Gobernar no es tan fácil como parece

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Jaime Erazo

En el país se ha vuelto costumbre analizar los primeros 100 días de gobierno del presidente de la república, costumbre que poco a poco se ha ido extendiendo a los alcaldes de los municipios y a los gobernadores de los departamentos.

Con el propósito de contribuir a enriquecer los elementos que permiten analizar y debatir cada caso en particular, expondré algunas reflexiones de carácter general que pueden ser de utilidad.

Gobernar no es tan fácil como parece, sobre todo cuando existen limitantes financieras, presupuestales, institucionales, políticas y sociales que dificultan su ejercicio. Pero, la mayor limitación o palo en la rueda del buen gobierno está al interior de los partidos o movimientos políticos a los que pertenecen los gobernantes y sobre todo en las personas, grupos o sectores de correligionarios incrustados al interior de las administraciones que con sus mezquinos intereses terminan acabando con la renovada esperanza de los ciudadanos tener un buen gobernante.


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El adagio popular que dice que “una cosa es cacarear y otra poner huevo” se puede aplicar a los gobernantes que una vez electos y en ejercicio de su cargo están en la difícil etapa de “poner el huevo” tan “cacareado” o anunciado durante su campaña política. En la realidad, el programa de gobierno es el que se cacarea o difunde ampliamente, el huevo es su concreción o ejecución.

Quien se postula como candidato a gobernar una entidad territorial debe estar dispuesto a asumir las responsabilidades que le corresponde, a sortear las dificultades que se le presenten, a dedicar plenamente cuatro años de su existencia al servicio del bienestar y desarrollo de quienes viven en su jurisdicción, a comprender a los demás, a soportar los ataques de sus contradictores, así como también, los insultos y las incomprensiones de los gobernados.

Gobernar no es tan fácil como parece puesto que los recursos con que generalmente cuentan las entidades territoriales son insuficientes para satisfacer todas las expectativas, las necesidades y los intereses de los gobernados, pero especialmente, el desmedido y exigente apetito de sus copartidarios y amigos. Gobernar como se dice popularmente produce canas y terminan con la privacidad y hasta con el matrimonio.

El triunfo de un candidato a alcaldía o gobernación produce tanta embriaguez y enajenación que tanto a los ganadores como a sus seguidores les hace ver todo fácil de realizar. Como en la fábula de Esopo, las características los estados de “mico” y “pavo real” se manifiestan con exactitud en celebraciones estrafalarias (vivas, gritos, aplausos, besos y abrazos, desfiles, discursos, música, baile y mucho alcohol) seguidas de expresiones prepotentes como “ahora si acabamos con la corrupción” y “llegó el gobierno de las oportunidades y trabajo para todos”.


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A la luna de miel le sigue la luna de hiel, cuando se cumplen los 100 días de gobierno, los ciudadanos apenas están comenzando a salir del sopor triunfalista para encontrarse con la cruda realidad: el gobernante en su trato y relación con los demás ya no es el mismo, ha cambiado radicalmente, el poder por un lado y la angustia de faltar a sus promesas electorales lo han obligado a sustraerse de su normal y habitual relación social para esconderse en su despacho donde, escudado en el trabajo administrativo, escasamente recibe a uno que otro ciudadano cubriendo sus debilidades administrativas y presupuestales con justificaciones que generalmente recaen en sus antecesores.

Todas las ilusiones y expectativas puestas en el gobernante de turno comienzan a derrumbarse con tanta facilidad como un catillo de naipes y los 4 años de los gobiernos pasados comienzan a repetirse con más de lo mismo: imposibilidad presupuestal y administrativa para cumplir con compromisos adquiridos, sectarismo político exacerbado por los intereses de algunos miembros de su colectividad o personas allegadas, impotencia para manejar la monstruosa corrupción que como el ojo del huracán termina destruyendo sus más caros principios para finalizar participando, a través de terceros o testaferros, en actuaciones dolosas, etc., etc.

Gobernar no es tan fácil como parece, las decisiones de los gobernantes, buenas o malas, afectan a todos los que habitan el territorio de su jurisdicción, sean ricos o pobres, católicos o evangélicos, rojos, azules, verdes o amarillos, blancos, indios, negros o mestizos, hombres y mujeres, niños, adolescentes, jóvenes, adultos o ancianos. La aspiración que cada 4 años tiene un pueblo es lograr un buen gobierno, es decir, un gobierno que sea eficiente, eficaz, honrado, transparente, equitativo, justo, democrático, participativo, incluyente. No es fácil lograrlo, sobre todo en un medio en donde unos pocos se han habituado a vivir a costa del atraso y la miseria de los muchos transgrediendo principios y valores.

Finalmente, los 100 días de un gobierno son importantes porque permiten identificar la caracterización y la tendencia de un gobierno que bien puede marcar la diferencia o ratificar la continuidad del viejo libreto de gobernar con distintos actores.


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