Simón Bolívar y Manuelita Sáenz, historia de un amor épico

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  • Con motivo de la celebración del Día del Amor y la Amistad, el Archivo General de la Nación comparte algunas de las cartas de amor que se enviaron los dos próceres.

Bogotá, septiembre de 2022 (AGN). – La relación sentimental que durante varios años sostuvieron el Libertador Simón Bolívar y su enamorada, Manuelita Sáenz, en realidad fue un amor épico, de esos que como en la canción del puertorriqueño Jerry Rivera “quedan ya muy pocos”, mejor dicho, ya no existen.

Y es que su relación amorosa estuvo flechada no solo por cupido sino también por los ideales de la Patria Grande, pues como política y militar que fue Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru (Quito, 27 de diciembre de 1797 – Paita, Perú, 23 de noviembre de 1856) luchó hombro a hombro junto al Libertador por la independencia hispanoamericana del dominio español.

No en vano, en 1822 el general José de San Martín le otorgó el reconocimiento como ‘Caballeresa del Sol’, máxima distinción del gobierno peruano a los próceres de la libertad; y el Congreso de la Gran Colombia la ascendió al rango de Coronel por su gesta en la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, que marcó la independencia de Perú.

Y aunque después de su muerte fue denigrada y desterrada de su propia patria, la historiografía latinoamericana la reconoce como una  verdadera prócer, al punto de que en 2007 el gobierno de Ecuador honró su memoria al ascenderla al grado de Generala.


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Pero quizás el título que seguramente más la enorgulleció fue el de ‘Libertadora del Libertador’ que le otorgó el propio Bolívar por haberle salvado la vida en la aciaga noche septembrina (25 de septiembre de 1828) cuando le ayudó a escapar por una ventana del Palacio de San Carlos para salvar su vida de un intento de asesinato.

El amor de Simón Bolívar y Manuelita Sáenz comenzó el 16 de junio de 1822 en Quito (Ecuador) en medio de fuegos artificiales y repiques de campana tras la liberación de la ciudad. Desde entonces y hasta la muerte de ambos próceres, mantuvieron una relación clandestina para algunos historiadores, pero de conocimiento público según otros expertos.

Con todo, hoy cuando se celebra en Colombia el Día del Amor y la Amistad, el Archivo General de la Nación Jorge Palacios Preciado recuerda algunas de las más hermosas cartas de amor que se enviaron Simón y Manuelita, y que dan cuenta de la sensibilidad humana con que vivieron su idilio en medio del fragor de las batallas de independencia. (La transcripción es literal).

“Cuartel General en Guaranda a 3 de julio de 1822


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A la distinguida dama, Sra. Manuela Sáenz

Areciada Manuelita:

Quiero contestarte, bellísima Manuela, a tus requerimientos de amor que son muy justos. Pero he de ser sincero para quien, como tú, todo me lo ha dado. Antes no hubo ilusión, no porque no te amara Manuela, y es tiempo de que sepas que antes amé a otra con singular pasión de juventud, que por respeto nunca nombro.

No esquivo tus llamados, que me son caros a mis deseos y a mi pasión. Sólo relexiono y te doy un tiempo a ti, pues tus palabras me obligan a regresar a ti; porque sé que esta es mi época de amarte y de amarnos mutuamente.

Sólo quiero tiempo para acostumbrarme, pues la vida militar no es fácil ni fácil retirarse. Me he burlado de la muerte muchas veces, y esta me acecha delirante a cada paso.

Qué debo brindarte: ¿un encuentro vivo acaso? Permíteme estar seguro de mí, de ti y verás querida amiga quién es Bolívar al que tú admiras. No podría mentirte.

¡Nunca miento! Que es loca mi pasión por ti, lo sabes.

Dame tiempo. Bolívar”

“El Garzal, a 27 de julio de 1822

A Su Excelencia General Simón Bolívar

Muy señor mío:

Aquí hay de vivaz todo un hechizo de la hermosa naturaleza. Todo invita a cantar, a retozar; en fin, a vivir aquí. Este ambiente, con su aire cálido y delicioso, trae la emoción vibrante del olor del guara porque llega fresco del trapiche, y me hace experimentar mil sensaciones almibaradas.

Yo me digo: este suelo merece recibir las pisadas de S.E. El bosque y la alameda de entrada al Garzal, mojados por el rocío nocturno, acompañarían su llegada de usted, evocando la nostalgia de su amada Caracas. Los prados, la huerta y el jardín que está por todas partes, serviránle de inspiración fulgurante a su amor de usted, por estar

S.E. dedicado casi exclusivamente a la guerra.

Las laderas y campos brotando lores y gramíneas silvestres, que son un regalo a la vista y encantamiento del alma. La casa grande invita al reposo, la meditación y la lectura, por lo estático de su estancia. El comedor, que se inunda de luz a través de los ventanales, acoge a todos con alegría; y los dormitorios reverentes al descanso, como que ruegan por saturarse de amor…

Los bajíos a las riberas del Garzal hacen un coloquio para desnudar los cuerpos y mojarlos sumergidos en un baño venusiano; acompañado del susurro de los

guaduales próximos y del canto de pericos y loros espantados por su propio nerviosismo.

Le digo yo, que ansío de la presencia de usted aquí. Toda esta pintura es de mi invención; así que ruego a usted que perdone mis desvaríos por mi ansiedad de usted y de verlo presente, disfrutando de todo esto que es tan hermoso.

Suya de corazón y de alma, Manuela Sáenz”

“El Garzal, a 28 de julio de 1822

General Simón Bolívar

Muy señor mío:

Aquí estoy yo, ¡esperándole! No me niegue su presencia de

usted. Sabe que me dejó en delirio y no va a irse sin verme y sin hablar…con su amiga, que lo es loca y desesperadamente.

…aquí hay todo lo que usted soñó y me dijo sobre el encuentro de Romeo y Julieta… y exuberancias de mi misma. Manuela Sáenz”

“Quito, a diciembre 30 de 1822

A.S.E. El Libertador Simón Bolívar

Señor mío:

Yo agradezco a usted por el interés que toma sobre mi persona, porque usted bien sabe de mi presencia en cuerpo y alma a su lado.

Sobre lo que me dice usted en su carta del 25 del presente, me hace sentir la soledad que acompaña lo que es ahora la distancia.

Considéreme, usted su amor loco y desesperado por unirme hasta la gloria de su ser; supongo que se halla usted en igual condición como lo está la más fiel de sus amigas, que es: Manuela Sáenz”

“Cuartel General Pasto, a 30 de enero de 1823

Mi adorada Manuelita:

Recibí tu apreciable que regocijó mi alma, al mismo tiempo que me hizo saltar de la cama; de lo contrario, esta hubiera sido víctima de la provocada ansiedad en mí.

Manuela bella, Manuela mía, hoy mismo dejo todo y voy, cual centella que traspasa el universo, a encontrarme con la más dulce y tierna mujercita que colma mis pasiones con el ansia infinita de gozarte

aquí y ahora, sin que importen las distancias.

¿Cómo lo sientes, ah? ¿Verdad que también estoy loco por ti?…

Tú me nombras y me tienes al instante. Pues sepa usted mi amiga, que estoy en este momento cantando la música y tarareando el sonido que tú escuchas. Pienso en tus ojos, tu cabello, en el aroma de tu cuerpo y la tersura de tu piel y empaco inmediatamente, como Marco Antonio fue hacia Cleopatra. Veo tu etérea figura ante mis ojos, y escucho el murmullo que quiere escaparse de tu boca, desesperadamente, para salir a mi encuentro.

Espérame, y hazlo, ataviada con ese velo azul y transparente, igual que la ninfa que cautiva al argonauta.

Tuyo, Bolívar”

“Quito, septiembre 23 de 1823

S.E. Simón Bolívar Señor:

Bien sabe usted que ninguna otra mujer que usted haya conocido, podrá deleitarlo con el fervor y la pasión que me unen a su persona, y

estimula mis sentidos. Conozca usted a una verdadera mujer, leal y sin reservas.

Suya, Manuela Sáenz”

“Lima, a octubre 18 de 1823

Muy señor mío:

Tiene usted mi amor verdadero, con el prendimiento de mi corazón por usted. No me calmo hasta que usted me dé su explicación de su ausencia de usted, sin que yo sepa qué se ha hecho usted. ¿Es que no ve el peligro? ¿O yo no le intereso más que ayer? Decida usted, porque yo me regreso aun sin la gloria de usted, que no vacila en hacerme sufrir.

Suya, Manuela Sáenz”

“Cuartel General en La Magdalena – Lima

Octubre 29 de 1823

Señora Doña Manuela Sáenz

Señora:

Mi deseo es que usted no deje a este su hombre por tan pequeña e insignificante cosa. Líbreme usted misma de mi pecado, conviniendo conmigo en que hay que superarlo. Vengó ya usted su furia en mi humanidad. ¿Vendrá pronto? Me muero sin usted.

Su hombre idolatrado, Bolívar”

Fotos: Cortesía Archivo General de la Nación

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