Un nazi en las selvas del Putumayo

Publimayo

El Espectador

Serie de crónicas del recién fallecido periodista Henry Holguín

Por: Henry Holguín, Cromos.


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En Colombia, en la selva del putumayo, muy cerca de la frontera con Ecuador, se encuentra un misterioso alemán, escondido desde hace más de veinte años después de una minuciosa investigación. Indicios serios que permiten pensar se trate de Martín Bormann, principal ayudante de Adolfo Hitler, su albacea testamentario y hombre de absoluta confianza.

Nuestros reporteros Henry Holguín y Rafael Rodriguez, buscaron al alemán y lograron fotografiarlo con la colaboración de las autoridades colombianas. Estas fotos y otras confrontaciones parecen indicar que, efectivamente, «el alemán del putumayo» puede ser Martin Bormann, el hombre más buscado en todos los tiempos.

Durante muchos años -desde el fin de la guerra- el paradero de Martín Bormann, segundo hombre de Hitler, ha sido uno de los más grandes misterios de la historia. De acuerdo con numerosas crónicas y relatos sobre los últimos días del Tercer Reich, Bormann fue de los pocos del séquito de Hitler que pudo escapar del asedio de las tropas rusas a la Cancillería en Berlín.

Sobre su presunto paradero -ha sido alternativamente “situado” en Rusia, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú- se han tejido muchas informaciones periodísticas.

Pero en 28 años, nadie ha podido confirmar si Martín Bormann sigue vivo y pudo ocultarse en algún rincón del mundo, huyendo de la justicia contra los criminales de guerra nazis. (El Tribunal de Nuremberg condenó a Bormann, en ausencia, a la muerte en la horca y el gobierno de la República Federal Alemana, ofrece cien mil marcos por su captura).


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Después de tanto tiempo en que el nombre de Bormann se convirtió en enigma histórico, CROMOS 7 DÍAS puede aportar algunos datos que permiten pensar que, efectivamente, «el nazi número dos» esté escondido en un lugar de Colombia, específicamente en la selva del Putumayo, a poca distancia de la población de Orito.

La historia, en la que trabajaron secretamente durante dos semanas dos reporteros de C7D, es esta:

En un paraje selvático llamado »La Hormiga», junto al río del mismo nombre, entre Puerto Asís y Orito, Intendencia del Putumayo, vive oculto desde hace 28 años -es decir, desde el fin .de la Segunda Guerra Mundial- un alemán, cuyos caracteres físicos y fisonómicos guardan sorprendente identidad con Martin Bormann y que confiesa tener 72 años, la misma edad del segundo canciller del Reieh. (Martin Bormann nació el 17 de junio de 1900).

BORMANN VIVE

¿Cómo llegó C7D al escondite .del supuesto Martin Bormann?
Hace dos semanas, dos reporteros de la revista, Henry Holguín y Rafael Rodríguez, fueron enviados al Putumayo para trabajar en un reportaje sobre el petróleo.
Los enviados de .C7D permanecieron varíos días entre Orito y Puerto Asís y la noche anterior a la fecha que habían dispuesto para su regreso a Bogotá, participaron en una reunión con técnicos de la Texas Petroleum Company destacados en la zona. En medio de la charla, uno de los ingenieros apuntó:

-Yo podría dar a CROMOS 7 DI AS «la chiva» periodística del año.

-¿Y cuál es esa chiva? inquirió Holguín.

-¿Qué tal que yo les dijera que Martín Bormann vive y que no está lejos de aquí?

A partir de ese momento, los reporteros •de C7D no hicieron más que insistir al técnico sobre el probable paradero del personaje más buscado en la historia. El informante espontáneo, que después retrocedió en su promesa, al fin accedió a brindar una orientación precisa:

-Si tienen tiempo y se exponen a las molestias del viaje, el lugar donde pueden encontrar a Bormann es en «La Hormiga», a unas tres horas de marcha de Orito.

EN LA SELVA

Holguín y Rodríguez partieron al día siguiente acompañados de un guía que prometió conducirlos donde el misterioso alemán. En el camino se enteraron de algunos detalles sobre el supuesto «Herr Bormann»:

El alemán se hace llamar «Don Juan» y declara el apellido Ehrmanri. (Curiosamente Bormann y Ehrmann, suenan parecidos). Vive escondido en un remoto paraje del Putumayo con su mujer, una indígena, su hija y un nieto. Los campesinos revelaron que el alemán nunca sale a ningún centro civilizado y a pesar de no tener bienes de fortuna, nunca le faltan alimentos ni ropa.

Su hija, de unos veinte años, es la encargada de recibir a cualquier extraño que llega a la casa -muy pocos, por lo apartado de la región- mientras el padre se esconde en el interior de la vivienda.

«Don Juan» es amable con los pocos vecinos de la zona. Y alguna vez dialogó con los campesinos sobre las circunstancias que lo hicieron llegar a Colombia. («Huyendo de Hitler, pues fui antinazi”).

Los colonos dijeron también que el alemán lleva en la región entre 25 y 28 años. Y mientras los enviados de C7D caminaban por la selva, el guía contó que la casa del extraño personaje está situada en un sitio estratégico, al pie de una colina boscosa, desde donde podían divisar, a distancia, a cualquiera que se acercara.

EL «RECIBIMIENTO»

La trocha que conduce a la casa del supuesto Martín Bormann, a mitad de camino entre Orito y San Miguel, termina directamente en un río, el «Hormiga». Al frente, una casa, no muy grande, construida sobre pilotes, para evitar inundaciones.

Los hombres de C7D comprobaron que era imposible llegar hasta el escondite del alemán sin ser vistos. Tan pronto estaban en el río, divisaron la casa.
En un portal de piso de tablas, sentadas en rústica banca, se encontraban tres personas -un hombre y dos mujeres-. Frente, en un pequeño patio sembrado de limoneros, retozaban en un charco de barro dos cerdos y ladraban dos perros escuálidos.

Cuando los periodistas volvieron la vista nuevamente hacia la banca, el hombre había desaparecido. Una de las mujeres hizo callar a los perros, y contestó el saludo que le hicieron del otro lado del río. La otra, una anciana indígena, entró a la casa donde se había refugiado el hombre.

Los reporteros cruzaron trabajosamente el río, con el agua a la altura del pecho y al arribar al otro lado; preguntaron a la muchacha cón1o se hacía para llegar «donde los indios». Hablando español, con marcado acento indígena, la mujer señaló el camino a través de la selva. Los enviados por C7D y el guía, atravesaron el terreno lo más lentamente •posible, tratando de captar todos los detalles de la casa y sus moradores.

La mujer, que después se supo era hija del alemán, no se despegó un solo instante de los visitantes, en el corto trayecto entre los dos caminos. Al pasar frente a la puerta de la casa, ni Holguín ni Rodríguez notaron nada anormal. Pero después, descubrieron a un hombre viejo, mal vestido; de mediana estatura, que los observaba fijamente desde la semioscuridad de la habitación. Y en sus manos, una escopeta de las que llaman “Boquifrías».

Rodríguez saludó: »Buenas…». El hombre no respondió. Los visitantes salieron de la finca, dirigiéndose hacia la trocha por un camino empinado. Rodríguez consideró oportuno sacar las cámaras -escondidas en un morral de fique- para imprimir unas placas de la casa. Al volverse, vio al alemán, a plena luz.

-Holguín, (gritó Rodríguez) mira.

El hombre que vieron tras la puerta, salía de la casa escopeta en mano y cruzaba el río apresuradamente. Su propósito -pensaron- escapar o cortar la retirada a los intrusos. Los enviados de C7D corrieron hacia el otro lado, refugiándose a unos 300 metros de la casa. El guía, jadeante, «pidió cacao»:

«Miren: ustedes páguenme y déjenme ir. Yo no quiero líos… »

Los de C7D le entregaron 200 pesos y el guía se perdió en la selva. Los periodistas quedaron solos. Eran las cinco y media de la tarde. Sentados bajo un árbol, acordaron no volver a tomar la trocha hasta no tener la seguridad de que el alemán había vuelto a la casa. (El recuerdo de la escopeta, recomendaba esa precaución).

-«Tendremos que dormir aquí…» dijo Holguín. Y así lo hicieron.

La noche transcurrió en medio de terrible angustia. Los reporteros consumieron tres latas de salchichas que habían llevado como única provisión. Dos jugos embotellados se habían roto en la carrera y al miedo se agregó la sed.

Afortunadamente llevaban varias cajetillas de cigarrillos, pero a la media noche también se agotaron. El silencio lo envolvía todo o de pronto, estallaban cien ruidos diferentes. Silbidos, rugidos, gritos y gemidos que parecían de seres humanos. Y oscuridad total.

Por fin llegó la mañana. Holguín y Rodríguez, sin pegar los ojos en toda la noche y marcados por picaduras de mosquitos, decidieron atravesar el río iniciando penosamente el regreso al puesto de «La Hormiga».

Después de varias horas, cuando ya se sentían perdidos, divisaron las primeras casas. Inmediatamente se dirigieron al Puesto de Policía inquiriendo por «el oficial de mayor graduación». Respondieron que el comandante era un cabo, pero que casualmente se encontraba allí el Teniente Guillermo Vallejo Trespalacios, jefe de Control de Seguridad en • la Selva.

A la media hora, llegó el Teniente. Holguín le contó en parte la historia, sin revelar quién sospechaban podía ser «el Alemán de la selva». Se pidió protección para tomar fotos y después de evidenciar algunas dudas, el oficial accedió:

«Ya es tarde para regresar, pero salimos mañana muy temprano … «.

LOS «DEL CENSO»

Al otro día -cinco de la mañana- acompañados por el Teniente Vallejo y tres agentes, los periodistas recorrieron nuevamente el camino hacia la casa del alemán.

El Teniente accedió a hacer pasar como «empleados oficiales» a los enviados de C7D, con el pretexto de un censo agropecuario. Antes de llegar a la meta, visitaron distintas casas, donde fingieron «realizar el censo».

Por fin, al medio día, llegaron al río «La Hormiga». Esta vez, solo la mujer se encontraba en el portal. En el patio jugaba un pequeño de unos cuatro años. Como siempre, la mujer salió a recibirlos.

Holguín «abrió fuego»:

-Gracias a usted pudimos llegar donde los indios. Somos empleados del Gobierno y estamos realizando un censo …

Con la sospecha en el rostro, la mujer accedió a responder las preguntas de «los censores»:

-¿Cuántas personas viven en esta casa?
-Tres. Mi madre, mi padre y yo.
-¿y el niño?
-‘Es el nietecito.
-¿Podemos hablar con su padre?
-Más bien no, él está muy enfermo …
Holguín, Rodríguez y el Teniente Vallejo, se dirigieron resueltos a la casa. Entró primero el oficial a una habitación con dos camas rústicas, de cedro, cubiertas por mantas indígenas. Varias maletas, una encima de otra y un radio en el que sonaba música clásica. En otra pieza, dos camas recién tendidas. Y en la cocina, al fondo, el alemán.
Cuando se topó a los visitantes, el hombre sudaba…En sus manos, un morral con ropa y al lado, la escopeta. Al ver al Teniente, «Don Juan» desarrugó el ceño y se mostró más tranquilo. Aquel anciano que tenían enfrente los enviados de C7D, podía ser Martín Bormann.

 

«YO SOY ALEMAN»

Los reporteros, siempre con el cuento del censo, comenzaron las preguntas, que el viejo contestaba con frases recortadas.
A primera vista parecía un campesino corriente, vestido con pantalón caqui, lleno de remiendos y camisa de zaraza. No llevaba zapatos y sus pies, escamados, se veían acostumbrados a la dura vida en la selva.

Un pequeño sombrero, que en cierta forma recordaba los típicos de Baviera, cubría su cabeza. Siempre con el pretexto del censo, lograron que el alemán saliera a la puerta, para mostrar los caminos que utilizan los indígenas.

Tan pronto salió de la oscuridad; Rodríguez comenzó a disparar Su cámara.

-¿Esas fotos -preguntó el hombre evidentemente irritado- para quién?
-El gobierno quiere tomar fotos de cómo viven ustedes para ayudarles a resolver sus problemas.
-Yo no tengo problemas. Lo único que quiero es que me dejen tranquilo.
-¿Usted -preguntó Holguín- es extranjero, verdad?
-Sí, soy alemán.
-¿Y cuántos años hace que vive en Colombia?
-Hace treinta años.
-¿Y desde que llegó se metió en la selva?
-Sí, me gusta la selva. Además, después de andar y andar, uno tiene ganas de quedarse en un sitio y formar un hogar.
-¿Y en qué año llegó usted a Colombia?
-En 1926… (Antes, había dicho que llevaba 30 años en Colombia. La guerra terminó hace 28. Ahora afirmaba que había llegado en 1926).
Pero «Don Juan Ehrmann» seguía hablando: -Antes de venir a Colombia estuve en Ecuador. Pero me gustó más Colombia. País muy progresista.
-¿Y qué lo impulsó a venir a la selva?
-Ya le dije que me gusta la selva.

Mientras los hombres conversaban, las dos mujeres -madre e hija- salieron a la puerta. Rodríguez las invitó a tomarles unas fotos. El anciano dejó de sonreír, pero inmediatamente recuperó su expresión amable.

La hija accedió a sentarse en la banca, pero la madre se encerró en su cuarto. El alemán, en dos zancadas, llegó hasta la pieza y los periodistas escucharon una agitada disputa en el dialecto de los indios. (Don «Juan» habla la lengua indígena mejor que el español). Cuando ambos regresaron, el alemán siguió contestando las preguntas «de los del censo»:

-¿Y usted siempre ha vivido en este sitio?
-No, antes estuve en Mocoa, pero me aburrí.
-Señor ¿y cuántos años tiene usted?
-Setenta y dos.

Al fin, los reporteros se despidieron y con el teniente Vallejo y los 3 agentes regresaron
a Orito llenos de dudas sobre la identidad del supuesto Martín Bormann.

ESTE ES BORMANN

Tres días después, Holguín y Rodríguez estaban en la redacción de CROMOS 7 DÍlA en Bogotá. A Susana de Arias, encargada del archivo fotográfico, pidieron el «Dossier» correspondiente a Martín Bormann. En él, encontraron solo una foto, la de un alemán de facciones vulgares, un poco grueso, vestido con el uniforme oficial de la Lufftwaffe. Y atrás, esta leyenda: «Martin Bormann, nacido en 1900, ayudante de Hitler».

A primera vista era difícil encontrar entre Bormann y «el alemán del Putumayo» alguna similitud. Descorazonado, Holguín esperó a que fueran reveladas las fotos traídas de la selva.

Cuando salieron las fotografías, el primero que las vio fue José Pardo Liada. Las reunió junto a la foto de Bormann de hace treinta años y después de confrontarlas despaciosamente, gritó:

-Maldita sea, este es Martín Bormann.
Pardo Liada con las fotos, se dirigió al editor Fernando Restrepo. Tras él, Holguín, Rodríguez, Fernando Zamorano y el fotógrafo Serrano. Todos observaban nerviosamente las fotografías y fueron descubriendo sensacionales coincidencias:
-Los ojos son iguales, la boca; también las orejas, la nariz…
– i La cicatriz! exclamó Restrepo.

Y descubrimos que, efectivamente, la famosa cicatriz de Bormann, su detalle personal característico, aparece precisamente en el mismo lugar del rostro «del alemán de la selva»: debajo del ojo izquierdo.

Siguieron días de trabajo en los que participaron, junto a Holguín y Rodríguez, Fernando Zamorano, Orlando Gómez León, Vicente Stamato y el dibujante de la Sección de Arte Luis Mejía.

Repasamos 25 libros sobre la Segunda Guerra Mundial y conseguimos montones de fotos de Bormann. Al final llegamos a la conclusión de que existían pruebas más que suficientes para relatar esta historia y ofrecerla a la opinión mundial.

LAS 14 PRUEBAS DE CROMOS 7 DÍAS

1.- La cicatriz que identificó siempre al «Nazi número Dos», partiendo de la comisura del ojo izquierdo, aparece exactamente igual en las fotos del alemán que encontró C7D en el Putumayo.

2.- El ojo izquierdo de Bormann, en 1945, comenzaba a ser estrábico, a raíz de la herida origen de la cicatriz. Y «el alemán del Putumayo» tiene el mismo ojo, también estrábico.

3.- Existe una curiosa similitud fonética entre el apellido Bormann y el que dice tener «el alemán de la selva»: Ehrmann. ¿AI cambiar de apellido acaso quiso guardar, sicológicamente, algún resto de su verdadera identidad?.

4.- Martín Bormann, como confirman decenas de libros sobre el Nazismo, era un hombre de «estatura mediana». En las fotos de nuestro alemán, se comprueba que la estatura también coincide, así como ciertos rasgos característicos del jefe adjunto de Hitler. (La forma de dejar caer los brazos, la estrechez-de los hombros enjutos).

5.- Los principales rasgos fisonómicos del alemán de la selva (trazo de la boca, belfo, nariz, barbilla, base frontal, arcos superciliares) coinciden exactamente con 17 fotos distintas de Bormann coleccionadas, posteriormente por C7D.

6.- Actualmente Martín Bormann debe estar calvo, al menos en la parte superior de la cabeza. En las últimas fotografías tomadas al Nazi No. 2, poco antes de la fuga de Berlín, se- aprecia que tenía poco pelo. (El alemán de la selva, en ningún momento accedió a que se le fotografiara sin sombrero).

7.-lnterrogacto «el alemán del Putumayo» por C7D, dijo tener 72 años. Exactamente la misma edad de Bormann, que nació en 1900.

8.- Todas las descripciones de Bormann coinciden asombrosamente con las del alemán (hombre de mediana estatura, cargado de espaldas, de facciones toscas, hombros estrechos etc). Tal vez la única diferencia entre «nuestro alemán» y el Bormann de 1945 está en la complexión física. El Bormann del Tercer Reich era un hombre robusto, «con cuello de toro» -repiten las crónicas de la época- mientras «el alemán de la selva» se ve delgado y canijo.

¿Pero acaso más de veinte años en la selva no pueden haberlo transformado? ¿Y el propio Bormann, en su afán de no ser identificado no trataría también de adelgazar?

9.- El alemán del Putumayo, no sale nunca a ningún centro civilizado. Huye del contacto con la gente. La Texas Petroleum Company debía pagarle cierta suma por la compra de un terreno y durante tres meses le rogaron «que bajara a Orito», el pueblo más cercano, para recibir su plata. El misterioso alemán se negó a salir y los representantes de la T. P. C. tuvieron que ir hasta «La Hormiga» para entregarle el dinero.

10.- Las fotografías del nieto tomadas por C70 revelan cierto parecido con el Martín Bormann joven, lo que constituye interesante dato de coincidencia genética.

11.- Las declaraciones suministradas a C70 por gentes de la región, indican que el alemán llegó a Colombia, poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial. (Dos o tres años más tarde).

12. Las manos de Bormann, como es sabido, rara vez son iguales las manos de dos personas. Observando las fotografías de la mano derecha de Bormann, comprobamos que los dedos anular y central o del corazón son del mismo tamaño, mientras que el índice resulta demasiado corto. Las manos del «alemán del Putumayo» tienen exactamente las mismas características.

13.- El Departamento de Arte de C7D por medio del dibujante Luis Mejía a quien no habíamos mostrado ninguna foto del alemán de la selva- hizo una concepción, sobre un retrato de Bormann, de cómo podía ser ahora, 28 años más tarde. «El Bormann» de Mejía, resultó sorprendentemente parecido a las fotos de nuestro alemán.

14.- Posteriormente, el mismo dibujante hizo un bosquejo -a escala- del anciano alemán, «rejuveneciéndolo» paulatinamente hasta lograr que sobre los mismos rasgos, sin cambiar ningún trazo, apareciera, reveladora, la imagen del Bormann de 1945. Colocando el dibujo de Mejía sobre un iluminador y poniendo encima la foto, encontramos que los rasgos de uno y otro -Bormann y el alemán de la selva coinciden impresionantemente.

*Publicada el 20 de marzo de 1972

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