El primer acercamiento de Eric van den Hove con los indígenas no fue algo planeado. Sucedió en el 2009 cuando dirigía una empresa de software y alguien muy cercano a él le solicitó su casa para que unos amigos indígenas realizaran una ceremonia, a lo que él accedió, con la sorpresa de ser invitado al ritual en el que probaría yagé, bebida de la que no sabía nada.
Para esa época, Eric llevaba tres años de ser el cónsul de Bélgica designado en los departamentos de Valle, Cauca y Nariño y se estaba empezando a relacionar con los indígenas cofán, oriundos del Putumayo.
Al día siguiente de su primer encuentro, volvió a probar “el remedio” (yagé) y pasados 40 días fue invitado de nuevo a una ceremonia. Justo después de esos tres encuentros, los indígenas notaron que él tenía unas cualidades particulares y un gran deseo por conocer su cultura, así que lo empezaron a instruir en la tradición indígena.
Gracias a esa oportunidad, pudo empaparse de las raíces del país que lo recibió con los brazos abiertos y lo vio crecer desde su llegada en 1976.
Su ascenso fue rápido, pues a los 9 meses de haber iniciado su preparación fue autorizado para dar yagé, cuando hay casos de personas que tardan hasta 20 años en poder lograrlo y hay muchos taitas que no autorizan ni a sus propios hijos a darlo. Así que los comentarios de quienes no estaban de acuerdo con esta decisión no se hicieron esperar, pues ¡cómo a un blanco, de ojos azules y extranjero le habían permitido dar remedio!
Sin embargo, ninguna traba fue impedimento para que continuara su proceso de aprendizaje, ya que, “para mi sorpresa y la de muchos de ellos, me fui vinculando cada vez más con los conocimientos de la cultura indígena, con muy buena reacción, aceptación y apoyo”, narra Eric, en un perfecto español.
Luego de cuatro años de aprendizaje con la comunidad Cofán, en una de las muchas ceremonias a las que ha asistido, se sentó a su lado quien hoy es su mayor (mentor), Rigoberto Reyes, cuyo nombre espiritual es Tesi Pancore.
Durante toda la noche, Pancore, que iba sin cuzma (ropa especial de ceremonia) y sin collares, le compartió medicina y secretos del tabaco y lo invitó a una ceremonia al día siguiente. “Se generaron lazos muy fuertes, aunque en ese momento yo no sabía que él era muisca”, cuenta el cónsul.
Al día siguiente, asistió a la cita y “las cosas se dieron”, afirma Eric, al contar que el Maestro de su Mayor fue quien le preguntó si le interesaba recibir entrenamiento de los muiscas. Él tomó esto como una gran oportunidad, un gran honor.
La invitación se dio, porque según Tesi Pancore, “en él hay un espíritu grande, de sanación, entonces, nosotros lo hemos aceptado porque en su corazón no hay maldad, no hay ambición, no hay codicia, lo único que hay en él es servicio, ayuda. Así que le estamos ayudando a que recuerde quién ha sido y a qué viene, cuál es el propósito de él aquí en esta existencia”.
Y ese es el actual propósito de los muiscas, indígenas oriundos de Cundinamarca y Boyacá, que hoy se encuentran en distintas partes del país después de que la invasión española llegara a Colombia y los obligara a guardar lo más sagrado de sus tradiciones en la Sierra Nevada de Santa Marta. Ellos buscan el despertar de la humanidad, para que la gente vuelva a la ancestralidad y recupere su memoria a través de la medicina.
Para fortuna de Eric, en él hay un ser bonito, un Ruida grande, que fue descubierto en ceremonias, por el sentir de los Mayores, dice Tesi Pancore.
Además es alegre, sencillo y sincero, “es un personaje muy transparente, pues tú hablas con él y sabes con quién estás hablando”, cuenta Juan Carlos Campo, uno de sus amigos más cercanos y gerente de la Universidad Antonio Nariño, quien también resalta otras cualidades de este hombre de 51 años. “Él habla de la espiritualidad, de los indígenas…Él quiere recuperar una cantidad de cosas que tenemos aquí en Colombia y que nosotros no hemos valorado, esos siglos de conocimiento de los indígenas”.
Conocimiento del que busca impregnarse este abogado de la Universidad Santiago de Cali, cada día en su preparación para ser taita, proceso en el que trabaja con Tesi Pancoré “para ser guardián, protector y sanador de la humanidad, de la tierra”, como lo expresa el indígena.
Y no es un reconocimiento menor, pues ser taita significa ser un líder espiritual, es un honor, un gran cargo, la posibilidad de ser el representante de una comunidad indígena y enseñar a sanar, aunque esto último suene contradictorio, pues como lo cuenta tanto Eric, como su Mayor, ellos no sanan en lo absoluto. “A veces la gracia y el amor que tiene la madre tierra, los elementales y las diferentes plantas, hacen que las personas se alivien, pero todo ello es solamente gracias a Dios y a la madre tierra, nosotros no hacemos nada”.
Durante las ceremonias, quienes las presiden, piden que lleguen los que saben: le piden a Dios, a la Virgen, a la madre tierra… Mientras, ellos están ahí, ayudando, pero también aprendiendo, pues los muiscas se rigen por su propia cosmogonía, la cual explica a través de historias el origen del universo, de los dioses, de la tierra, de cada una de las plantas sagradas, de muchas de las tradiciones y de las ceremonias.
Y para sanar utilizan el yagé, que en el caso del preparado por Eric tiene una particularidad: es dulce como la miel, contrario al sabor amargo con el que es conocida esta bebida ancestral. Los Mayores dicen que tiene ese gusto porque “Eric es muy dulce, entonces el yagé le sale dulce”.
¿Cómo no va a salirle dulce el yagé si vive feliz? Conocer a los muiscas, dice, le cambió la vida, le renovó el alma. Lo demuestra cada día con su mirada y con sus risas ensordecedoras.
“¡Soy muy feliz! Tanto así que cuando la gente me pregunta ‘Eric, ¿cómo vas?’ mi única respuesta es: compartiendo alegrías. Porque ¿qué más puedo pedirle a la vida? Siento que con mi trabajo estoy aliviando a otros y el agradecimiento que eso genera es increíble, para mí no hay bendición mayor que poder aliviar a los demás”.
Después de ser el presidente de varias compañías y el gerente de otras tantas, hoy en día ha cambiado, incluso su forma de vestir. Solo luce de traje para eventos protocolarios; tampoco permanece en una oficina y no tiene ni el cabello y ni la barba cortos. Hoy luce como un muisca más, es decir, de blanco; con la barba enmarcándole el rostro y el cabello blanco sobre los hombros.
Ha recibido el apoyo de sus cercanos para esta nueva etapa de su vida y trabaja cada día para lograr su propósito: llegar a ser taita. Tiene claro que no será sencillo, requiere de mucha disposición, amor y entrenamiento, pero para él vale la pena, pues continúa con su recorrido por las tradiciones indígenas al tiempo que es el Cónsul de Bélgica, ayudando a sus compatriotas en apuros en Colombia (ver recuadro).
Vive feliz, tranquilo y cree firmemente en lo que le dice su Mayor: “somos todo y nada, la vida es un regalo y es para disfrutarla, para gozársela, sin apegos de nada”.
Funciones como cónsul
Paula Ágredo *-Integrante del semillero de Periodismo UAO-El País
http://www.elpais.com.co/elpais/cali/noticias/esta-historia-consul-belga-quiere-ser-taita