Dos especies de aves amenazadas por caza y deforestación en Putumayo

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TUCÁN PECHIBLANCO o de pico rojo (Ramphastos tucanus) está en peligro por la defortestación y la caza./Foto cortesía Gabriela García

ElNuevoSiglo – Dependen de un territorio tan frágil como vital: el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi-Ande

En los cielos verdes del piedemonte andino-amazónico aún sobrevuelan dos joyas aladas: el tucán pechiblanco o de pico rojo (Ramphastos tucanus) y la guacamaya verde (Ara militaris). Ambas especies están perdiendo su lugar en el mundo a causa de problemas como la deforestación, y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) las clasificó como “vulnerables”.

Estas aves dependen de un territorio tan frágil como vital: el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi-Ande, en el sur del Putumayo, y forman parte de la cosmogonía del pueblo indígena Cofán y de su lengua única.

Este rincón biodiverso del Putumayo conecta las montañas andinas con la selva amazónica convirtiéndose en un corredor ecológico esencial y un santuario cultural para el pueblo indígena Cofán. Aquí la ciencia y la tradición se encontraron gracias a un trabajo conjunto entre biólogos e indígenas cofanes, quienes durante siglos han aprendido a leer el bosque a través del canto y el vuelo de las aves.


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Fue en ese proceso que el biólogo Juan Burbano Buchelly, de la Universidad Nacional (Unal), pasó meses recorriendo senderos junto al taita Cirilo Mendua, autoridad espiritual cofán, para registrar la riqueza de aves de la región y los saberes que las acompañan. El resultado es un inventario de 194 especies -con 78 nombres en lengua cofán- que revela cómo cada ave cumple no solo una función ecológica sino también un papel en la comunidad, ya sea como mensajeras de los espíritus, guardianas de los ciclos de lluvia, proveedoras de alimento o medicina, e incluso protagonistas de relatos orales que enseñan a cuidar el territorio.

La investigación se basó en una metodología que combinó monitoreo ecológico y entrevistas etnográficas. Durante tres expediciones principales, los investigadores identificaron aves en zonas de bosque húmedo tropical en regeneración, terrenos que alguna vez fueron potreros o cultivos de coca, y que hoy, gracias a los esfuerzos de conservación, vuelven a ser refugios de vida. Además, las entrevistas semiestructuradas con miembros de los pueblos Cofán, Siona y Awa permitieron documentar no solo los nombres y usos de las aves, sino también los cambios percibidos por las comunidades en la presencia de ciertas especies.

La guacamaya verde (Ara militaris) y el tucán pechiblanco (Ramphastos tucanus) son dos de las especies que generan más preocupación. Ambas requieren grandes extensiones de bosque continuo para sobrevivir y reproducirse, pero la deforestación, la cacería y el comercio ilegal las han reducido a poblaciones fragmentadas.


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“En el caso de las guacamayas, ocurre que algunas personas les arrebatan sus crías, por su belleza, para comerciarlas ilegalmente, lo cual pone en apuros a la población de esta ave. Aunque en el Santuario se hacen monitoreos constantes para revisar que no se estén cazando estas aves, aún hay vacíos en el conocimiento sobre cuántos individuos hay en la Amazonia, por lo que hace falta más investigación al respecto”, indica el biólogo Burbano.

Aunque en 2022 la deforestación en Guaviare, Meta, Caquetá y Putumayo se redujo en cerca del 25 % -departamentos que tradicionalmente representan el 65 % de la deforestación total del país, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible-, la tala histórica de los árboles de la región ha dejado vulnerables a especies de aves que dependen de su sombra.

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De este trabajo nació la guía Sethapaemba Ingi-Ande (Canto de nuestro territorio), un compendio ilustrado que reúne el nombre científico y el nombre en lengua originaria, la descripción física, los usos y el significado cultural de cada especie registrada. La guía es una herramienta viva que busca convertirse en insumo para las escuelas indígenas, apoyando así la educación ambiental y dejando un registro para las generaciones futuras.

Durante muchos años las plumas de estas aves se han usado en ceremonias especiales de la comunidad, así como en la elaboración de coronas o de yagé –muy usado en la parte amazónica–, o en remedios y medicinas ancestrales.

La urgencia es clara: si el bosque se fragmenta y las aves más vulnerables desaparecen, el impacto será doble: ecológico y cultural. Por eso, el biólogo Burbano recomienda continuar con el monitoreo participativo, involucrar a más jóvenes en la recolección de datos y fortalecer la articulación entre comunidades y científicos para enfrentar las amenazas.


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