Un viaje a los saberes ancestrales del alto Putumayo

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RevistaDiners – Diners estuvo con las comunidades inga y kamentsá en los rituales de limpieza, armonización y conocimiento ancestral. Así es la experiencia.

Foto: Óscar Mena

Todas las grandes bellezas ocultan sus secretos más profundos y el departamento del Putumayo no es la excepción. Su biodiversidad se equipara solamente con su riqueza cultural en donde indígenas, negros y colonos comparten esta tierra de historias y travesías de las que se puede ser parte si es aventurero o busca conectar su espíritu con la naturaleza y la sabiduría ancestral.

Las comunidades inga y kamentsá fueron las primeras en abrir senderos y parajes para disfrutar del Amazonas avasallante. Su estudio ancestral les otorgó un vínculo con la tierra y establecieron una comunión para dominar la meditación, la sanación y la protección atávica.

Expedicionarios, geógrafos y naturalistas que llegaron a estas tierras en busca del encanto de la selva, los ríos de color esmeralda y los atardeceres de embrujo, se quedaron por la medicina y el conocimiento de los taitas -como se le conoce a los médicos y conocedores de la cultura local-. Otros simplemente se dejaron llevar por los mapas trazados por los guías locales, quienes son imprescindibles para vivir esta ‘etno-experiencia’.


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Sibundoy, el valle de la limpieza ancestral

Desde que en 1492, el Inca Huayna Cápac conquistó este valle natural, los kamentsá comparten la tierra con los ingas y Sibundoy se convirtió en un territorio donde los afligidos del cuerpo y espíritu llegan en busca de respuestas y sanación.

Sus calles están enmarcadas por murales y su plaza principal por esculturas, que simbolizan la concepción sagrada de las comunidades indígenas que están amparadas por los dioses que rigen a la naturaleza, como es el caso de Matachín -que representa al sol con una cara roja y una campana en su mano derecha-.

Pintura de Franco Isidro Muchavisoy Narváez de la Fiesta del Perdón, en la que aparece la representación de Matachín (rojo) y San Juanes (negro).

Entre tanto a su alrededor, donde empieza el bosque, la meseta y las pendientes se encuentra el centro etnoturístico Kabëngbe (lo nuestro). Allí los kamentsá lo reciben con una armonización (limpieza de energía) de plantas medicinales que desprenden un aroma imperceptiblemente analgésico que agudiza los sentidos; seguido por un banquete manifiestamente medicinal con un hechizante aroma a tubérculos y vegetales preparados al vapor con los frutos de la chagra, es decir el cultivo ancestral, donde los indígenas agradecen la provisión cíclica de la tierra.

Música e historias kamentsá

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La comida está precedida por una muestra musical, a cargo del grupo Uaman Luar -liderado por el maestro en música Wilson Chindoy Jacanamejoy-, donde el visitante presencia un encuentro directo con el ritmo y las letras que hablan del orgullo kamentsá y las prácticas ancestrales de la comunidad.

Luego, los más curiosos tienen el privilegio de hablar con la abuela Antonia Zatiaca, quien alrededor de una fogata, relata historias de su juventud y, además, responde a interrogantes de la vida que solo demuestran sus años de sabiduría.

“Un hombre no quería estar con su mujer, así que se fue a un campo con la excusa de cultivar algo, sin embargo, se la pasaba echado por lo que le preguntaban que qué estaba cultivando. Un día decía papas, otro verduras y otro piedras. Nadie sabía cómo, pero al siguiente día aparecía una cosecha de cada una de las cosas que afirmaba tener”, reza la abuela Zatiaca.

La casona Machindinoy

Cada paso en este viaje está diseñado para que reciba revelación ancestral, que se le debe tomar con toda la seriedad del caso. Por eso, antes de terminar el día vaya a las afueras del municipio de Sibundoy donde se arremolinan los vientos hasta llegar a una casona de madera que lo recibe con máscaras, bolsos, pulseras y cuadros de las culturas indígenas que representan el saber ancestral del alto del Putumayo, como se le conoce a esta zona geográfica de Colombia.

Allí Gerardo Chasoy presenta una serie de instrumentos que están inspirados en los sonidos de lo más profundo del Amazonas. Armónicas, plumas, hojas, tambores, cuencos y flautas hacen parte de esta terapia de Ecos, Sonidos y Silencios, la cual se debe tomar en una silla y con los ojos cerrados.

“Con los sentidos del olfato y el oído, empezará a sumergirse en una presencia que no podemos explicar. Algunos la encuentran satisfactoria y otros sumamente incómoda, lo que revela lo que falta por mejorar en el cuerpo y la mente. Otros sienten calor o mucho frío y algunos se duermen y tienen sueños con soluciones a problemas de la vida cotidiana”, dice Chasoy, quien asegura pertenecer tanto a la cultura inga como a la kamentsá.

Limpieza con ortiga

Cuando el cuerpo entra en sintonía con la naturaleza y la mente se encuentra alejada del bullicio urbano es porque está listo para tomar la medicina ancestral originaria del Putumayo, en Ayen, la casa del saber ubicada en Tamabioy, a 13 minutos del centro de Sibundoy.

En este punto sagrado, en medio de cultivos de botilones (frutos rojos) y kunkunas (lulo silvestre), se esconden diferentes edificaciones de madera que sirven de hospedaje a los visitantes. Allí, con los brazos abiertos, el taita Juan Mutumbajoy recibe a todo aquel que se siente oprimido o tiene afecciones de salud.

“Soy médico profesional y el taita que preserva los saberes ancestrales de mi comunidad. He tenido muchas personas con problemas de salud que resolveremos con medicina ancestral y una buena alimentación. Eso sí, hay que aclarar que esta gente llega cuando no encuentran una solución en los principales centros de salud”, comenta Mutumbajoy, quien adornado con una corona de plumas, se dispone a limpiar a los visitantes con ortiga y oraciones ancestrales.

Cantos especiales

Con cantos, cuyas vibraciones perduran en la maloka de madera, se expulsan las malas energías que producen ira descontrolada, envidia y mortificación. Con la ortiga se golpea el cuerpo, lo que produce una ronchas que se disipan rápido y que dejan abierto unos cuantos poros para que salga lo malo y entre lo bueno. Y antes de finalizar, el taita Juan musita un consejo para que encuentre esa pieza faltante a su propósito de vida. Está usted en atesorar esas palabras.

Luego podrá reflexionar al ritmo de canciones autóctonas que se mezclan con música sacra, producto de la irremediable invasión española. Eso explica también la presencia de crucifijos en medio de máscaras con la lengua por fuera y antiguas pieles de leopardos, felino que simboliza protección de la comunidad indígena.

Una semana de preparación para la medicina ancestral

El taita Mutumbajoy recomienda tomarse una semana, o al menos tres días, para preparar el cuerpo y el espíritu para la toma del yagé. “Es importante que durante esa preparación consuma alimentos naturales, preparados al vapor y lo más natural posible. Eso le ayudará al visitante a tener un encuentro sano y responsable con el yagé, que lo llevará a abrir su tercer ojo, conocido como el de la consciencia”, cuenta el mayor. 

Durante este tiempo tendrá un seguimiento especial por parte de la comunidad, que lo acompañará en el camino de la meditación y el autoconocimiento. A su vez lo llevarán por puntos privilegiados de la zona para el avistamiento de aves, la apicultura y el senderismo. También podrá sumergirse en talleres de creación de telares ancestrales y pulseras que aluden al viento, el aire, el fuego y otras fuerzas de la naturaleza.

La hora de la verdad

Ilustración en madera de las visiones del Yagé.

Con una mirada rápida Mutumbajoy sabrá si está listo para recibir el yagé, el cuál es preparado con hierbas ancestrales de las comunidades inga y kamentsá. “La ceremonia se hace de noche y con cantos especiales. Después de beber la medicina las personas suelen vomitar y luego adoptan una postura (acostados, en posición fetal o abrazando un árbol) y es allí donde tienen el encuentro con el saber que necesitan en sus vidas”, dice el taita Juan.

Murales que evocan a las diferentes visiones que revela la medicina ancestral.

Y es en el conocimiento, la medicina, la naturaleza y las comunidades indígenas donde radica la belleza del Alto Putumayo, donde además de revelar secretos ancestrales -que solo taitas reconocidos pueden compartir- dan muestra de un territorio en Colombia, que con el paso del tiempo, es cada vez más visitado por turistas europeos, americanos y nacionales que buscan con un corazón abierto empaparse de culturas que abren sus puertas para el conocimiento mundial.

Tenga en cuenta

El alto Putumayo cuenta con un clima tropical, en el que de marzo a principio de junio llueve bastante, por lo que debe llevar pantalón, camisa manga larga, botas y ropa impermeable. También es recomendable que lleve repelente contra insectos, bolsas plásticas y una toalla pequeña.


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