Puerto Umbría: Razones para que un pueblo se “emberraque”

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Por. John Montilla

Imagínese que está usted sentado en una banca en el andén de su casa, ha salido a la sombra a tomar el fresco de la calle porque adentro el calor es insoportable y justo entonces pasa un camión que lo deja envuelto en una nube de polvo y además de ello debe correr a cerrar puertas y ventanas porque de lo contrario toda su cosas quedaran al final del día cubiertas con una fina capa de polvo. Imagínese esta situación no por un día, si no durante muchos años.

También, imagínese que es el dueño de una pequeña tienda, y que pasa otro vehículo que al pisar las piedras de la calle con sus llantas, estas salen disparadas como proyectiles y le quiebran una vitrina y nadie responde por el daño causado. De ahí que ante ese peligro latente más de uno corriera a atrincherarse cuando sentían venir un vehículo. Imagínese también el estado de las calles en tiempos de invierno con la continua circulación de automotores. Entonces frente a este estado de cosas algo había que hacer y una de ella era la necesidad de tener las calles pavimentadas.


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Fueron estos y otros motivos los que obligaron a la comunidad de Puerto Umbría a organizarse y movilizarse para conseguir este objetivo; lo que dio como resultado que el pueblo creara un peaje voluntario (mil o dos mil pesos, creo) a los transportadores y vehículos particulares, cuyos fondos se administraron comunitariamente y de manera eficaz para la pavimentación de sus calles mediante la modalidad de minga o trabajo comunitario, esto junto al aporte de materiales que hizo el gobierno local dieron inicio a la obra comunal.

Doy fe de ese trabajo porque fui testigo presencial y activo de esos ardua labor acarreada por los moradores de esta población, generalmente se trabajaba en las noches porque el tráfico diario hacía muy difícil la labor durante el día. El asunto no consistió sólo en la pavimentación si no también el cambio necesario de sistema de acueducto y alcantarillado. Los vecinos se veían enterrados hasta la cintura en grandes lodazales y con latente peligro de que se le derrumben las zanjas encima cuando de repente se desgranaba un aguacero.

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Las mingas para pavimentar las calles se organizaron por barrios o cuadras y la participación fue muy activa por parte de toda la comunidad, mientras los hombres ayudados con sólo una máquina mezcladora se encargaban de la labor pesada llevando y trayendo arena, grava, bultos de cemento y la respectiva mezcla, las mujeres se encargaban de preparar el refrigerio para los voluntarios. Esto fue una ardua labor que duro varios meses pero que al final dio como resultado el logro esperado: el pueblo cambió de imagen y parte de sus problemas se solucionaron. LA COMUNIDAD HABÍA PUESTO SU PROPIO TRABAJO, SUDOR Y ESFUERZO PARA PAVIMENTAR LAS CALLES DE SU PUEBLO.


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Ahora bien, el pueblo igual que el resto del Putumayo viene siendo afectado por el flujo del tráfico pesado que ya está haciendo mella y destruyendo lo que con tanto sacrificio fue conseguido. Hace unos años era de por sí complicado el paso de un sólo vehículo pesado debido a la estrechez de la única y principal vía. Ahora que es más continuo, me comentan algunos de sus moradores que la situación se ha vuelto prácticamente insoportable y que la tranquilidad se ha visto completamente afectada.

De todos es bien sabido que recientemente se hizo la pavimentación de la vía principal Mocoa- Puerto Asís, y aunque el pueblo solicitó la construcción de una variante para el tráfico pesado, este requerimiento nunca fue atendido y las consecuencias están a la vista de todos: El tráfico de todo el departamento pasa por la única y estrecha vía que tiene el pueblo. Y por tanto uno se pregunta: ¿No hay razón para sentar un grito de protesta?

Y eso fue precisamente lo que hizo Puerto Umbría (que pese a nadar en petróleo, tiene un sistema de acueducto del cual baja una agua no apta para el consumo humano, según el dictamen de una investigación escolar avalada por el Proyecto Ondas) , se unió al movimiento de inconformismo regional contra la movilización del tráfico pesado y montó su punto de concentración para la protesta, luego llega la policía antimotines, surge el primer roce con uno de los lugareños, la gente se ofende y lo que vino después es algo que siempre vemos en la televisión. Piedras, bolillo, gases, bombas de aturdimiento, lesionados y los ánimos caldeados por una justas peticiones a las que nadie da respuesta.

Y entonces uno vuelve a preguntarse: ¿No son razones suficientes para que un pueblo se emberraque?

John Montilla
Esp. en Procesos lecto-escritores

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