Balso por coca en el Putumayo

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Balsamazonia – En los departamentos del sur de Colombia han desaparecido los bosques nativos de balsa debido a la demanda de empresas ecuatorianas. En los últimos cuatro años, pequeños agricultores han reemplazado la coca por este árbol maderable.

Por Olga Cecilia Guerrero / Red Prensa Verde

Por la misma época que la ‘fiebre de balsa’ se desató en Ecuador y Perú, también tuvo impacto en la frontera con Colombia. Un caso puntual es el de Maximino Morales, agricultor de La Carmelita, en Puerto Asís, Putumayo, quien antes de sembrar este árbol, trabajaba como muchos habitantes de esa región en la siembra de coca. Una planta extendida por todo el enclave amazónico, en la frontera con Ecuador y Perú, donde el conflicto armado y la histórica presencia guerrillera ha ido de la mano con los llamados cultivos de uso ilícito destinados al narcotráfico.

Para llegar a La Carmelita desde Puerto Asís, se cruza el río Putumayo en bote y se continúa por carretera unos 40 minutos. Fue aquí donde Morales escuchó por primera vez sobre la ‘fiebre de la balsa’ o balso, como se le llama en Colombia.


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Poco a poco el árbol se le metió en la cabeza. Averiguó por su cuenta y hasta viajó a Ecuador para conocer de qué se trataba el negocio. Para que no quedaran dudas, envió a sus hijos a trabajar en esa industria y cuando volvieron, no solo trajeron información, sino el contacto de una empresa ecuatoriana con la que harían acuerdos comerciales. 

“Fue un boom en el Putumayo, llegamos a vender camiones de balso ripado [en listones de diferentes medidas]. Sacamos unos listoncitos de 1,2 metros de largo y 15 de ancho. Un camión mediano cargaba 12 m³, que se vendían a unos USD 10.500. Una hectárea generaba carga para tres camiones, es decir producía USD 31.000, de ahí se sacaban los USD 10.500 que se invertían y quedaban USD 21.000 de ganancia neta”.

Foto: Maximimo Morales

De ahí surgió la idea de sembrar. Mientras sus hijos cortaban, él organizaba la siembra, narra a sus 50 años. “El árbol da una mazorca color café con una lana por encima, tiene unos triangulitos con semillas dentro. Una mazorca produce unas 2.000 semillas. Hace tres años y medio, sembré siete hectáreas y hoy están listas para corte”.

El pie de balso, que se llegó a vender a USD 1, ahora vale la mitad. Según Morales esto se debe a la inestabilidad política y social en Ecuador y “no quieren invertir si corren riesgo de perder”. “Pero aunque esté barato, una hectárea genera entre USD 10 y 15.000 en tres años”.


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En este momento, Morales tiene 12 hectáreas sembradas en su finca gracias a los Créditos Verdes del proyecto REM Visión Amazonía, que le permitió sembrar cinco hectáreas más. En total, 60 productores de la zona se han beneficiado.

“El balso ha sido una bendición económica para nuestra región”, afirma Morales. “Ni en el tiempo de los cultivos ilícitos, la coca me despertó tanto ánimo para cultivar”.

El productor destaca que esta madera genera jornales bien remunerados en comparación con otros en la zona. “Se emplea bastante personal en diferentes roles: cocina, transporte, carga, tala… Y no es tan duro cargarlo, así que el balso es beneficioso en todos los aspectos”.

Además, remarca tres bondades de la planta: su rápido crecimiento, su capacidad de atrapar más carbono y agua que otras plantas y, por si fuera poco, una vez talado, sus raíces sirven de abono para los suelos más áridos donde había cultivos ilícitos. 

Créditos verdes

El programa REM Visión Amazonía, gestionado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y financiado por los gobiernos de Alemania, Noruega y Reino Unido, busca proteger la Amazonía y reducir las emisiones provenientes de la deforestación.

Uno de sus componentes, el de desarrollo agroambiental, promueve proyectos en los principales sistemas productivos de la región amazónica. A partir de esto financiaron ocho líneas de crédito con el Banco Agrario, una para pequeñas plantaciones forestales. Se colocaron 1.064 operaciones, incluidas especies nativas como el balso, el cuyubí, marfil, chingalé, madura plátano y el azaí.

“Vimos que, por todo el departamento, especialmente en la frontera con Ecuador, estaban cultivando balso y, por otro lado, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) había hecho un piloto de créditos a partir del Programa de Restauración de Tierras”, reportó Yezid Beltrán, líder de este componente de REM Visión Amazonía.

A partir de este programa, la entidad financió al agricultor hasta USD 6.300 y otorgó créditos de hasta el 50% de incentivo al capital, incluyendo la asistencia técnica, condicionados a un acuerdo de conservación del bosque. Es decir, en un crédito de USD 5.200, el incentivo es de USD 2.600, la asistencia técnica vale USD 526 y 2.100 más van directamente a la deuda en el banco. Estos últimos recursos no se le entregan al agricultor. Este solo paga USD 3.100 al banco, cuenta Beltrán. 

El incentivo está condicionado al cumplimiento del plan de asistencia técnica, la correcta inversión del crédito y a que se mantenga el bosque en total conservación. 

¿Por qué eligieron el balso como especie promisoria? El líder de REM Visión Amazonía comenta: “Los agricultores nos decían que estaban llevando la madera que está en el bosque natural y por eso muchos querían cultivar. Con la observación de que en tres años se pueden hacer las primeras entresacas y además tiene un ciclo vegetativo corto, un mercado establecido y ellos ya tenían algunas experiencias comerciales con Ecuador, se promovió la línea de crédito”.

Para otorgar el crédito, el banco realiza una visita al predio del interesado, revisa las condiciones económicas y exige que cuente con al menos 10 hectáreas de bosque.

Beltran relata: “Levantamos un polígono de toda la finca y allí quedan las áreas productivas. Si es un pequeño ganadero que tiene 50 hectáreas, 30 para ganado y 20 en bosque. Se levanta el polígono con las 50 y se firma un acuerdo de conservación por esas 20 hectáreas. Ese polígono se envía al Instituto de Hidrometeorología y Estudios Ambientales (Ideam), que monitorea esa cobertura de bosques por satélite”.

Esta institución vigila el cumplimiento en la conservación del bosque desde la tecnología. En caso de detectar una falta, el agricultor debe pagar el crédito completo, sin incentivo y ya no se prestaría el servicio de extensión agropecuaria, además de responder por el delito de tala de bosques. Por ahora, no han tenido siniestros e incumplimientos. 

Sí, vía satélite, observan que en el predio se presenta una alerta temprana, acuden a un protocolo para que se verifique si es un incendio accidental, si fue provocado o si la persona está desarrollando otras actividades que indiquen cambios en el uso del suelo.

Registrada la plantación, a los tres años de cultivo, el propietario hace la solicitud de aprovechamiento de madera y la autoridad ambiental verifica que no proceda de áreas de bosque natural, sino de plantación debidamente registrada. 

Eventualmente, habrá una segunda fase de créditos verdes en la que otorgarán hasta USD 6.570, manteniendo el esquema dirigido al pequeño productor. Beltrán considera que este modelo se puede replicar a otros departamentos que tienen las mismas condiciones agroclimáticas, como Caquetá, donde lo han solicitado. 

Además, el técnico señala que esta experiencia con el Banco Agrario fue reconocida en la reciente Asamblea de AsoBancaria, por ser innovadora estructuración y en la incorporación de especies nativas de la región amazónica. 

Soldados del Ejército Nacional, que antes controlaban los cultivos de coca, ayudan en la siembra de balso – Foto: Maximino Morales.

Si bien Beltrán coincide con Morales en que no se han presentado problemas de plagas o enfermedades graves en el balso, alerta si se convierte en monocultivo podría generar situaciones fitosanitarias adversas y, por eso, recomienda la inclusión de diferentes especies. 

Para Maximino Morales lo que se necesita ahora es que el balso llegue al Presidente de la República y al Congreso para potenciar su mercado. El agricultor considera que sería un éxito porque, incluso, no se tendría que exportar, sino que se podría procesar y dar valor agregado en el país. 

“Hay que secarlo, eso implica un proceso donde lo hacen inmune, que no le entra ni una bala. Con él hacen carros blindados, bases de aviones y no solo lo compra un país, si no todo el mundo”, añade.

Pero Morales también señala las dificultades del programa de créditos verdes, como el alza en las tasas de interés y los permisos de Corpoamazonia, autoridad ambiental de la región, la cual, según el productor, no ha adjudicado licencias para el aprovechamiento.

“Corpoamazonia pone unos requisitos y pasa por encima de los campesinos. Nosotros queremos trabajar, somos gente humilde. Nos ponen miles de peros”, asegura. “Estamos haciendo un buen manejo al cultivo para no hacer tanta tala. Yo soy contrario a las talas”.

Al respecto se consultó a Corpoamazonia. Al cierre de esta investigación esta no entregó información sobre los permisos ni sobre su gestión en los dos proyectos con balso, las afectaciones en el territorio, las acciones frente a la comunidad, ni estudios sobre el estado actual de esta especie.

En su predio de La Carmelita en Puerto Asís, Putumayo, Maximino Morales explica sus inicios en el cultivo de balso.

Morales recuerda que falta más ayuda integral para los campesinos que quieren dejar la coca. También siente que no hay interés de algunas entidades por el balso como alternativa a los cultivos de uso ilícito. 

“El balso es muy distinto a la coca, en este momento ese cultivo no sirve para nada. No se sabe que pasará más adelante porque si no se apuesta por el balso, la gente volverá a la coca. Está en manos del gobierno, es un asunto grande y a largo plazo para la Amazonía”.

Foto de portada: Wajai Moisés Peas Senkuan


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