Los amanecederos, bebederos sin control?

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Jaime Erazo
Jaime Erazo

Por: Jaime Armando Erazo Villota

Los amanecederos  se pueden describir como sitios creados para continuar la parranda, después de la hora establecida por las autoridades municipales para el cierre de los bares, barras, cantinas y discotecas de los pueblos o de las ciudades.

Por algunas evidencias, se puede afirmar que los amanecederos burlan la normatividad vigente y el control de las autoridades del sector urbano sobre la música y el consumo de sustancias psicoactivas. Son algo así como tierra de nadie.

Los amanecederos generalmente están situados en las afueras del casco urbano, en ellos el sonido puede superar los límites normales y soportables al oído. Si cerca a ellos existen algunas viviendas, el ruido estridente termina por incomodar y trasnochar al vecindario en 200 o 300 metros a la redonda.


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En esos lugares, el licor y otras sustancias terminan por romper los controles morales y sociales para producir espectáculos bochornosos de hombres y mujeres que dramatizan perfectamente la fábula de Esopo en sus etapas de mono, pavo real, león y cerdo. Comienzan gritado y riéndose a carcajadas de las monerías que hacen; luego pasan a hablar de sus títulos, de su plata, de sus cargos ─es en estos momentos donde aparece prepotente y soberbia la pregunta ¿usted no sabe quien soy yo?─; al poco rato, la metamorfosis que produce el alcohol les hace fruncir el ceño y mirar a los que están a su alrededor de manera desafiante, comienzan a vociferar y a insultar a quien se les atraviesa con palabras de grueso calibre, es en este momento de las peleas o riñas que en muchas ocasiones pasan a ser trágicas y sangrientas; finalmente, el pobre mortal queda dormido sobre la mesa y en el peor de los casos, como el cerdo, revolcándose en el sucio piso.

Por su ubicación y por sus características, los amanecederos son un riesgo para el bolsillo y para la integridad física de quienes a ellos asisten. A diferencia de los boliches argentinos que tienen su propia seguridad, en los amanecederos de nuestro medio no existen sistemas de seguridad personal, por eso, los que a ellos van, van por su propia cuenta y riesgo.

Para rematar, cuando los que asisten a los amanecederos pierden la conciencia por el excesivo consumo de alcohol, éstos se convierten en antesalas de la muerte de hombres y mujeres que salen como volador sin palo conduciendo carros y motos a altas velocidades. Lamentablemente, la gran mayoría despierta en un hospital con serias lesiones o bien pidiéndole a San Pedro que le abra las puertas del cielo o a satanás las del infierno.

Por lo anterior, conviene que a los amanecederos o tomaderos situados fuera del área urbana, se les sometan a estricto control y supervisión por parte del municipio y de las autoridades de policía quienes deben patrullar constantemente durante ciertos periodos de tiempo, hay que responsabilizar de la seguridad de esos sitios a sus dueños o arrendatarios, como también, impedir la conducción de vehículos en estado de embriaguez. Los amanecederos que perturban la tranquilidad ciudadana deben sancionarse sin contemplaciones pues dice la Constitución que el interés social esta por encima del interés individual.


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Mocoa, 28 de mayo de 2016


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