68 Años de la «Más Grande de sus Victorias»: Cómo el Libro «El Precio de una Anexión» Relata los Desafíos del Putumayo Anexado

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Este año, 2025, se cumplen 68 años de un hito fundamental en la historia del Putumayo: la desanexión del Departamento de Nariño, un evento que marcó el retorno de su autonomía y el inicio de una nueva etapa de progreso para la región. Este acontecimiento trascendental es meticulosamente relatado y honrado en la obra «El Precio de una Anexión», escrita por Arturo Ciceri Mendez.

La publicación misma sirve como un «homenaje a los gestores de la desanexión y demás forjadores de la riqueza y cultura del Putumayo». El libro se presenta como una «relación de los sucesos más importantes a que dio lugar la anexión del Putumayo al Departamento de Nariño», abordando sus causas, la reorganización de la Comisaría, las peticiones de Intendencia y circunscripción electoral, una visión de las inmensas riquezas naturales del Putumayo, y culminando en la «apoteosis de la desanexión». Es, en esencia, un tributo al «espíritu de tenacidad, de lucha y de estímulo para las generaciones presentes y futuras» del Putumayo.

El Precio de una Anexión: Los Años de Dificultad Narrados en el Documento

La historia que conmemoramos hoy se gestó el 15 de octubre de 1953, cuando el General Gustavo Rojas Pinilla, mediante el Decreto número 2874, anexó el territorio de la Comisaría Especial del Putumayo al Departamento de Nariño. El documento califica esta medida como un «error» que generó «perjuicios» para el Putumayo, siendo una «decisión unilateral» y un «golpe militar» que menoscabó la grandeza de la región. La anexión representó «el fin de su vida administrativa y la prueba más grande en toda su historia política» para el Putumayo.


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Las consecuencias de esta anexión, detalladas en «El Precio de una Anexión», fueron profundas y perjudiciales. La administración de Nariño se mostró «incapaz de atender las necesidades de la comisaría», lo que derivó en graves problemas en la educación, la salud, y la ejecución de obras públicas debido a la «falta de recursos y una gestión ineficaz». Se observó una «parálisis oficial» que debilitó el prestigio de la Comisaría ante el Gobierno Nacional, y se comprobó la «incapacidad» del Departamento de Nariño para administrar debidamente el territorio. El Putumayo perdió su independencia administrativa y política, lo que le acarreó una «amarga y tenaz empresa» de «cuatro años» que «menguó al Putumayo en su grandeza». El territorio sufrió «perjuicios graves» al ser anexado.

El libro describe un «profundo descontento» entre los moradores del Putumayo contra Nariño por la forma en que se llevó a cabo la administración del territorio. Los funcionarios de Nariño mostraban «ineficacia» y «criterio absolutista», y se observaron deficiencias notables en todos los ámbitos, desde la falta de visitas de funcionarios hasta la sustitución de empleados locales por nariñenses sin nexos con la región.

La Reacción y el Triunfo del Putumayo: La Lucha por la Autonomía

Ante esta situación insostenible, se gestó una «profunda reacción en el territorio por la supresión de la Comisaría», conmoviendo «las fibras más delicadas del sentimiento regional». Este movimiento se convirtió en un «acontecimiento de importancia para la desanexión». Cientos de personas se unieron en «manifestaciones masivas, reuniones y delegaciones» para exigir el restablecimiento de su autonomía.


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El documento destaca el papel fundamental de personalidades clave como el obispo Monseñor Plácido C. Crous y el Dr. Sergio Antonio Ruano, junto a numerosos líderes y ciudadanos. Pueblos como Sibundoy, Mocoa, Santiago, San Francisco, Villagarzón, Puerto Limón, Puerto Caicedo, Umbria y Puerto Asís se movilizaron, demostrando su «firme sentimiento patrio y su deseo de autogobierno». Las fuentes muestran cómo la Junta Pro-Defensa de los Intereses y Derechos del Putumayo se organizó de manera «sólida y mejor organizada» a partir de mayo de 1957.

Informes de los Coroneles Oscar Arce Herrera y Néstor Mesa Prieto, quienes visitaron la región en septiembre de 1954, documentaron la lamentable situación, confirmando la «incapacidad del Departamento para administrar debidamente el territorio» y la necesidad imperante de restablecer la administración territorial propia del Putumayo. Su visita sirvió para estimular aún más el movimiento pro-desanexión.

Finalmente, el 17 de julio de 1957, la Ordenanza número 0131 de 1957 fue aprobada por la Honorable Asamblea de Nariño y refrendada por el Gobierno Nacional, poniendo fin a cuatro años de anexión. Este decreto «derogó la anexión de 1953 y restableció la Comisaría Especial del Putumayo», devolviéndole su estatus y autonomía. Fue un momento de «júbilo y alegría inmensos» para la población, un verdadero «triunfo» que se celebra hasta hoy como la «más grande de todas sus victorias».

Legado de Esperanza y Progreso: El Putumayo del Futuro

La desanexión del Putumayo no solo significó la recuperación de su independencia administrativa, sino también el «renacimiento de la esperanza» y la oportunidad para la región de gestionar sus «inmensas riquezas naturales» y culturales. Se inició una profunda «reestructuración del Putumayo» que permitió un avance significativo en el bienestar de sus habitantes y la consolidación de la región como un «baluarte de la patria y un venero de progreso».

Este evento histórico, que fue la «prueba más grande en toda su historia política» para el Putumayo, es un testimonio de la tenacidad, el patriotismo y el espíritu inquebrantable de sus gentes, que lucharon por el derecho a decidir su propio destino y forjar un futuro prometedor. La desanexión sigue siendo un símbolo de la autodeterminación y el progreso para el Putumayo, un legado que «El Precio de una Anexión» nos invita a recordar y honrar.


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