Por: John Montilla
Eran las 10 de la mañana, un domingo radiante alegraba la luz; la ventana hace ratos se asomaba por el sol, pero a esa hora mi cama aún estaba durmiendo, cuando escuché el canto del vecino desde el gallo de al lado. Mi cama se levantó y vio que habían tirado la puerta por debajo del periódico. Alarmado leí que el peligro estaba en proceso de paz. La guerra decía que no era fácil terminar con los políticos. Entonces las elecciones me recordaron el día. Así que el baño corrió hacia mí. Tome una ropa fría y apresuradamente me vestí con la ducha sin planchar. Después el chocolate y el pan me prepararon un rápido desayuno. Acto seguido le lave los dientes al cepillo, luego el celular y las gafas me metieron en la mochila. Antes de marchar el libro “Neic Soña ed Dadelos .” me agarró y me metió debajo de su brazo. Al salir, la puerta me cerró la casa, y le ladré al andén que estaba durmiendo sobre un perro. Ya en la calle, me puse en la cabeza una canción y tarareando una gorra me fui por las elecciones hasta el lugar donde se estaba desarrollando el camino.
En el trayecto agarré un balón que iba corriendo detrás de un niño para que no lo atropellara la velocidad que iba con un conductor a todo vehículo. Regañé al carro, que se había puesto pálido del susto, luego el humo rugió con estrepito y se marchó dejando una estela de oscuros choferes en el aire. Indignado llegué a un puesto de información, pero con cortesía le pedí a un número de la mesa que me diera un computador, y me dieron una secretaria. Muy agradecido me fui de allí, la mesa me pidió que no votara por su candidato.
Cuando llegué con el portón hasta el centro de votación, saludé a la seguridad que estaba prestando unos policías. Requisé a uno y le pedí que se identificara, luego lo deje entrar. Ya en el interior, me dirigí al jurado y salude a las mesas, me pasaron las cédulas y el partido político me preguntó por cual jurado iba a votar. ( La consulta democrática de ese día era de los azules , por eso yo iba vestido de rojo, así que pedí un tarjetón verde para marcar por los amarillos.) Uno de los tarjetones me pasó un jurado firmado.
El cubículo vino hacia mí, y allí el candidato con mi lapicero me dibujo una X en el rostro; acto seguido doblé el lapicero, lo eché en la urna y luego me metí el candidato del tarjetón en el bolsillo. Fui a la cédula y una mesa me pasó mi jurado, saqué mi bolsillo y metí al jurado en la billetera. Le di las gracias a los tarjetones y me marche tranquilo para la casa.
Al llegar, me abrió la puerta y la casa entró en mí, la radio me encendió. La nevera vino hacia mí y un jugo con trozos de hielo me pusieron en un vaso. Un sillón se sentó sobre mí, y mientras el jugo se puso a esperar a sorbos el resultado de las elecciones, el hielo preocupado se iba tomando el recrudecimiento del conflicto, mientras yo me iba derritiendo lentamente ante el tremendo enredo que envolvía a nuestro país.
John MontillaEsp. Procesos lecto-escritores