DiariodelHuila
Las corporaciones regionales se han convertido en tienda de vender licencias.Cualquier persona, natural o jurídica, puede adquirir permiso para intervenir, con negativas consecuencias, y explotar recursos naturales que son de todos, que pertenecen a la relación coordinada de existencia de seres vivos e inertes.
Esa parece su función, sin que consideren la responsabilidad que tienen de conservar la naturaleza, de hacer que los humanos vivan en el medio en forma sana, sin afectarlo, de educar a los individuos sobre el impacto de sus acciones en un medio supremamente frágil.
La ineficiencia de las corporaciones se nota en el daño que causa la minería indiscriminada, a cielo abierto, que arrasa el suelo, que contamina el agua, que acaba con la ictiología. También, en la desaforada deforestación de nuestros bosques, en la extracción de los recursos maderables, en la contaminación acelerada de ríos y quebradas, sin inmutarse permite que conviertan las fuentes de agua en alcantarillas.
Responderán los directivos y responsables de vigilar nuestros recursos que somos altamente negativos, que odiamos el progreso, como nos acusaron cuando manifestamos nuestra opinión en contra de la construcción de la represa El Quimbo. Y como el impacto se nota después, en el breve tiempo posterior al estropeo físico del planeta, como la naturaleza toma espacio para su reacomodo, quienes carecen de sentido de previsión manifiestan, con los responsables del medio ambiente, que están en lo correcto, que los daños a la naturaleza no afecta la vida humana y de los animales.
Los incrédulos deberían asomarse al patio de sus casas para que se enteren cómo cambia el medio, cómo reacciona la naturaleza con medidas nefastas para los seres vivos, que desde luego incluye al hombre. Y si son menos crédulos, pueden acudir a sitios en riesgo, ir al Putumayo, por ejemplo, donde se puede escuchar quejas de sus habitantes de que las parvadas de guacamayas ya no se presentan por culpa de la tala desaforada, cientos de aves y pequeños cuadrúpedos, como mochileros, torcazas, gallinetas, churucos, borugas, guatines han desaparecido, y en muchas áreas no se ve sino la tierra colorada que da inicio a la desiertación ante la fragilidad del suelo, porque los animales, como dantas y osos, quienes germinan muchas especies biológicas, han desaparecido.
La agresión criminal contra la naturaleza no tiene doliente. Muchos intereses mezquinos se oponen a la aplicación de políticas y normas en su defensa; el poder del dinero corrompe a entidades encargadas de su cuidado; no hay conciencia de la necesidad de cuidar nuestro hábitat, el único donde puede desarrollarse la vida, por lo menos conocido. No somos conscientes de que gran cantidad de enfermedades se produce por la forma como tratamos nuestro medio ambiente. Muchos biros se desarrollan por el cambio brusco de temperatura; muchas variedades de cáncer están asociadas a la deforestación, porque el sol da directo, no hay dónde sombrear.
Es preciso reaccionar ante la acelerada agresión contra la naturaleza. Podemos hacer algo, podemos mejorar rente al acelerado calentamiento global, podemos vivir en medio de la naturaleza sin agredirla, sin despilfarrarla, si las autoridades encargadas toman en serio su papel de guarda
Por: Diógenes Díaz Carabalí
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