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Con verdaderas ansias pago un curso intensivo, a quien sea, donde sea y al precio que sea. Quiero, de una vez por todas, entender a los colombianos: cómo es que una inmensa mayoría de ellos se mueren de ganas por visitar el extranjero, sin conocer siquiera su país, tierra de inmensa belleza. Hace años descubrí que para muchos compatriotas la ciudad más hermosa de Colombia es Miami.
Con gran alegría, presento hoy a propios y extraños un territorio en estado de belleza casi pura: el Putumayo. Entrando por Nariño se goza de uno de los valles más hermosos de Colombia: el de Sibundoy. Es una taza de verdor que se columpia sobre los Andes. Por eso la llaman el Alto Putumayo. En el piedemonte se encuentra la región de Mocoa. Esta ciudad, capital del departamento, es envidiable. Se halla rodeada de bosques por todas partes, excepto por el sector por donde la carretera avanza hacia Puerto Asís. Una ciudad así, como Mocoa, me gustaría para vivir. Bosques por doquiera, bosques que son vida. Mandiyaco es un filigrana en la roca, tallada por el agua, en su desembocadura al Caquetá. Cascadas por doquiera. Caminé hasta la Cascada del Indio, de imponente belleza. El chorro ha tallado en la roca un hueco como un corazón y por allí se precipita el agua. En medio de lujuriante verdor otra cascada, Hornoyaco, se descuelga desde un balcón que mira la selva.
Recorrí el valle del Vides y miré con respeto sus rocas gigantescas en las que primitivos desconocidos y lejanos dejaron la maravilla de sus petroglifos. He aquí una hermosa aventura para los amantes de la selva: hacer el camino del oleoducto trasandino ya sea remontando la cordillera desde Orito hasta Monopamba o en sentido inverso.
En Puerto Asís se inicia otra aventura al alcance incluso de los no iniciados: el descenso del río Putumayo. Primero con Colombia a lado y lado, muy pronto, con Ecuador por la margen derecha y más abajo, pasadas las bocas del Gepi, con Perú por la margen derecha. En Puerto Ospina se puede admirar uno de los árboles más bellos de Colombia; imponente, domina el río y el poblado, cargado de quiches rojos y de nidos. Y se llega a La Playa. Quienes conocemos a Colombia y nos preciamos de ello, reconocemos a este Parque Nacional Natural como belleza Triple A, tal vez cuádruple A, de nuestra geografía. Los funcionarios del parque atienden con amabilidad. Así lo hizo con nosotros Ricardo Contreras. Y el viajero-nómada se va introduciendo, calladamente, quebrada La Playa arriba, hasta llegar al lago. En el libro de visitantes leímos que el denominador común de las notas dejadas por ellos es que han estado en el paraíso. Sí, señor. En el trayecto se ven poderosas águilas lanzarse sobre el caño y agarrar pescados que a veces les cuesta llevar por los aires. Son las águilas bocachiqueras. Pájaros, los que usted quiera y de los tamaños que usted imagine, vuelan por doquiera. Aventúrese, con permiso y con respeto total a la naturaleza y por la noche verá los caimanes negros. En el río Caucayá, otra de las entradas de La Playa, por la noche, la linterna hace aparecer el cauce como una calle iluminada por los stops, que son los ojos de las babillas.
Si usted topa en Puerto Asís a José María Revelo él contará historias divertidas, como aquella vez que se adentró por caminos lejanos y vio un letrero a la entrada de una finca. Se vende hoja de coca a tantos pesos la arroba . Sorprendido llamó a la dueña de la finca y señalándole el letrero le preguntó si no le daba miedo. Y ella con toda naturalidad contestó: Por qué?, si a ese precio está .
Putumayo, territorio sorprendente de Colombia!
ANDRES HURTADO GARCIA
31 de diciembre de 1995
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