Para llegar al Curi Yacu**, “el río que contiene oro” en lengua quechua, hay que bajar al valle de Sibundoy. Desde el mirador del valle la vista de la selva es grandiosa. En el piedemonte están la cascada y el río. Sus aguas son mansas, quietas, cristalinas. En la evocación de aquel lugar, donde iba de niño, Carlos Jacanamijoy encontró, tres años después de terminar la carrera de Artes en la Universidad Nacional de Bogotá, la fuente de inspiración para su obra.
Recorrer hoy la sala de la Galería Duque Arango, donde expone hasta noviembre, es deambular como él por aquella evocación de la jungla de su niñez. En las obras expuestas, las manchas, las líneas, las transparencias se conjugan sin interrumpirse; el color va y viene, crea espacios, los acerca y los aleja, los abre y los cierra. En ese ir y venir las formas encuentran su ritmo. En algún recodo, quizá un detalle, un trazo, un punto, es suficiente para llamar la atención y entonces es posible imaginar los sonidos que fluyen de las pinturas y se engrandecen en el silencio. En la sala no solo hay formas y colores y trazos y sentimiento, también hay naturaleza y la naturaleza no está en silencio.
Así, entre colores y formas y más allá del silencio, iniciamos el recorrido por la obra de Carlos Jacanamijoy pintor colombiano, de origen Inga, nacido en Santiago, en el Putumayo. Jacanamijoy habla en voz baja, hace pausas, piensa y sonríe. Sus ojos tienen el brillo de quien deambula entre percepciones, formas y colores y se sorprende con lo que encuentra. Habla de su entorno, de su vida, de su cultura, del significado y la importancia en su obra de su origen indígena. Sus palabras son como las pincelada en sus pinturas. “Cuando comencé a pintar, dice, recreaba sensaciones y percepciones, por eso mis pinturas no tienen horizonte como en el paisaje. Pero tampoco son visiones literales de la jungla. En mis cuadros no hay tiempo ni espacio, no se sabe si es de día o es de noche, las luces se cruzan, se confunden, a veces hay cálidos nocturnos y a veces las sensaciones son subacuáticas o aéreas”.
Y cuando menciona los ángulos distintos que dan origen a sus sensaciones, llegamos a un cruce importante. Le pregunto por Auca, algo que no se ve, pero se pinta, según palabras de Álvaro Medina, el curador de una de sus exposiciones. “Cuando pinto”, dice Jacanamijoy, “lo hago desde el punto de vista del Auca, el ser libre, el espíritu del monte, de la selva, de la naturaleza. Las pinturas son la evocación de un caminar por la selva, pero no solamente está lo que yo veo, también está lo que siento: palpitaciones, sentimientos, sensaciones que llevo dentro y en algún momento salen representados en colores y formas. Al comienzo no estaba consciente de esto. Después de mucho reflexionar he llegado a la conclusión de que el Auca, el ser libre, el guía de las deambulaciones por la jungla, está en el origen de mi trabajo. Como pinto desde su punto de vista, en mis cuadros hay visiones aéreas, terrestres y subacuáticas. Lo que pinto no está allá donde lo puedo ver porque la naturaleza y el hombre están juntos, viven juntos, son uno. Mis cuadros son la representación de esa unión. En esa simbiosis con la naturaleza se da un solo ser y entonces los cuadros no solo son evocaciones de la jungla son la expresión de una vivencia interior”.
Se necesita tiempo, mucho trabajo y reflexión, en la soledad del estudio para elaborar el porqué de sus obras. “Siempre pinté, toda la vida. Cuando estaba pequeño dibujaba en cuadernos. Muy joven leí las biografías de Leonardo y de Miguel Ángel, cuando descubrí a estos maestros quise dedicarme a la pintura. Comencé a dibujar y a pintar, cuando llegué a la Universidad de La Sabana en 1983 ya pintaba, luego fui a la Universidad de Nariño, donde estudié cinco semestres, también hice dos semestres de Arquitectura y luego pasé por Filosofía y Letras, Literatura e Historia. Me demoré más de diez años en la búsqueda de mi camino en el arte. Cuando entré a la Nacional, mis compañeros, al ver que conocía técnicas y sabía pintar, me preguntaban de qué escuela venía y yo les respondía: vengo del Putumayo. Para mí, pintar era algo natural, como la gente que canta o toca un instrumento o como el nadador de río que sin haber aprendido la técnica para nadar en la corriente, la domina. Cuando llegué a la universidad ya pintaba al óleo, conocía la perspectiva, las técnicas como el esfumato o el claroscuro, las aprendí en mi casa solo. Lo único que quería era ser pintor, quería tener un estudio, estar rodeado de cuadros, quería ser artista”.
Carlos Jacanamijoy pinta todos los días en su estudio de Bogotá. Prefiere hacerlo en la mañana porque la luz natural está más acorde con sus vivencias. Le pregunto por el título de la exposición. Confluencias, dice. Le pregunto entonces cómo se dice en quechua. En su tono pausado y con la misma sonrisa, responde: “Se puede llamar Samay, como el suspiro. Cuando pasa un suspiro es porque confluyen las sensaciones”.
**Curi: oro. Yacu: agua en lengua quechua
Fuente : http://www.vivirenelpoblado.com/periodico/notas/14409-los-samay-de-carlos-jacanamijoy