenciosa, pacífica pero al extremo placentera en Puerto Asís: la que hace el poder de la música!
Guido Revelo Calderón
Mocoa, Junio de 2016