RAdioNacional – Marcelino Juagibioy Chazoy, revive las tradiciones de los pueblos indígenas Inga y Kamentzá con máscaras talladas en sauce y decoradas con mostacilla checa.
Todos los sentimientos y los diarios aconteceres de los pueblos indígenas del alto Putumayo, son inmortalizados por gestores culturales del municipio de Sibundoy a través de las máscaras talladas en madera y decoradas con mostacilla checa.
Es por ello que la felicidad que generan las nupcias matrimoniales o la alegría que provoca la abundancia de las cosechas de los cultivos de mora, maíz o cebolla llevaron a Marcelino Chasoy Juagibioy; indígena de los pueblos Ingan y Kamentsá a representar los rostros de hombres y mujeres a partir de trozos de árboles de sauce que en sus faenas diarias encuentra en las montañas del Valle de Sibundoy.
Cada máscara esconde su rito y tiene su propia historia, por eso en una de ellas, Marcelino se atreve a ‘contar’ lo que hace unas décadas vivió su tío a lado de su abuelo materno, cuando daba sus primeros pasos para unirse sacramentalmente con su amada.
Lo sucedido a su tío es un tanto jocoso, porque en su relato Marcelino emplea frases muy autóctonas que los pueblos indígenas utilizan en sus habituales conversaciones. Esta historia representada a través de gestos que fueron perpetuados en máscaras repujadas en madera y decoradas con diminutas pepas de colores, sucedió en 1958 y comienza de la siguiente manera.
“Hace 65 años cuando eran las 4:00 de la madrugada mi abuelo Pedro Juagibioy despertó a empellones a mi tío Manuel Juajibioy para que deje a un lado la pereza, se levante y prepare los productos con los cuales iba a pedir la mano de Mercedes; su amada. Fue entonces cuando entre pestañeo y pestañeo; Manuel logró ponerse de pie para alistar las ofrendas que pretendía hacer a sus suegros”.
“Una vez alistó una arroba de maíz y agarró 2 gallinas criollas que dormían en el soberado; lo único que alcanzó a hacer fue medio peinarse para salir a toda prisa junto a mi abuelo hasta la casa del taita Narciso donde le iba a pedir la mano de su enamorada”, recordó.
El asombro y la emoción que en aquel entonces reflejó el rostro de su tío Manuel, también impulsaron a Marcelino a plasmados en una máscara de madera. Esas y otras historias son las que representa a través de las máscaras en las cuales también personifica a los tradicionales Sanjuanes, personajes que hacen referencia a los hombres que en medio de todas sus particularidades, siempre andan con la lengua afuera.
“Esa es una manera de expresar su descontento o de rechazar aquellas imposiciones que en su época sufrieron las comunidades originarias por cuenta de la violencia y la injusticia social”, explicó el gestor cultural; mientras pule un pequeño madero
‘Bordando’ sobre la madera
Desde hace 14 años se dedica a la talla artesanal de máscaras en madera y durante ese tiempo ha elaborado más de 2.000 de ellas. Para darle forma al madero utiliza mazos, formones y gubias, proceso de transformación que según el gestor cultural tarda entre un día y tres meses, todo dependiendo de la complejidad de las figuras que desee representar.
Para inmunizar las máscaras, las somete a varios procesos de ahumado, los cuales asegura que tardan entre 3 y 5 días. El humo es su mejor aliado, pues su acidez al penetrar en la madera hace que las máscaras estén libres de plagas.
Cuando el secado de la madera se hace de manera natural, Marcelino subraya que ese proceso tarda hasta un mes.
“Una vez la máscara está lista se procede a la instalación de la mostacilla checa y la cantidad de pepitas a utilizar depende de su tamaño. Por ejemplo, para una máscara de un metro de alto por 36 centímetros de ancho se requieren de aproximadamente 7 libras de mostacilla, es decir de por lo menos 25.000 pepitas de colores”, explicó.
El recubrimiento de las máscaras con mostacilla es dispendioso y requiere de mucha paciencia pues en su decorado tarda por lo menos un mes. Hasta hace unos años las adhería a la madera con cera natural, sin embargo al notar que perdían estabilidad decidió unirlas con un pegante especial.
Sonriendo en Colombia y el extranjero
Marcelino se considera el artesano más feliz del Putumayo, porque a través de su manifestación artística revive las anécdotas familiares y sociales que por años perduran en la mente y en el corazón de las familias del Valle de Sibundoy.
Esas emociones lo llevaron a representar a su amada región en diferentes encuentros culturales, por eso a finales de junio de este 2023 representó al departamento del Putumayo en una exposición que tuvo como escenario el municipio de La Plata (Huila). Para continuar difundiendo las tradiciones de su pueblo natal, el 7 de julio participará en una feria de artesanos que se llevará a cabo en la plaza principal de la ciudad de Medellín (Antioquia).
Su principal objetivo es que los usos y costumbres de los pueblos Inga y Kamentzá traspasen fronteras y contagien de emociones al mundo. Es por ello que sus máscaras las exporta a Estados Unidos, México y Francia; países en donde asegura que son muy apreciadas las artesanías tradicionales que se producen en Putumayo.
En su taller artesanal conocido como ‘Shinyak’ que en su lengua materna significa tulpa, enseña esa milenaria tradición para que las nuevas generaciones no la dejen morir y la trasciendan a partir de la alegría, la tristeza y otros sentimientos que son un misterio en el corazón del ser humano.