San Francisco (P) despega en educación superior; la UniPutumayo sigue en modo avión

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Por: *Alexander Africano

Lo que hizo el 𝐚𝐥𝐜𝐚𝐥𝐝𝐞 de San Francisco, 𝗢́𝘀𝗰𝗮𝗿 𝗘𝘀𝗰𝗼𝗯𝗮𝗿, es simple y llanamente, gestión con impacto inmediato: ante la sequía de oferta educativa, salió a buscar una universidad hizo lo que la institucionalidad regional debería estar haciendo desde hace años: mover ficha por los jóvenes. Ante la ausencia de oferta educativa en el Alto Putumayo, decidió firmar un convenio con la 𝗜𝗻𝘀𝘁𝗶𝘁𝘂𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗨𝗻𝗶𝘃𝗲𝗿𝘀𝗶𝘁𝗮𝗿𝗶𝗮 𝗧𝗲𝗰𝗻𝗼𝗹𝗼́𝗴𝗶𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗔𝗻𝘁𝗶𝗼𝗾𝘂𝗶𝗮, llevando por primera vez a estos territorios opciones reales de formación profesional.

No se quedó en discursos ni en diagnósticos eternos: aterrizó cuatro programas universitarios de altísima demanda y pertinencia territorial: 𝗗𝗲𝗿𝗲𝗰𝗵𝗼, 𝗕𝗶𝗼𝗹𝗼𝗴𝗶́𝗮, 𝗦𝗲𝗴𝘂𝗿𝗶𝗱𝗮𝗱 𝘆 𝗦𝗮𝗹𝘂𝗱 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗧𝗿𝗮𝗯𝗮𝗷𝗼 𝗲 𝗜𝗻𝗴𝗲𝗻𝗶𝗲𝗿𝗶́𝗮 𝗔𝗴𝗿𝗼𝗻𝗼́𝗺𝗶𝗰𝗮, una oferta que por sí sola rompe la condena histórica de que los jóvenes del Alto Putumayo solo pueden “salir a estudiar” si tienen plata o suerte. El resultado fue inmediato: los inscritos superaron todas las expectativas y ya hay cohortes programadas para iniciar en 2026. En un territorio acostumbrado a esperar todo y recibir poco, esto es un hito.

Mientras tanto, la 𝗨𝗡𝗜𝗣𝗨𝗧𝗨𝗠𝗔𝗬𝗢, que también tiene presencia en el Alto Putumayo y cuyo mandato es ampliar la oferta educativa del departamento, sigue ausente del territorio que dice representar. 𝗡𝗼 𝗵𝗮 𝗹𝗹𝗲𝗴𝗮𝗱𝗼. 𝗡𝗼 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗮. 𝗡𝗼 𝗮𝘁𝗲𝗿𝗿𝗶𝘇𝗮. 𝗘𝘀𝘁𝗮́ 𝗲𝗻𝗿𝗲𝗱𝗮𝗱𝗮 𝗲𝗻 𝘀𝘂 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗶𝗮 𝗽𝗲𝗹𝗲𝗮 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗻𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗼𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗰𝘁𝗼𝗿𝗶́𝗮, las cuotas administrativas y la captura burocrática que desde hace años la tienen girando en círculo. La universidad pública del Putumayo continúa enfocada en su microcosmos de poder mientras afuera ocurren cosas reales: deserción en alza, brechas educativas que se ensanchan cada mes y un ecosistema juvenil que está quedando a merced de la economía armada.


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Y aquí está el dato que nadie quiere decir en voz alta: mientras la universidad se pelea por sillas, los jóvenes están quedándose sin futuro y siendo reclutados por grupos armados ilegales. No por voluntad. Por falta de opciones. La “deserción” en la UNIPUTUMAYO no es un indicador académico: es una máquina de producción de vulnerabilidad. Y esa vulnerabilidad tiene desenlaces concretos. El más reciente fue un bombardeo en el Guaviare donde murieron jóvenes que, si hubieran tenido alternativas educativas reales, quizás hoy estarían estudiando, trabajando o liderando sus comunidades, uno de ellos Putumayense.

Este no es un asunto de presupuesto, es un asunto de prioridades y

San Francisco demostró que cuando hay voluntad política, se puede, mientras tantoLa UNIPUTUMAYO está demostrando lo contrario.

La UNIPUTUMAYO está demostrando lo contrario. 𝗛𝗼𝘆 𝗣𝘂𝘁𝘂𝗺𝗮𝘆𝗼 𝗻𝗲𝗰𝗲𝘀𝗶𝘁𝗮 𝘂𝗻𝗮 𝘂𝗻𝗶𝘃𝗲𝗿𝘀𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝗶𝗲𝗻𝘀𝗲 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝘁𝗲𝗿𝗿𝗶𝘁𝗼𝗿𝗶𝗼 𝘆 𝗻𝗼 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗰𝘁𝗼𝗿𝗶́𝗮; que mire a los jóvenes y no a las planillas de nómina; que invierta en cobertura en vez de invertir en peleas internas. El departamento está en un punto de quiebre, y la educación no puede seguir siendo la víctima silenciosa de disputas institucionales mezquinas.


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Este no es un debate académico ni una discusión de pasillo universitario: es una amenaza directa contra la vida de nuestra juventud. Es un 𝗹𝗹𝗮𝗺𝗮𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗲𝗺𝗲𝗿𝗴𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 a la Gobernación, a la Secretaría de Educación, al Consejo Directivo y a los actores políticos que hoy están concentrados en la puja burocrática como si el tiempo no costara vidas.

El Putumayo no puede seguir atrapado en la espera eterna de que la institucionalidad se organice. 𝗘𝗹 𝘁𝗲𝗿𝗿𝗶𝘁𝗼𝗿𝗶𝗼 𝗻𝗲𝗰𝗲𝘀𝗶𝘁𝗮 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮, 𝗼𝗳𝗲𝗿𝘁𝗮 𝘆 𝗱𝗲𝗰𝗶𝘀𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝘆𝗮. 𝗡𝗼 𝗺𝗮𝗻̃𝗮𝗻𝗮, no cuando “planeen”, no después de resolver 𝐪𝐮𝐢𝐞́𝐧 𝐬𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐪𝐮𝐞́ 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐨. Hoy. Porque cada cupo universitario que se abre es un joven menos reclutado. Y cada día de demora es una ventaja que las violencias sí saben aprovechar.

𝗦𝗮𝗻 𝗙𝗿𝗮𝗻𝗰𝗶𝘀𝗰𝗼 𝘆 𝘀𝘂 𝗔𝗹𝗰𝗮𝗹𝗱𝗲 ya mostraron el camino, que cuando hay voluntad política y visión territorial, la educación superior sí puede llegar a donde siempre ha faltado. 𝗟𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗴𝘂𝗻𝘁𝗮 𝗲𝘀 𝗾𝘂𝗶𝗲́𝗻 𝗺𝗮́𝘀 𝘃𝗮 𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿 𝗮 𝗹𝗮 𝗮𝗹𝘁𝘂𝗿𝗮. Desde la mirada de quienes somos 𝗲𝗴𝗿𝗲𝘀𝗮𝗱𝗼𝘀, desde los liderazgos juveniles, desde las familias que entierran hijos porque no tuvieron alternativas, el mensaje es único y es urgente: 𝐩𝐨𝐧𝐠𝐚𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐬𝐩𝐨𝐧𝐝𝐞: 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐣𝐨́𝐯𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐏𝐮𝐭𝐮𝐦𝐚𝐲𝐨 𝐲 𝐧𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐭𝐨𝐫𝐢𝐨𝐬, 𝐧𝐢 𝐞𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐞𝐥𝐞𝐚𝐬 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐬, 𝐧𝐢 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐞𝐠𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐡𝐚𝐧 𝐫𝐞𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐯𝐞𝐥𝐨𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐚 𝐥𝐚 𝐔𝐍𝐈𝐏𝐔𝐓𝐔𝐌𝐀𝐘𝐎.

El departamento necesita una universidad del territorio y para el territorio, no una institución capturada por intereses de grupo. El reloj está corriendo, y mientras la burocracia decide, los jóvenes también se están acabando.

*Consejero de Paz Departamental y Egresado UNIPUTUMAYO


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