Salvavidas para plantas medicinales

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Proyecto de mujeres en el valle de Sibundoy, Putumayo

María Rosario Chicunque, durante una visita de campo para aprender el uso de las plantas tradicionales. / ACT
María Rosario Chicunque, durante una visita de campo para aprender el uso de las plantas tradicionales. / ACT

ElEspectador.

Por el valle de Sibundoy, en las estribaciones del Macizo Colombiano y el norte de Putumayo, pasan las aguas que más adelante en su curso por el sur del país, se convertirán en gigantes como el río Amazonas.

Allí habitan los descendientes de los primeros kamentsás, comunidad indígena que durante la Conquista sorprendió a los españoles con el poder curativo de sus plantas medicinales.


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“Era una tierra netamente indígena, basada en el valor del cultivo, la medicina propia y el respeto. No existía la plata, ni el Dios castigador que trajo la Iglesia, y aunque nuestros abuelos no sabían leer ni escribir, tenían muy claro su plan de vida: la naturaleza era la parte espiritual del hombre”, cuenta María Rosario Chicunque, representante legal de la Asociación de Mujeres Indígenas de la Medicina Tradicional Chagra de la Vida.

Sin embargo, a partir de 1991, cuando llegaron a la región los grandes productores de monocultivos como papa, lulo, maíz y coca, y los indígenas perdieron extensas áreas de su territorio ancestral, a cambio de “telas, ropa y comida”, según dice la líder. “Los herbicidas y fungicidas y el cambio en el uso de la tierra hizo que desapareciera gran parte de las plantas tradicionales que utilizábamos”.

A lo anterior se suma que la explotación maderera ha llevado a que en el Putumayo se encuentre el núcleo de deforestación más importante del país; el conflicto armado y el narcotráfico exacerban la degradación social y los kamentsás están incluidos en el Auto 004 que la Corte Constitucional emitió en 2009 para alertar sobre los 35 pueblos indígenas que se encuentran en peligro de extinción.

El suelo dejó de ser el mismo. El moquillo, un árbol frutal, ya no es tan común; con el motilón, árbol medicinal y maderable, el arrayán, el nogal y el yagé, “la reina de las plantas curativas de la Amazonia”, pasó lo mismo. De hecho, según una reciente investigación del Instituto Sinchi, 66 especies de plantas, de las más de 8.500 existentes en Amazonia, se encuentran en riesgo de desaparecer.


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Por ello, un grupo de 62 mujeres (40 abuelas y 22 jóvenes) que se encuentran en los alrededores del valle de Sibundoy decidieron recuperar lo que muchos creían perdido. En dos colegios del valle, las ancianas se convirtieron en maestras y una vez por semana enseñan a los niños y jóvenes la importancia del cuidado y salud personal a través de las plantas tradicionales, de labrar la tierra y de conocer el uso, secretos y ubicación de lo que ofrece la naturaleza.
Asimismo, las mayores tienen un programa educativo para que su legado, historias y técnicas para nunca desaparezcan. “Estamos enterrando a las últimas ancianas y si no se inculca ahora a los jóvenes este conocimiento, ¿quiénes van a seguir cultivando y produciendo las plantas y alimentos para las futuras generaciones?”, se pregunta Chicunque.

De esta forma, y junto al trabajo que adelantó en 2008 la Unión de Médicos Yageceros de la Amazonia Colombiana con la declaración de 10.000 hectáreas como “Santuario de flora: plantas medicinales Orito Ingi Ande”, para proteger una gran despensa de plantas entre Putumayo y Nariño, las comunidades del departamento resisten a las presiones sociales y ambientales que amenazan con extinguirlos.

http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/salvavidas-plantas-medicinales-articulo-450088


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