La Hormiga, un pueblo que lucha contra el fantasma de la coca

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h5_0NoticiasCaracol – Tras ver cómo sus plantaciones de coca se volvían ceniza, Ángel Bolívar cosecha ahora pimienta en el Putumayo, pero la erradicación promovida en los últimos 15 años por el Plan Colombia también ha dejado pueblos fantasma en zonas cocaleras del país.

«Cuando llegamos había de todo: cultivos de pancoger y de coca, pero no teníamos alternativa: los de coca eran más rentables para uno conseguir un jornalito», cuenta este campesino de 54 años mientras siembra bajo la lluvia.

Bolívar llegó al remoto municipio de La Hormiga hace tres décadas. Originario del vecino departamento de Nariño, nunca salió de esa zona del suroeste de Colombia,fronteriza con Ecuador y que ha concentrado la mayor cantidad de cultivos de coca del país.

Aprendió el proceso para convertir la hoja de coca en cocaína, tenía un sueldo fijo, pero vivía con miedo. Después de años de fumigaciones con glifosato, como parte de la lucha antinarcóticos del programa de cooperación económica militar lanzado junto con Estados Unidos en 2000, Bolívar apuesta a la pimienta para volver a la legalidad.


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«¡Hasta los niños eran raspachines! (cosechadores de hoja de coca)», apunta Serafín Guzmán, de 39 años y dueño de una finca de cacao.

Por años, salir de la coca se convirtió en una «humillación», señala. Las avionetas militares no diferenciaban: pasaban, asperjaban y lo dejaban todo seco. «Me dañaron el cacao y la agricultura, lo que yo tenía. Tres, cuatro hectáreas de cacao», dice Guzmán, que llegó a sentirse «como una cucaracha».

Las fumigaciones aéreas con glifosato fueron suspendidas en mayo pasado por sus efectos nocivos para la salud y el medio ambiente. Desde entonces, sólo se combaten los plantíos de coca de manera manual.

En Colombia, principal productor mundial de coca, se rociaron en 15 años dos millones de hectáreas de cultivos ilícitos y se destruyeron unas 100.000. 


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Las autoridades celebran esta disminución del 60%, pero están preocupadas por el repunte de los últimos años: en diciembre de 2012, había casi 48.000 hectáreas de hoja de coca, pero al cierre de 2014 superaban las 69.000, según la ONU.

«Como un carnaval de Rio»

Mientras la pimienta y el cacao ganan terreno al narcotráfico en algunos lugares de Colombia, a un millar de kilómetros de La Hormiga ven imposible salir adelante desde que se acabó la coca.

«Esto era como un carnaval de Rio de Janeiro», dice Nuri Caleño, una campesina de 43 años, en Tuparro, una localidad del departamento de Vichada (este), fronterizo con Venezuela. Ella no tocó la riqueza, pero recuerda «la vida alegre», la plata, las joyas, la ropa.

«Aquí conocí los euros, los dólares», incide José Orlando González, un excocalero de 64 años, que dice que tiempo atrás había tantas prostitutas como habitantes en esta localidad en medio del parque nacional natural El Tuparro, a las puertas de la Amazonía.

En este pueblo de 60 familias pasa el autobús una vez por semana, la electricidad dura cuatro horas al día y los productos escasean.

«Hace cinco años, había unas 300 familias, pero se fueron por el cambio de economía», cuenta Miller Sierra, presidente de la junta vecinal comunal de Tuparro. «A raíz de las erradicaciones de los cultivos ilícitos, la gente tuvo que partir para otras zonas del país», explica.

Como otros pueblos cocaleros, Tuparro creció cuando se expandió la idea de que allí había trabajo. Los grupos armados que operaban en la zona juntaban las cosechas y desaparecían. Ahora, los vecinos esperan que el Estado se acuerde de ellos.

«Éxito relativo»

El gobierno, que apuesta al pronto fin del conflicto armado de medio siglo con las guerrillas de las FARC y el ELN para impulsar el desarrollo económico, reconoce que la falta de infraestructura dificulta la sustitución de cultivos.

En 15 años Colombia recibió más de 9.600 millones de dólares en fondos estadounidenses e invirtió, por su parte, unos 120.000 millones de dólares para el programa.

El propio presidente Juan Manuel Santos admitió la semana pasada que la carencia de vías «hace muy difícil» cumplirles a los campesinos que dejan la coca.

«El esfuerzo ha sido enorme, el éxito ha sido relativo», dijo sobre el Plan Colombia en un foro sobre la lucha antidrogas.

«No es posible sustituir un cultivo en una zona donde no hay carretera, porque ¿cómo sacas los productos?», explica a la Eduardo Díaz, director del Plan Nacional de Sustitución de Cultivos. «En la medida en que las vías y el desarrollo permitan llegar a más territorio, se facilita su transformación», añade.

En Tuparro, antes conocido como El Placer, son las ocho de la noche y muchos vecinos siguen la telenovela en una tienda. Queda una hora antes de que todo sea negro hasta el amanecer.

«¿Qué dejó la coca? Nada. Desolación, pobreza… No podemos decir que haya gente rica. No, aquí todos subsisten», dice Nuri Caleño, la campesina que ya no cree en promesas.

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