Cajas de cartón que llegaron a comienzos de febrero a 80 escuelas de Sibundoy (Putumayo), Necoclí (Antioquia), Chinchiná (Caldas) y otros apartados municipios, despertaron la curiosidad de los alumnos.
ElTiempo
En bodegas de la empresa Omega Energy en Bogotá, la Fundación Buena Nota organizó los libros.Foto: Archivo Particular
Jóvenes colombianos lideraron la cruzada que benefició escuelas de varios municipios del país.
Cajas de cartón que llegaron a comienzos de febrero a 80 escuelas de Sibundoy (Putumayo), Necoclí (Antioquia), Chinchiná (Caldas) y otros apartados municipios, despertaron la curiosidad de los alumnos.
Las cajas contenían cientos de libros provenientes de Madrid, que antes de aterrizar en Colombia comenzaron su recorrido en cajuelas de motos que no huelen a otra cosa sino a pizza.
Se trata de una donación hecha en la capital española y liderada por jóvenes colombianos, que se dieron a la tarea de darle un empujón a la educación de niños y jóvenes colombianos de escasos recursos, mediante la dotación de bibliotecas en escuelas.
La idea nació de un empleado de la pizzería en España Telepizza (dueña en Colombia de Jeno’s Pizza). El hombre, una vez entregaba el domicilio, pedía libros para donarlos.
La iniciativa estaba y había que pulirla. Fue entonces cuando un grupo de colombianos residentes en España le apostó al proyecto. Después de muchas vueltas, la idea cuajó entre un pereirano y una bogotana, miembros de la Fundación Buena Nota (en Bogotá), que terminaron de concretar la tarea para beneficiar a niños en Colombia.
“Queremos trabajar por la educación para fortalecerla. La educación en los niños es la diferencia entre quien está en la calle y quien está en una oficina”, afirma Luis Felipe Giraldo, quien con Carolina Ibarra y otros jóvenes se encargaron de todos los trámites para hacer llegar la donación desde Europa y repartirla en centros educativos de municipios como Guapi, Bahía Málaga, Chimichagua, Bahía Solano, Atrato, Sierra Nevada, Chinchiná, Villa de Leyva, Sibundoy y Necoclí.
Los textos también llegaron a manos de estudiantes en Cartagena, Santa Marta, Pasto, Ibagué, Armenia y localidades de Bogotá como Usme y Cazucá.
Al proyecto, bautizado Libro por Libro, se unieron empresas nacionales y extranjeras, entre ellas la aerolínea Iberia, que transportó sin costo cientos de cajas desde Madrid a Bogotá.
“En estimado, los libros tienen un valor cercano a los 200 millones de pesos. Eso no nos costó a nosotros. Pero sí tuvimos que levantarnos 12 millones de pesos adicionales para pagar la nacionalización (proceso jurídica para que un cargamento entre a Colombia) de los libros, parte del transporte de Bogotá a las demás poblaciones y otros improvistos”, cuenta Carolina Ibarra, quien explica que además de algunos donantes, sacaron de su propio bolsillo para ejecutar la obra benéfica.
Una vez las 25 mil publicaciones llegaron a bodegas en Bogotá, el proyecto recibió el moño que terminó de adornarlo. Una editorial colombiana donó 2.500 libros más totalmente nuevos para un saldo de 27.500 textos en favor de menores colombianos de escasos recursos.
Pero la financiación no fue lo más difícil. Saber dónde repartir las publicaciones demandó tiempo. Para eso realizaron una convocatoria nacional para escoger las escuelas. “Conociendo las necesidades se crearon las bibliotecas desde Bogotá y luego, con ayuda de varios colaboradores, se enviaron las cajas a los distintos municipios”, agregó Luis Felipe Giraldo.
Los jóvenes le harán seguimiento al impacto que tiene la donación en los distintos colegios. “Hay que fortalecer la educación integral en los niños. Es la educación tradicional unida a los valores humanos la que genera oportunidades y empodera a la persona a ser un agente de cambio”, concluye Carolina Ibarra.