Naira, el ‘ojo grande’ que pudo espiar la biodiversidad colombiana

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Foto: Archivo particular Con las cámaras trampa se tomaron al menos 50.000 imágenes. Aquí un 'Leptodactylus bolivianus', anuro que no solo habita en Colombia, también en Bolivia y Costa Rica.
Foto: Archivo particular
Con las cámaras trampa se tomaron al menos 50.000 imágenes. Aquí un ‘Leptodactylus bolivianus’, anuro que no solo habita en Colombia, también en Bolivia y Costa Rica.
Este ‘software’ lee y clasifica con rapidez las imágenes tomadas por fototrampas.

Las fototrampas ven lo que los humanos nunca logran apreciar cuando van al campo.

Una danta en peligro, a lo mejor un jaguar al acecho, un oso de anteojos adherido a un árbol. Son fotos de la intimidad animal, hechas exclusivamente para la investigación biológica.

Y no es una técnica nueva, solo que ha evolucionado para mimetizarse mejor, para obturar con determinados niveles de sensibilidad y dependiendo de las especies objetivo. Hay incluso aparatos que, al captar la imagen de un animal en movimiento, pueden enviar esa misma fotografía a un celular, en tiempo real.

Es una estrategia usada hace décadas en todo el mundo, también en Colombia, solo que ha logrado trascender con Naira, también llamado ‘Ojo grande’ por su significado en quechua, un software que es capaz de revisar esas imágenes y analizar su contenido en poco tiempo.


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Fue desarrollada a partir de una idea de investigadores de la Universidad Distrital como parte de un proyecto impulsado por Ecopetrol y el Instituto Alexander von Humboldt, que trabajó en la identificación de zonas de importancia ambiental y fauna que merece ser protegida en 70 de las 114 millones de hectáreas del territorio, y especialmente para sitios del Caribe, el Pacífico, los Andes, la Orinoquia y el piedemonte amazónico.

Un venado es avistado en vida silvestre por las cámaras trampa instaladas en diferentes regiones del país. Los vertebrados son los animales más afectados por la pérdida de hábitats naturales. Foto: Archivo particular

Ese proyecto fue nombrado ‘Planeación ambiental para la conservación de la biodiversidad en las áreas operativas de Ecopetrol’.

Y terminó con la identificación de más de 2.000 especies, de las cuales se pudieron seleccionar 207 que ahora tienen el rótulo de ‘prioritarias’ y a las que se les deberán buscar estrategias de protección para evitar su desaparición.
Tal vez el grupo taxonómico más importante entre los animales captados fue el de los vertebrados. “Que son a su vez los animales más vulnerables por su tamaño y los que más sufren la pérdida de sus hábitats por la deforestación intensa”, explicó Angélica Díaz, investigadora del Instituto Humboldt.

“También quisimos identificar áreas preferentes para la conservación en las cuales Ecopetrol puede desarrollar acciones de compensación o inversión voluntaria para protección, por estar en sus zonas de influencia”, dice Ana María Moncaleano, líder de biodiversidad de la organización.


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Con las ‘trampas’ se tomaron casi unas 50.000 fotografías. En medio de esas fotos, aparecen sombras, luces, vegetación, que al analizarlas a simple vista, aunque posible, puede tomar meses.

Pero con Naira se procesaron rápidamente disminuyendo el margen de error. “Se clasificaron las imágenes automáticamente. La herramienta era capaz de ubicar los animales en cada fotografía, separar aquellas en las cuales no había presencia de fauna o las que sí tenían información valiosa”, explicó Germán Corzo, investigador del Instituto Humboldt y director de esta iniciativa.

Corzo explica que en estos ejercicios de fototrampeo es muy fácil caer en ‘falsos positivos’ o ‘falsos negativos’. “A veces se puede pensar que hay un hallazgo trascendental, que al final no es; o se puede pensar que no hay nada serio, a pesar de que se tiene allí información que puede cambiar el rumbo de una investigación”.

Se logró, entre otras cosas, “registrar especies en diferentes categorías de amenaza a nivel nacional y global, entre las que se destacan panteras y dos tipos de leopardos –Panthera onca, Leopardus wiedii, Leopardus tigrinus– así como la guagua loba –Dinomys branickii–”, agregó Corzo.

Pero al mismo tiempo, y como una de las conclusiones del proyecto madre, es decir la ‘Planeación ambiental para la conservación’, se confirmó la agonía que enfrenta la ciénaga de Zapatosa, ubicada entre Chimichagua, Curumaní y Tamalameque (Cesar); y El Banco (Magdalena), con 43.000 hectáreas y un volumen promedio de 1.000 millones de metros cúbicos de agua.

Ya se tiene evidencia de que allí, además de una intensa deforestación, se acabó con la pesca de bocachicos y bagres, luego de que se instalaron jarillones y se reubicaron bocatomas para el control del río Magdalena. Esto ha generado un gran problema social. Un conflicto entre los pescadores, unos 8.000, alrededor de este complejo de agua dulce, que se disputan el recurso: algunos cuidándolo y otros sobreexplotándolo.
Hay mucha captura de peces con tallas muy pequeñas que terminan perdiéndose.

Irónicamente, y a pesar de esa pérdida de fauna, en esta misma región se identificó una población de murciélagos migratorios desconocidos para nuestro medio, esto además ratificado por investigaciones del biólogo Hugo Mantilla, de la Universidad del Quindío, tal vez el colombiano que más conoce a estos mamíferos voladores.

Este es un oso palmero, el mayor de todos los osos hormigueros. Captado en los Llanos Orientales. Fotos: Instituto Alexander von Humboldt

Se supo de la existencia de las últimas 40 plantas de una especie de frailejón gigante llamado científicamente Espeletia paipana, y que solo crece en Paipa –endémica–, población boyacense (de ahí su nombre científico). Esta es una planta que tiene hojas muy anchas y peludas.

Y su hallazgo se produjo en una zona donde Ecopetrol desarrolla proyectos de transporte de crudo, pero también donde la empresa lidera un programa de conservación de la biodiversidad.

La idea ahora es aplicar una estrategia de protección.

El frailejón es la especie más notoria y representativa de los páramos. En Colombia existen 68 especies, de las cuales 25 se encuentran en alto grado de amenaza, según el Libro Rojo de Plantas de Colombia.

La Espeletia paipana es una de las que se encuentra en este último grupo, estrictamente por la introducción de ganado en los páramos, animales que, después de que el frailejón ha crecido por décadas entre uno y dos centímetros al año, los campesinos dejan que estos sean consumidos por sus vacas en pocos segundos.

Otros sitios seleccionados por su importancia y para aplicar intentos de restauración fueron Lipa y Tame (Arauca), Rionegro (Santander), Filandia (Quindío), Dagua (Valle del Cauca), río Guamúez (Nariño), Beltrán (Cundinamarca), Montes de María (Sucre), Orito (Putumayo) y Ciénaga (Magdalena).

En San Pablo (Bolívar) se identificó en las zonas operativas petroleras un árbol que solo se había reportado para Surinam.

También una alta variedad de peces ornamentales en los Llanos, pasando por una especie de primate cuyo último reporte para estas selvas del Magdalena Medio data de 1950.

Incluso, una nueva especie de pez que habita los humedales del Magdalena.

En las sabanas inundables de Arauca se hallaron por su parte bosques con estructura similar a la de los bosques secos de la serranía del Perijá, un descubrimiento trascendental teniendo en cuenta que el bosque seco tropical es uno de los ecosistemas con mayor índice de pérdida en el país (se estima que prevalece menos del 8 por ciento de su cobertura original) y es el menos representado dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas que incluye 59 zonas de reserva.
Naira nació para apoyar todos estos hallazgos y ahora puede ser trascendental como una herramienta nacional.

Fue presentada en el Congreso Nacional de Zoología, que se desarrolló a finales del año pasado en Cartagena, y de ahí surgió la que hoy es la Red Nacional de Fototrampeo, que busca vincular a entidades como Parques Nacionales Naturales, universidades, a organizaciones no gubernamentales o corporaciones autónomas, con el registro de sus ejercicios de instalación de estas cámaras.

Hoy se han unido a esta red cerca de 25 instituciones colombianas, 11 universidades y 4 empresas. La idea, dice la investigadora Angélica Díaz, es llevar las cámaras trampa a regiones en donde su uso es muy escaso, como la Amazonía y departamentos del sur de la región Andina, entre ellos aparecen Nariño, Putumayo, Caquetá y Cauca, en donde la investigación es muy difícil por los problemas de orden público que enfrentan.

Dentro de las primeras metas que se ha puesto esta iniciativa –dice Díaz– es hacer un banco de imágenes, en el que cada una de ellas se transforme en un registro biológico, al mismo nivel de un espécimen de museo, como un espacio virtual de almacenamiento al que cualquier ciudadano pueda acceder libremente.

Javier Silva Herrera
Redactor de EL TIEMPO

http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/ciencia/naira-software-de-biodiversidad/15438059


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