Sufriendo toda clase de dificultades, soportando la indiferencia y en algunos casos el rechazo de la gente y siempre señalados de ser mandados por la guerrilla, nuestros campesinos putumayenses continúan marchando y desafiando la adversidad, para exigir condiciones de vida más dignas para ellos y sobre todo para sus hijos. Su espíritu inquebrantable rechaza la guerra y su caminar persistente busca la paz y con el retumbar de su paso empiezan a tambalear en Colombia las trincheras, los campamentos y los altares políticos de la guerra.
Demostrando un profundo sentido del valor de la vida y de la tierra, marchan por defender su territorio y su dignidad y desde este sentimiento rechazan que sus campos y sus caminos sean sembrados de muerte y desolación; que les fumiguen sus cultivos, sus animales y su esperanza para cosechar solo más hambre y miseria; que su territorio, que es también el nuestro, esté siendo saqueado dejándoles a ellos y a nosotros solo las sobras que desechan quienes explotan nuestra tierra, además de envenenar nuestros suelos y aguas.
Como siempre no se han hecho esperar los consabidos señalamientos irresponsables, malintencionados, tendenciosos y peligrosos contra nuestros campesinos y contra los dirigentes de las organizaciones sociales, campesinas, indígenas, afrodescendientes y sindicales del departamento. Comentarios e insinuaciones públicos y privados que estigmatizan la marcha y buscan deslegitimar su lucha, aduciendo que es obligada por la guerrilla, algo que se volvió repetitivo desde que la Seguridad Democrática acostumbró al país a llamar guerrillero y terrorista a todo aquel que se atreve a protestar y a soñar con una patria justa.
Los campesinos si marchan obligados. Obligados por el hambre, la miseria, la guerra, la muerte, el abandono estatal, la falta de educación, la falta de salud, la fumigación, la explotación inmisericorde del suelo, la persecución, la violación de sus derechos, etc.
Que poco conocen de la realidad de este departamento y de su gente y que equivocados están quienes rechazan la marcha y lanzan juicios temerarios, pretendiendo además que el buen campesino es solo aquel que agacha la cabeza, agarra diariamente el machete y el azadón y padece en silencio las injusticias que lo agobian y soporta sin protestar el saqueo de su territorio, la miseria y la violación de sus derechos.
Este escrito quiere expresar el reconocimiento, admiración y gratitud, que es el sentimiento de muchos putumayenses, a los campesinos e indígenas marchantes, hombres y mujeres humildes pero aguerridos, que llevan años de marcha y que en más de una ocasión han dejado sus viviendas y sus parcelas para recorrer los caminos intrincados y polvorientos y las carreteras de este departamento, para entregarnos su mensaje y su ejemplo.
Los señalamientos en contra de los campesinos y sus dirigentes contrastan y son desvirtuados cuando el Gobierno Departamental, los Alcaldes, los organismos de control y otras entidades públicas y privadas, se han sentado a dialogar con los campesinos y los representantes de las organizaciones y han manifestado su respaldo a su intención de participar de los diálogos de paz y a su anhelo de un mejor futuro para sus comunidades y familias.
AGUSTIN ORDOÑEZ GONZALEZ