SENA Putumayo
Dos máquinas de coser y una fileteadora son desde hace más de 10 años las compañeras permanentes de Maura Leonor Lara Bambagüé. Estas herramientas, además de ser en parte las generadoras de su sustento, son un escape a esos momentos de angustia y dolor consecuencia del conflicto armado que durante años se ha vivido en el Putumayo, sur de Colombia.
“Vivía en Puerto Caicedo, me dedicaba al comercio y además a la política. Era la década del 90 cuando todos los concejales del país fuimos amenazados por grupos armados ilegales. Sin pensarlo me tocó salir corriendo con mi esposo y mi hijo sin dejar huella”, comenta doña Maura mientras se sienta en una de sus máquinas a confeccionar un vestido que lucirá durante el fin de semana.
Huyendo de la violencia y después de varios años, Maura y su familia llegaron a Mocoa, la ciudad que recibe el mayor número de población desplazada. “Aquí nos tocó olvidarnos de todo y empezar de nuevo, no fue fácil, pero lo hicimos pronto”, afirma.
El arte de la confección
Sus prendas, aunque muy bien terminadas, son elaboradas de manera empírica y fue precisamente las ganas de continuar haciendo su oficio de manera profesional, lo que la acercó al SENA. “Los primeros cursos de formación que recibí fueron en Word y Excell, después de varios intentos por fin puede acceder al Técnico en Patronista Escalador en Confección Industrial”, comenta Maura, quien a sus 49 años tiene mucha vitalidad para continuar aprendiendo y seguir luchando para materializar sus sueños.
La pequeña sala de su casa se convierte todas las tardes en el lugar de práctica de los conocimientos adquiridos durante las clases. Mientras ella teje o hace arreglos de algunas prendas de sus clientas, orienta a la vez a sus compañeras en las tareas que les deja el instructor.
Aunque el curso está en plena etapa de aprendizaje, Maura y su equipo de trabajo ya han empezado a adelantar todos los trámites necesarios para la implementación de su unidad productiva denominada Creaciones Malela.
Nuevas esperanzas
Sin embargo, en este oficio y teniendo en cuenta su condición de desplazada, Maura sostiene que a veces pasa días difíciles: “Hay ocasiones en que uno quisiera ofrecerles a las personas que lo visitan una ‘aguapanela’ o algo y es duro saber que en tu casa no tienes nada”.
Teniendo en cuenta este tipo de situaciones que enfrentan varias familias de algunos aprendices en el país, el Departamento para la Prosperidad Social adelantó un convenio con el SENA para fortalecer la política de seguridad alimentaria. “Hemos hecho la alianza con el SENA para que sea nuestro socio implementador, para que a través de ellos podamos identificar a la población desplazada vulnerable y que adicionalmente se encuentre formando en cualquiera de los cursos de su oferta académica. El SENA pone toda la logística necesaria para que estos alimentos puedan llegar a las familias más necesitadas del Putumayo”, dijo Germán Narváez, director territorial del DPS en Putumayo.
De acuerdo con Milton Hernando Pérez Ordóñez, director del Centro Agroforestal y Acuícola Arapaima, “Con esta alianza se espera garantizar el alimento a los aprendices y a sus familias, lo que indudablemente permitirá mejorar su nivel de vida”.
Al igual que Maura, cerca de 50 aprendices y su núcleo familiar recibirán estos alimentos. “Esto es una gran ayuda para nosotras y nuestras familias, es como un respiro que el Estado nos da”, dice Maura al referirse a estas ayudas que según ella jamás ha recibido en los 13 años que lleva como desplazada.
Para Maura y sus compañeras, el SENA es la puerta que no sólo les da la oportunidad de formarse, sino de alcanzar sus sueños y transformar sus vidas. El aprendizaje que les ofrece la Entidad más la ayuda alimentaria del DPS las fortalece para crear empresa y ser más productivas.