

RadioNacional – El “oro naranja” que dinamiza la economía local con historias de innovación, resiliencia y esperanza en el Putumayo rural.
¿Conoces el chontaduro? Para muchos en el Putumayo no es solo un fruto exótico y delicioso, sino un símbolo de resiliencia, arraigo y, cada vez más, una fuente inagotable de inspiración para el emprendimiento local.
En las tierras fértiles de esta hermosa región, el chontaduro prospera, nutriendo a sus comunidades con su pulpa rica en energía y sabor. Pero más allá de su valor nutricional, este fruto ha despertado la creatividad y el ingenio de hombres y mujeres que ven en él no solo un alimento, sino una oportunidad.

Desde la elaboración artesanal de aceites y harinas hasta la creación de dulces innovadores y bebidas energizantes, los emprendedores putumayenses están transformando el chontaduro en productos de alto valor agregado. No solo generan ingresos y empleo, sino que llevan un pedazo de la identidad y el sabor del Putumayo a los mercados locales y nacionales.
Olmer Salazar Madroñero es un líder indígena y campesino que llegó a la vereda La Cofanía, en el municipio de Villagarzón (Putumayo), donde formó su hogar. Realizó sus estudios secundarios en distintos planteles educativos y más tarde profesionalizó sus capacidades en el SENA. Con esfuerzo y visión, dio los primeros pasos hacia su proyecto de vida.
Junto a su esposa realizó un curso en el SENA sobre turismo y gastronomía, donde aprendió a transformar materias primas y agregarles valor. Motivados por el deseo de emprender, decidieron fundar un pequeño negocio familiar de panadería. Olmer, además, había cursado un técnico en panadería, lo que le permitió experimentar en los mercados campesinos con productos locales como panes de plátano y de banano.
Sin embargo, su verdadera pasión era transformar el chontaduro en harina, convirtiéndolo en el eje de su emprendimiento. Así nació CHONTAMABRIS, una marca reconocida por sus productos derivados del chontaduro, como panes, galletas, yogures y otros. Estos productos, elaborados únicamente en temporada de cosecha, son altamente apetecidos y distribuidos en distintas ciudades de Colombia.

Esta historia se suma a la de más de 190 familias (muchas de ellas víctimas del conflicto armado) que han dejado atrás los cultivos ilícitos para dedicarse al cultivo y comercialización del chontaduro. Lo llaman “el cultivo de la paz”, porque les ha permitido vivir sin miedo y construir un futuro digno.
Estos emprendedores son el vivo ejemplo de cómo se puede construir prosperidad desde lo propio, con respeto por la tierra y una visión moderna de negocio. Utilizan prácticas sostenibles, conectan con sus raíces culturales y, sobre todo, demuestran que con pasión y creatividad, cualquier semilla puede florecer en un proyecto exitoso.
