Con lágrimas y sonrisas que sobrevinieron a múltiples abrazos, los colegios de Mocoa abrieron sus puertas este lunes, tras 17 días de la avalancha que arrasó con la vida de 321 personas. Profesores, rectores y estudiantes se buscaban entre las decenas de rostros para reconocerse entre sí y saber quiénes se habían convertido en sobrevivientes y quiénes no volverían a las aulas.
A las 7:00a.m. Cristian Cortés llegó a la institución educativa Ciudad Mocoa con una carta entre manos. “El día de hoy Dios y la vida nos brindan una oportunidad para seguir nuestro camino, para seguir soñando, para seguir amando. Es por eso que quiero invitarlos a todos a salir del lodo de la tristeza y a solo mirar hacia atrás para tomar impulso”, leería minutos después el personero estudiantil ante los asistentes.
Dos semanas antes estaba desesperado en el Instituto Tecnológico de Putumayo (ITP), que se convirtió por unos días en el albergue temporal más grande de la ciudad. Ahí llegó después de la noche del 31 de marzo, cuando milagrosamente su abuela Olga a la que llama mamá, su hermana y su tío se salvaron de morir ahogados en el barrio San Miguel porque se subieron al segundo piso de una casa grande, en la que sobrevivieron casi 100 personas, mientras veían a vecinos, amigos y conocidos pasar en las aguas bravas que traían consigo carros, enormes piedras y hasta postes de energía. (Lea aquí: La historia detrás de la foto del rescate del cuerpo de una recién nacida en Mocoa)
Fue el aviso de su tío lo que los salvó. El hombre alertó que las tres corrientes de agua que rodean la zona se habían crecido. Ellos corrieron hacia la montaña, donde había un puente colgante de madera para salir del sector, pero ya venía gente llorando y gritando que el lodo se lo había llevado. Así que apresuraron el paso para cruzar otro puente instalado sobre la quebrada Taruca, pero también había desaparecido. Los gritos se apoderaron de los vecinos atrapados en aquella calle, hasta que alguien divisó la edificación que los protegió.
“Ya no tenemos casa algunos de nosotros, en nuestros corazones sentimos la ausencia de nuestros familiares, amigos, vecinos, pero es por ellos que debemos seguir luchando y no desistir de este noble deseo de superarnos, de estudiar para cambiar nuestra situación y nuestra sociedad”, prosiguió en su discurso el joven de 17 años este lunes luego de una misa.
“Estoy seguro de que allá en la eternidad, justo en el cielo, han de estar ansiosos por ver cómo nos vamos a sobreponer a esta adversidad. Los invito compañeros a continuar”, leyó nervioso el estudiante del curso 11A. De los 30 alumnos inscritos en esa aula regresaron unos 18. Los demás fallecieron o huyeron despavoridos a otros territorios como Cali, Villa Garzón, Puerto Asís y Pasto.(Lea aquí: Los días en el hospital y el cementerio de Mocoa)
Esta mañana no se impartieron clases. Se llevaron actividades de socialización y se pintó un mural entre los participantes. Cortés le hizo un dibujo a Dios, “porque él hace cosas y uno no entiende. Para que se ponga serio”. La primera fase de regreso a las aulas cuenta con un acompañamiento psicosocial en las 51 de las 53 sedes educativas de Mocoa. Pablo Jaramillo, viceministro de Educación Preescolar, Básica y Media, explicó a este diario que las clases iniciarán paulatinamente, y ahora se lleva a cabo con 50 expertos el proceso de manejo de duelo.
“Hoy abrimos los colegios, se están realizando actividades lúdicas, actos simbólicos y liderazgos. El restablecimiento de la educación tiene que ser progresiva, no solo los niños sino los maestros han sido damnificados por el desastre, necesitan tiempo para vivir su duelo. Ha sido un día muy especial pero difícil porque muchos maestros dicen que no se sienten preparados, pero hay alegría por haber regresado. Estamos conciliando esas dos realidades: personas que están listas y otras que aún necesitan tiempo”, afirma Jaramillo. (Lea aquí: Diever Ramírez, héroe en la avalancha de Mocoa)
Aún no hay fecha formal de inicio de clases. Cristian está preocupado porque antes de la avalancha el coordinador de la institución y él consiguieron con un buen descuento un preicfes famoso de Popayán. Con este pretendían que los estudiantes de 11 se prepararan para obtener unos buenos resultados en las pruebas Saber, sin tener que salir del municipio. “Ahora eso está en veremos, y estamos en desventaja frente a los otros colegios del país. Yo quería ser abogado, ¿cómo voy a hacer para salir de aquí?, yo quiero mucho a Mocoa, pero quiero estudiar en una ciudad grande, despertar, conocer fuera del campo. ¿Cómo vamos a alcanzar un buen puntaje no solo para una beca sino para un buen préstamo?”.
“Quiero pedir muy humildemente que no cesen las ayudas para nosotros los sobrevivientes y damnificados, precisamente las necesitamos más ahora que estamos intentando comenzar de nuevo. Quisiera también que Mocoa cuente con un número de becas aseguradas para los estudiantes de grado 11 que lo perdimos todo, queremos estudiar, queremos irnos para volver muy pronto y engrandecer nuestro municipio, nuestra gente. No nos queda otra salida que estudiar, pedimos que nos ayuden”, concluyó en su discurso el joven estudiante.(Lea aquí: El pizzero que les cocina a los damnificados en Mocoa)
Profesores y alumnos se abrazaron este lunes al reencontrarse. / Foto: Gobierno
Entre lunes y miércoles se prestará el servicio provisional de transporte escolar desde los albergues hasta los colegios, mientras se regula el servicio con el operador. Pero hay niños que viven en zonas lejanas y este lunes, por ejemplo, debieron cruzar el río Sangoyaco por un tablón que la misma comunidad instaló. Llegaron mojados a estudiar. En los establecimientos educativos se pusieron a disposición 4.000 galones de agua para el consumo de los estudiantes y se instalaron tanques de agua potable, pero hay viviendas sin servicio de acueducto y no hay con qué bañarse para salir a estudiar.
Cristian se trasteó al segundo piso de la casa de una amiga de su abuela. Ya logra dormir un poco, porque el ruido de las ambulancias y los gritos humanos no retumban en las noches. Un recuerdo alegre le da ánimo en las noches más difíciles: Hace dos semanas los rumores hablaban de una segunda avalancha, y la gente se subió de un tiro a la loma donde está ubicado el ITP. “Chola”, una vecina popular en Los Laureles, caminaba angustiada por los salones de ese instituto y con su hijo de siete años colgado en su cuerpo. De repente, otro pequeño de 12 años se le atravesó y ella gritó de alegría y abrazó a su hijo a quien creía muerto. Quienes estaban ahí se acercaron, aplaudieron y lloraron de alegría, como si el hijo fuera de Cristian, de Andrés, de Johana, y de todos los presentes.
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