

PARES La Amazonia está frente a un punto de inflexión: protegerla de la voracidad extractiva o permitir que se profundice su degradación irreparable. Ese dilema llegará al centro de la discusión internacional en agosto de 2025, cuando Colombia reciba la V Cumbre de Estados Parte de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). De acuerdo con El Espectador, para el pastor Elías García, voz de la Iniciativa Interreligiosa para los Bosques Tropicales (IRI-Colombia), el país “tiene la responsabilidad histórica de conducir este debate” y demostrar que es posible alinear conservación, justicia social y diplomacia ambiental en la mayor selva tropical del planeta.
Un foro con poder de decisión
La OTCA reúne a los ocho países con territorio amazónico (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela). Según el Ministerio de Ambiente, la cumbre de agosto busca entregar recomendaciones técnicas contra la deforestación y los delitos ambientales transnacionales para integrarlas en un nuevo plan de acción amazónico. Colombia llega a la presidencia pro tempore del organismo con un notable descenso nacional de la tala: 2023 cerró con la cifra más baja en 23 años (79.256 ha), una reducción del 36 % frente a 2022, según informó el diario El País. Aunque el repunte de 2024 mostró que los avances siguen siendo frágiles, la cumbre ofrece el escenario idóneo para consolidar compromisos colectivos y financiamiento climático.
Por qué el Putumayo debe mirar a Bogotá
Entre los departamentos amazónicos, Putumayo ocupa un lugar clave: redujo su deforestación en un 52 % durante 2023 —una de las caídas más notables del país—, pero aún perdió 10.852 ha de bosque, y el avance de carreteras ilegales y minería aurífera mantiene la presión sobre los ecosistemas y los pueblos indígenas. Lo que se negocie en la capital puede traducirse en recursos directos para reforzar programas de pago por servicios ambientales, restauración de cuencas y control de fronteras verdes en esta zona estratégica.
Ahora bien, Colombia es el primer país amazónico que respalda el objetivo de proteger el 80 % de la selva para 2025. Convertir esa meta en realidad exige inversiones multilaterales y fortalecimiento de iniciativas comunitarias. En Putumayo, iniciativas como Conservar Paga —que entrega incentivos a familias por no talar y restaurar— ya operan; ampliar su cobertura depende de acuerdos de cooperación que se discutirán en la OTCA. A la par, la cumbre debe impulsar mecanismos para escalar proyectos de bioeconomía: cacao, arazá, aceites esenciales y turismo comunitario que sustituyan economías extractivas o ilícitas.
Otro ejemplo de las sinergias posibles es la Red de Viverismo Comunitario de la Amazonía, presente en Putumayo, donde campesinos y firmantes de paz han sembrado 750.000 árboles y restaurado más de 4.000 ha, reduciendo la tala un 38 % en 2023. La OTCA puede darle escala regional a estos esquemas de restauración que mezclan empleo verde, reconciliación y captura de carbono, convirtiendo al departamento en un laboratorio de paz ambiental.
Un liderazgo que empiece en casa
El reto para Colombia no es solo presidir una declaración ambiciosa; es alinear sus propias políticas internas con ese compromiso. Garantizar la continuidad de reducciones de tala, frenar las carreteras ilegales que cruzan reservas como La Paya, y asegurar la consulta previa real serán la prueba de fuego. Si la V Cumbre instala un mecanismo de rendición de cuentas anual, Putumayo tendrá un instrumento para exigir resultados concretos.
Así las cosas, la Amazonia está en una encrucijada crítica entre la conservación y el colapso. La V Cumbre de la OTCA ofrece a Colombia la ocasión de pasar del discurso a la acción y de demostrar que es posible liderar sin imponer, construyendo consensos regionales basados en ciencia, justicia climática y participación indígena. Para Putumayo, los acuerdos correctos significan más bosques en pie, economías verdes, salud intercultural y paz en el territorio. Liderar la defensa de la selva, entonces, es también garantizar un futuro digno para las comunidades que han sido sus mejores guardianas.
