María y sus dos hijos

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Esa mañana de un mes de abril de un año cualquiera María de costumbre se levanto con el despuntar del alba y en su ritual jornada encendió el fogón de leña para preparar el primer café del día.

Sus cuatro hijos de 15, 13, 8 y 3 años de edad, aun permanecían dormidos, la mañana era fría, la lluvia había acompañado todo la madrugada y apenas medio escampaba.

Humberto de los Ángeles, ya se encontraba en los cultivos cocaleros junto con otros hombres quienes se disponían a comenzar la jornada de raspe de la hoja de coca, cuando fueron advertidos por la presencia de varios hombres uniformados y con armas de fuego al hombro quienes se detuvieron frente a los cocaleros.

Uno de ellos saludo con los buenos días, mientras se daba paso entre las matas de coca al tiempo que pregunto por el dueño del cultivo.


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Humberto de los Ángeles alzo la mano y con voz firme dijo: -Soy yo-

Minutos más tardes los guerrilleros habían llegado hasta la casa de María en compañía de Humberto de los Ángeles, quien le exclamo a María: -Traiga a los niños-

El jefe guerrilleros, de piel curtida por el sol, ojos negros azabache y voz ronca, pregunto por las edades de los niños mayores que ya se veían como adolecentes.

-15 y 13 años- exclamo María


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– ya están creciditos- dijo el jefe guerrillero

-El mayor se va con nosotros-, -no hay nada más que decir-

Esas palabras retumbaron en la mente de María, mientras que se aferraba a sus hijos hasta estrecharlos en su pecho con desespero.

Humberto grito: -Nooooo-, – a mis hijos no, siquiere lléveme a mi, pero a mis hijos no-

No termino de pronunciar la última palabra cuando un fusil apuntaba en su frente mientras que el comandante guerrillero le decía: -Usted debe hacer un porte a la revolución-.

Cinco años y unos cuantos meses más tarde, María visitaba a su segundo hijo en un batallón militar donde prestaba el servicio militar obligatorio.

José acariciaba la cabeza de su madre reclinada en su pecho mientras le preguntaba por sus hermanos y por su padre.

-Mamá, le juro por este sagrado escapulario que le traeré de regreso a mi hermano mayor-

Se refería a Carlos Humberto, al mayor de los hijos de Humberto de los Ángeles y María, que 5 años atrás la guerrilla lo había reclutado.

A finales del año 2001, se registro un fuerte combate en zona rural de La Hormiga Putumayo, entre el ejército y la guerrilla de las Farc, el saldo de los combates 15 soldados muertos y un número no indeterminado de guerrilleros. Según el reporte oficial entre los soldados muertos figuraba José María, quien fue entregado en un ataúd forrado con la bandera de Colombia, a sus padres que lo velaron en la vereda donde nació.

María, y Humberto de los Ángeles, fungidos en la tristeza y el dolor lloraron a su hijo muerto mientras que se preguntaban por la suerte del mayor.

Tres años más tarde una tarde cualquiera a la casa de María, se presento un joven de contextura delgada, mirada triste y de piel amarillenta quien dijo traer noticias de Carlos Humberto.

Se trataba de un ex guerrillero que meses atrás había desertado y que por años fue compañero de Carlos Humberto.

-Señora vengo a traerle este sagrado escapulario de su hijo mayor-, -el murió en un combate a finales del 2001 y antes de morir me pidió que algún día le entregara este escapulario a usted-.

Hoy María, llora a sus dos hijos, y recuerda con aprecio a su esposo que decidió abandonarla por cuestiones del destino.

*Esta historia es real aconteció ene l departamento del Putumayo a finales de la década del 90 y principios del 2000. María hoy reside en Puerto Caicedo Putumayo junto con sus dos hijos menores. Ella es una victima más invisible del conflicto armado que vive Colombia.

Esta historia fue relatada en el pasado encuentro de mujeres victimas del conflicto armado realizado en Mocoa.-

German Ali Arenas Usme
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