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Por las calles de Puerto Guzmán, municipio de Putumayo, todos reconocen la cara de Rodrigo Rivera, lo saludan, lo quieren, y se lo hacen saber.
En un municipio de aproximadamente 4.500 habitantes en la cabecera municipal, él se ha dado a la tarea de advertir los rostros de cada niño, pero se ha embarcado en una empresa más complicada, difícil, llevarles la alegría que en algún momento perdieron.
Él es solo la cara de un proyecto con un nombre sin muchas pretensiones, lo que no desluce la tarea: Club juvenil recreativo y cultural Retorno de la alegría; Rodrigo es el coordinador. Son un grupo de jóvenes que recorren los 19 barrios de Puerto Guzmán llevando, por medio de payasos y juegos, sonrisas ambulantes.
Pero no se trata solamente de la felicidad, el propósito es que los niños adquieran una educación extraformal, una conciencia general de lo que cada individuo le puede aportar a la sociedad para la construcción de la paz.
Todo comenzó en 2001 con el apoyo de Unicef Colombia, ayuda que se diluyó debido a la retirada de la organización de la zona. Y es que el alza de población desplazada evidenció que los niños necesitaban una atención integral, una resocialización, tarea de la que, sin importar la ausencia de Unicef, el Club se encargó.
Después de un trabajo arduo obtuvieron el apoyo de la Alcaldía y de la sociedad misma.
Y es que ellos hacen lo que, a veces, a padres y profesores les falta: tocar el alma de los menores, darles un poco de amor, de felicidad y de valor.
Rodrigo, que dice que la mayor recompensa que tiene para su trabajo es la sonrisa de un niño,cree que este es un reconocimiento al trabajo silente, a ese que no hace grandes cambios ahora, pero sí para el futuro.