Súum cuique . (A cada cual lo que le pertenece) Catón el Viejo.
Antes de iniciar a escribir, me tomé el gusto de leer cuanto documento pude encontrar que haya editado la Cámara de Comercio del Putumayo y en los que a mis manos llegaron puedo asegurar que no encontré por lado alguno el nombre de este antioqueño de nacimiento, asisense de corazón, la persona que logró convertir en realidad no sólo su sueño sino de muchos que como él creyeron en nuestro Putumayo y en la potencialidad asociativa de su gente. Si por alguna razón la mención de su nombre se quedó precisamente en el escrito que no llegó a mis manos, estoy dispuesto a rectificar sin molestias, todo lo contrario: por esta vez sentiría alivio el saber que me he equivocado! Muchos fueron los testigos de su obra y muchos más hoy nos preguntamos ¿no llegó la hora de hacerle un reconocimiento a tan visionario personaje?
No en vano le precedían 14 años de experiencia en el manejo del tema gremial en asuntos del comercio; había sido director seccional de la Federación Nacional de Comerciantes (FENALCO) en el Departamento del Cauca, cosa que muy pocos amigos conocían. Se sabía más de él porque entre los años 1961-1962 se desempeñó como Comisario del Putumayo, traía como encargo especial del gobierno nacional imprimirle una buena dosis de honestidad a la cosa pública, que efectivamente la inyectó. El inmenso cariño por este territorio terminó seduciéndolo y echó raíces aquí. Solamente cuando las enfermedades propias de la edad lo aquejaron consintió ser trasladado a Estados Unidos para volver a Cali luego, donde terminaron sus días a la edad de 75 años.
Para quienes disfrutamos de su amistad, para quienes lo conocimos de cerca, no nos cabe duda alguna que este antioqueño nacido en Jardín en el año 1916, tenía muchas cosas en la cabeza. Precisamente su agilidad mental, cuando de administrar lo público se trataba, no iba a la par de sus manos: hombre pulcro, de manos limpias, cualidad extraña en el ámbito político. Sobre este aspecto se contaban muchas cosas. En cierta oportunidad un dirigente político que lo quiso ayudar, dada las difíciles condiciones por las cuales atravesaba Don Hernán, lo envió como jefe de Aduanas a Cúcuta para que “cuadrara” sus finanzas un poco. Es retroceder unos cuantos años para saber la importancia del cargo en ese lugar y por supuesto los miles de aspirantes a ocuparlo pues su frontera movilizaba lo más grueso del contrabando de aquella época en el país. Su carácter recto e intransigente frente a la corrupción terminó sindicalizando a todo el resto de agentes de aduana que haciendo “gavilla” lograron presionar su salida de allí en menos de un año.
A mediados de 1965 siendo Presidente Guillermo León Valencia, Hernán Ríos recibió el encargo directo de la Presidencia de la República para fundar Puerto Inírida en el ahora Departamento de Guainía. Del gobierno recibió en efectivo la cantidad de dinero necesaria para tal fin, la trasladó en mochilas y cuando de rendir cuentas se trató, justificó hasta el último centavo de lo recibido. En Mocoa aún hay testigos de ello, personas de su confianza que lo acompañaron en esa increíble aventura y cuentan en detalle toda la rica experiencia vivida. Ese era Don Hernán Ríos González.
Paradojas de la vida, a pesar de su gusto por la política, prefirió vivir en Puerto Asís. La razón de ello muy seguramente radicaba en el reconocimiento que hacía de sus gentes: emprendedoras y en su mayoría con raíces muy cercanas a su Antioquia natal. Dueño de un buen poder de convocatoria social le dio comienzo al Club de Leones y a la Liga de Comercio del Putumayo (1971-72-73 y años subsiguientes hasta 1984 cuando nace la Cámara de Comercio). Por boca de mi padre José María Revelo, comerciante de toda la vida, pude enterarme de muchos detalles de las reuniones que organizaban, pues cada vez que llegaba a casa después de una reunión, hacía comentarios sobre aspectos del desarrollo de la idea de Don Hernán. Sabían de los dispendiosos trámites que les esperaba, como casi todos los del Estado, a cuya cabeza se puso Don Hernán, para darle vida a la entidad gremial que el proponía como simiente de una futura Cámara de Comercio. Siempre lo repetía: “Puerto Asís es el centro comercial de este territorio y aquí se debe dar inicio a una institución gremial que le permita tener presencia nacional y ser vocera de las necesidades de los comerciantes y del desarrollo de la región.”.
Vueltas fueron, vueltas vinieron, reuniones más reuniones, discusiones, conciliaciones, comunicaciones iban, comunicaciones venían… y nace la Liga de Comercio del Putumayo. Recuerdo nombres de algunos que acompañaron a este Quijote paisa: Jorge Duque, Eugenio Giraldo, José del Carmen Camacho, José María Revelo, Hercilia Losada y Ramiro Valencia, y con seguridad se me quedan muchos otros nombres por fuera pero cuya presencia para entonces fue vital. Arrendaron un pequeño local en casa del señor José del Carmen Camacho (Calle 9 con Carrera 20) y con la Dirección Ejecutiva de Hernán Ríos González, dueño de la idea, comenzó a funcionar la Liga de Comercio del Putumayo. Sus relaciones personales, políticas, y el empuje vital de quienes lo secundaban, sirvieron para empezar prontamente a ser reconocidos como interlocutores válidos ante el Gobierno Nacional. Más tarde la oficina quedó pequeña y se trasladó entonces a la esquina de la carrera 19 con calle 11, diagonal a la Estación de Policía. Cuando la organización tomó vuelo, los comerciantes se distanciaron de Don Hernán quien dio un paso al costado, entendió que la criatura por él gestada requería nueva administración y presentó su renuncia. Como anécdota, imposible olvidar que simultáneamente con la renuncia pasó también la cuenta de cobro correspondiente a sus servicios prestados , cosa que tomó por sorpresa a muchos asociados (entre ellos a mi padre) quienes pensaban que el servicio era ad-honórem. Molestos inicialmente, entendieron más tarde que ese era un derecho legal adquirido por el tiempo servido, pero yo diría que más que eso, se hacía justicia por el tiempo y el empeño dedicado de varios meses a organizar el gremio del comercio que finalmente sirvió como punto de partida para tener lo que hoy conocemos como Cámara de Comercio del Putumayo. El resto es historia reciente.
Se dedicó en los últimos años que vivió en Puerto Asís a empujar otro proyecto quijotesco, esta vez político: el Nuevo Liberalismo que en el Putumayo había dado sus primeros pasos con el liderazgo de Armando Flórez Silva. En su pequeña oficina personal que se conocía como La Sinagoga nos reuníamos con sus mejores amigos y admiradores: Emilio Girón, Luis Delgado, Cecilio Ñustes, Yesid Antonio Giraldo, hombres de su generación. En un balde especial preparaban el famoso “coctel Sinagoga”, una mezcla de variadas bebidas cuya base principal era el brandy y a la que en broma y en serio atribuían poderes afrodisíacos. Al ritmo de la buena conversación los acompañábamos gente más joven (Luis Armando Sáenz, Diego Orozco, Alirio Romo), sus corceles políticos, y cuando Hernán Ríos empezaba a hablar solo y en voz baja sobre la fundación de Puerto Inírida, era la mejor señal que los tragos habían hecho su trabajo y era momento de dispersarse. A una hora no convenida pero bien calculada los nietos de sus amigos de generación pasaban por los abuelos, se los echaban al hombro y nos volvíamos a encontrar el domingo siguiente. Fueron muchos, incontables domingos…
No nos sorprendamos para nada que en una región donde a veces falla la memoria histórica y alguna gente se arma no precisamente de grandeza ética, grandeza de espíritu, le aparezcan dueños a una idea y realización que tienen nombre propio.