La defensora ambientalista colombiana Jani Silva fue nominada al premio Nobel de la Paz el año pasado. A fines de los años 90, a los dieciséis años, ella empezó a organizar a su comunidad para lograr en el 2000 consolidar la Zona de Reserva Campesina de La Perla Amazónica en Putumayo. Buscaban tener un desarrollo rural equitativo con proyectos agrícolas y de reforestación apoyados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La lucha para concretar estos logros no es fácil. Por un lado la amenaza de la guerrilla que los declaro objetivo militar, y por otro las compañías petroleras cuyos descuidos han contaminado las fuentes naturales de agua. Esta situación trajo aparejara deserciones.
En el 2008 se formó la Asociación de Desarrollo Integral Sostenible Perla Amazónica (ADISPA). Desde entonces Jani la preside con la convicción de lograr un cambio en la calidad de vida de sus pobladores. Entre otras cosas en el 2016 apoyaron el Acuerdo de Paz colaborando con el programa de sustitución de los cultivos ilícitos. Desde entonces 188 lideresas y defensoras de derechos humanos han sido asesinadas en el país, 10 de la región del Putumayo, todas indígenas, según el Instituto para el desarrollo y la paz (Indepaz). Se le suma el incumplimiento de parte del gobierno nacional una vez que desmalezaron los cultivos ilícitos. Los 1200 habitantes aun reclaman respuestas.
La nominación le ayudo a denunciar la situación: “(…) aquí han habido procesos que han sido acallados por la violencia. Hay mujeres muy luchadoras que no han podido seguir con ese trabajo porque la violencia, las amenazas y la discriminación son fuertes”.
El presidente Gustavo Petro propuso un marco de dialogo denominado Paz Total con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), un plan ambicioso para cesar con el derramamiento de sangre. Los sectores más vulnerables son las poblaciones rurales más aisladas a las que se la debe asistir y proteger. Los informes indican que es allí donde se reclutan a los niños para la lucha armada y las mujeres son sometidas a explotación sexual como forma de coerción.
Jani, quien fue víctima de siete intentos de asesinato, no baja los brazos, “No podemos huir ni dejarnos ganar por el miedo. Hay que seguir luchando (…) las amenazas contra el territorio nuestro lo son contra el mundo entero, porque tenemos que proteger la tierra que nos permite vivir”.