ElESpectador – Es la segunda vez que el encuentro colombiano de ecoaldeas y asentamientos sustentables se realiza en territorio indígena.
Por : Juan Carlos Rocha Pardo *
Una nueva versión del Llamado de la Montaña se realiza entre el 20 y 26 de enero en el cabildo Musu Runakuna, en zona rural de Mocoa, Putumayo, en el exuberante y paradisiaco piedemonte andino amazónico. Es la segunda vez que el encuentro colombiano de ecoaldeas y asentamientos sustentables se realiza en territorio indígena: en 2013 tuvo lugar en el resguardo Misak, en Guambia, Cauca, cuando más de 300 personas, entre indígenas, ecoaldeanos, activistas, académicos, políticos y curiosos, se reunieron para celebrar uno de los encuentros más concurridos y significativos de los 17 que se han realizado desde que fue creado el Llamado de la Montaña, en 2006.
Este encuentro nació en las montañas del Eje Cafetero, cuando cinco ecoaldeas de varias regiones del país (Pachamama, Anthakarana, Amandaris, Atlántida y AldeaFeliz) convocaron una “reunión familiar” de personas, en su mayoría de origen urbano, que habían emprendido una nueva vida en el campo. La pequeña reunión creció rápidamente, se conformó la Red Colombiana de Ecoaldeas (Renace), y se convocó a un nuevo Llamado, que se realizó dos años después en la ecoaldea, AldeaFeliz, a dos horas de Bogotá.
Desde entonces, la red procura reunirse una vez al año en “El Llamado de la Montaña”, con el fin de compartir las vicisitudes de la aventura, organizarse como red y recordar que no son los únicos embarcados en este sueño, cada vez más común y necesario. De hecho, desde 2012 la red fue rebautizada como el Consejo de Asentamientos Sustentables de América Latina CASA, nodo Colombia, y hace parte de la Red Mundial de Ecoaldeas (GEN por sus siglas en inglés), una “comunidad de comunidades” que hoy estima existen alrededor de 10 mil asentamientos sustentables o proyectos afines en 114 países -comunas, ecoaldeas, ecobarrios, propiedades colectivas, caravanas, entre otros-, y suman una población que ronda los 500 mil habitantes.
El cabildo Musu Runakuna también tiene una historia singular. Originario de Guayuyaco, entre Putumayo y Cauca, fue víctima del conflicto armado, y terminó desplazado de su territorio hasta asentarse en inmediaciones de la ciudad de Mocoa, tratando de resguardarse de la guerra entre guerrilla y paramilitares que asediaba su territorio. Luego de varios años de trabajo para reconstruir la vida, la avalancha de 2017 borró todo de repente. Aunque el paisaje era desolador, los Musu no lo perdieron todo: la comunidad se mantuvo unida, y sacaron la fuerza para levantarse y continuar.
Fueron reubicados en una finca de 69 hectáreas, y con el apoyo de la Ecoaldea Anaconda del Sur, ubicada en Mocoa, y de varios miembros de CASA Colombia, se gestionaron recursos del fondo EmerGENcies, con este dinero, el trabajo en minga y la fuerza de voluntad, empezaron a levantar su vida nuevamente.
“Fueron los 20 mil dólares mejor invertidos que yo he visto” dice Holger Hieronimi, un alemán radicado en Latinoamérica desde hace más de 30 años, quien hizo parte del equipo de CASA que participó en el proyecto, en el que se realizó el diseño regenerativo del nuevo territorio y se reconstruyeron varias capas físicas y comunitarias de este cabildo bajo principios de la permacultura, una ciencia de diseño que se basa en el aprovechamiento sustentable de los materiales disponibles en el entorno para satisfacer las necesidades sin alterar el equilibrio con el entorno.
En 2022, el cabildo logró la formalización del terreno, como parte de las primeras titulaciones a indígenas del gobierno Petro, nombrado como Resguardo Indigena Inga Musu Runakuna, que significa “Gente nueva”, donde planean desarrollar su plan de vida bajo la cosmovisión Inga y el buen vivir.
Además, en el Putumayo tienen lugar varios conflictos socioambientales con empresas mineras, cuya presencia amenaza la vida y el agua de la puerta de la amazonía. Dichas empresas han encontrado resistencia de parte de las comunidades que pretenden proteger la riqueza natural de este ecosistema único y abundante.
Así, este Llamado de la Montaña llega en un momento coyuntural, presentándose como una oportunidad para consolidar la alianza entre comunidades indígenas y personas de la ciudad que exploran estilos de vida alternativos en la naturaleza, una alianza que se viene gestando en distintos territorios del continente, y puede señalar sendas fundamentales para afrontar la crisis climática y sistémica actual.
Durante siete días se conformará una comunidad temporal entre indígenas, neorrurales, profesionales urbanos, representantes y miembros de movimientos sociales, comunidades campesinas y afrodescendientes, así como científicos, artistas, viajeros, filósofos, empresarios, expertos en temas de visión mundial y, en pocas palabras, personas que han atendido el llamado de la montaña; quienes compartirán una amplia diversas actividades, desde asambleas para reflexionar y planear acciones ante el contexto actual, hasta ferias de trueque, talleres, mingas, presentaciones culturales, espacio de conexión espiritual, fiestas y, sobre todo, conversaciones bajo la sombra de algún árbol, junto al río o la fogata, acerca de las anécdotas que surgen al construir la casa con las manos, cultivar los propios alimentos, educar a los hijos, recuperar la medicina natural, hacerse cargo de sus residuos, apreciar la restauración de los bosques que los rodean y defender el territorio de la amenaza del avance de la industria.
En último encuentro, en 2024, alrededor de 300 personas de distintos lugares de Colombia y el mundo se reunieron en la Red Kunagua, en Silvania, Cundinamarca, donde el arte fue la principal herramienta al servicio de la sensibilización y el cuidado de la naturaleza, reflejando los talentos de esta red de vecinos ubicada a 60 km de Bogotá, habitada por unas 100 personas que resguardan unas 60 hectáreas de bosque de niebla en proceso de restauración.
Allí, al final del encuentro, se entregó el cuarzo que ha viajado por los distintos territorios que han recibido el Llamado desde sus inicios, a una representante de los Musu Runakuna, quienes desde el próximo viernes serán anfitriones de este encuentro transformador, y son testimonio vivo de que este tejido alternativo, que lleva 18 años abonando territorios, es una fuerza que aporta al cambio y la regeneración, y una oportunidad de inspiración para quienes quieren tomar acción ante la crisis ambiental que estamos llamados a superar, siguiendo el ejemplo de una comunidad indígena entrenada para sortear las adversidades.
* Periodista independiente, fotógrafo, viajero y campesino, autor del libro de crónicas y fotografías “Un error en el sistema” (2015). Para más información sobre el próximo Llamado de la Montaña visita: www.llamadodelamontaña.org