Nacido en Mocoa el 8 de Marzo de 1947 – Fallecido en la ciudad de Bogotá el 22 de Abril de 2007.
Padres: Vicente Mora y Pastora Acosta.
Hermanos: Guillermo, Aura, Esperanza, Vicente, Olga, Ligia, Marta Cecilia, Daniel y Edgar.
Hijos: Carmenza, Sandra, Julio Bayron, Ma Fernanda, Carolina y Julio César.
PANEGIRICO EN LAS EXEQUIAS DEL ABOGADO JULIO MESIAS MORA ACOSTA EN LA IGLESIA CATEDRAL DE MOCOA por el Mag. Gerardo Franco Sánchez Narváez.
Nos encontrábamos en el recinto del Club de Leones de Mocoa asistiendo al Seminario de la Academia del Pensamiento Humanista orientado por un Delegado venido desde la ciudad de Bogotá. De pronto la Conferencia se suspendió porque el Doctor Orlando Guerra de la Rosa, Representante a la Cámara por el Putumayo, haciendo uso del micrófono dio a conocer la infausta noticia que en Bogotá había fallecido el líder del partido conservador Doctor Julio Mora Acosta, exrepresentante a la Cámara y exsenador de la República.
Inmediatamente saltaron los recuerdos a los labios de sus amigos y allegados que con discursos y desde la tarima se dirigieron a la concurrencia, porque siendo Abogado de profesión, buen político y buen amigo tenía valores agregados como el apego a la poesía de cuya inspiración nació el Himno al Putumayo: ¡ Salve Patria, terruño de gloria. Putumayo gritaron también, los colonos que hicieron memoria en tu suelo de idílico edén.», dice la primera estrofa. Escribió también un libro titulado » Mocoa, su Historia y Desarrollo, que consta de dos tomos.
Era aficionado a la música. Unas veces hacía gemir las cuerdas de la guitarra y ablandaba corazones con las canciones El trigal, A unos ojos y No me olvides nunca.
Al día siguiente de la noticia bajo una lluvia pertinaz recibimos su cadáver en el puente del río Caquetá, para conducirlo en una fila de vehículos y gente de a pié al Coliséo Ciudad Jardín en donde fueron velados sus restos mortales. Mientras la caravana avanzaba se escuchaban voces de admiración. Un copartidario decía, con nosotros también está llorando el cielo por la desaparición de Julio. Y una indígena haciendo honor a su cultura comunicaba lo que pensaba. Se murió un grande y por eso el planeta manda el agua para bañar sus pies.
Pero en contraste después de algunas horas, cuando su cuerpo inerte rodeado por familiares y amigos se deslizaba lentamente por las calles y avenidas de la urbe con dirección al Concejo Municipal y a la Catedral San Miguel Arcángel, aparece el sol con todo su esplendor demostrando que hace presencia en los funerales del ilustre hijo salido de las entrañas de Mocoa, quien tuvo el privilegio de volver a su terruño a dejar sus cenizas y recuerdos.
Y pasa cerca a la casa solariega donde vió por primera vez la luz del día y recibió las primeras caricias y consejos de sus padres.
Y llega al edificio de la Alcaldía en donde presentó tantos proyectos para el Desarrollo de Mocoa y el bienestar de sus gentes.
Y entra a la Catedral por frente al viejo campanario que fue el reloj de sus primeros años y que hoy del pasado es un canto solitario.
Por eso Julio deja muchas enseñanzas para su esposa, para sus hijos, familiares, amigos y copartidarios, haciendo reflexionar que en el sendero de la vida mas importantes que los pasos son las huellas que se deja al caminar. Julio, descanza en paz.