En un mundo de engaño y mentiras, decir la verdad es un acto revolucionario. (George Orwell).
“¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar?” es el título de una conferencia dictada en Medellín por el historiador Frank David Bedoya Muñoz, en la que se refiere a las vicisitudes del Libertador en sus últimos años, las decepciones y ataques que sufrió tratando de hacer realidad su sueño de construir una nación bolivariana, conformada por las cinco que liberó del dominio español. Una nación que fuera fuerte y capaz de resistir la amenaza de posteriores dominios extranjeros. Ese anhelo prácticamente le costó la vida, porque le granjeo todo tipo de enemigos, calumnias y hasta intentos de asesinato, que finalmente acabaron por llevarlo a la tumba siendo todavía muy joven.
En uno de los apartes de su conferencia este historiador señala:
“La historia de los pueblos creados por Simón Bolívar, muestra que éstos no siguieron su enseñanza, no siguieron el rumbo que les trazó su padre. Gilette Saurat, en un breve párrafo relata lo que ocurrió después de la muerte de Bolivar: “Con la muerte de Bolívar acabó el tiempo de los héroes, y comenzó el tiempo de los asesinos. Santander regresó del destierro para presidir al fin solo los destinos de una república que repudiaría hasta el nombre de Colombia para tomar el de Nueva Granada. José Hilario López se instalará, también, con la frente en alto en el solio del primer magistrado del país, y lo mismo José María Obando. Desde entonces la vida política tendrá el semblante de esos hombres, estrechez, demagogia, crueldad. Bajo etiquetas diferentes, sus herederos ocuparán por turnos el proscenio. Se darán golpes de pecho en nombre de la patria, que no recibirá de ellos grandeza alguna, y del pueblo, que sólo conocerá la ignorancia, la miseria y la servidumbre. Así se preparará el soporte de una estirpe de tiranos que entregarán el continente a la explotación económica del extranjero”.
Es verdad. Desde entonces, desde la muerte del Libertador, esa ha sido la característica de los pueblos latinoamericanos y sus gobiernos, con una que otra excepción: ignorancia, miseria y servidumbre, entrega de la soberanía para que el pueblo sea sometido y permanezca arrodillado y sumiso. Y en ese marco de tiranía, todo aquel que se atreva a promulgar la independencia, la libertad y la unidad latinoamericana, a estar en contra o a oponerse a este orden de cosas será señalado, perseguido y desprestigiado.
Por eso algunos nunca quisieron a Hugo Chávez, aunque quienes soñamos con un futuro mejor para nuestros pueblos lo admiramos.
Se atrevió a declarar que su país era una nación libre y soberana y no se somete a ninguna potencia extranjera. Chávez se atrevió a nacionalizar el petróleo y otros sectores de la economía, estableciendo que el petróleo de Venezuela, es de Venezuela y de los venezolanos, no de las potencias extranjeras y sus empresas. Chávez se atrevió a utilizar la riqueza que genera el petróleo para hacerla llegar también a los pobres, con vivienda, salud, educación y comida. Mientras que acá lo normal es que la riqueza del petróleo es de las compañías extranjeras y de nosotros solo los huecos.
Hacer que la riqueza le llegue también a los pobres es lo que algunos llaman y condenan como Socialismo, pero en realidad es solo la aplicación práctica de la verdadera Democracia. Acá nos meten en la cabeza que democracia es votar cada cuatro años y el resto del tiempo dejar que hagan con el país lo que quieran.
Que se nacionalicen los recursos y la riqueza le llegue también a los pobres, son pecados imperdonables para el Capitalismo, el neoliberalismo y el imperialismo, que conciben al estado como un instrumento y a la pobreza como algo útil a sus propósitos.
Por eso a Chávez le inventaron y le siguen inventando toda clase de calumnias, para desprestigiarlo y de ser necesario preparar el camino para una invasión a su país. Como ocurrió en Irak, con Sadam Hussein, donde se inventaron la existencia de armas nucleares, que nunca aparecieron, como pretexto para invadir su país, asesinarlo, asolar a la población y apoderarse descaradamente de los yacimientos y la explotación petrolera. Eso le pasó a Muamar Gadafi (Muamar Muhamad Abu-minyar ell Gadafi), en Libia, quien fue entregado a las hordas para que lo asesinaran, por el pecado de no haber aceptado nunca arrodillarse ante el imperio. Eso le pasó a Jesucristo, quien se atrevió a anunciar la verdad la rebeldía en un mundo de mentiras y falsedad, y se atrevió a revelarse contra el imperio romano, por eso fue entregado a las hordas para ser asesinado y mostrado como escarmiento.
En la campaña de desprestigio que se hizo contra ellos hay dos características comunes: la primera, que los tres eran Presidentes de países con grandes yacimientos y producción petrolera, y la segunda, a los tres los señalaron de apoyar al terrorismo. En esta campaña de difamación hay varios personajes, gobiernos y medios de comunicación lacayos que han ayudado y ayudan a propagar y profundizar esa idea, sin importar si es cierto o no.
Al conocerse la noticia de la muerte de Chávez llamó la atención que un medio de comunicación en Colombia se refería a él como “el chico malo”. ¿El chico malo para quién?, porque para nosotros es ejemplo de unidad y libertad, quién fue capaz de retomar los sueños y esperanzas del Libertador Simón Bolívar, que algún día tendrán que convertirse en realidad.
“Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, imagina una bota aplastando un rostro humano incesantemente. Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”. (George Orwell)
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Felicitaciones y gratitud a miputumayo. com, especialmente a LUIS CARLOS CHAMORRO, por estos nueve años de servicio informativo y social al Putumayo.
AGUSTIN ORDOÑEZ GONZALEZ