Un día de esperanza en el corazón del Putumayo

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724Noticia – En Puerto Leguízamo, por un día, la solidaridad se vistió de camuflado y llevó esperanza a quienes más la necesitan.

Por un día, la selva fue testigo de algo más que susurros del viento y el rumor del río. Fue testigo de solidaridad en marcha, de batas blancas, risas de niños y corazones abiertos. Así se vivió la jornada de bienestar liderada por la Armada de Colombia en Puerto Leguízamo.

El sol apenas despuntaba cuando los primeros habitantes comenzaron a llegar a la Institución Educativa “José María Hernández”. Algunos, de la mano de sus hijos; otros, ayudados por bastones, con la esperanza tatuada en el rostro. Aquel 18 de abril no era un día cualquiera en esta apartada región del sur del país. La comunidad se preparaba para recibir algo más que atención médica: un gesto tangible del Estado, un acto de solidaridad profunda, enmarcado en la Jornada de Apoyo al Desarrollo organizada por la Armada de Colombia.

El Vicealmirante Javier Alfonso Jaimes Pinilla, Comandante de la Fuerza Naval de la Amazonía, dio inicio oficial al evento. Con voz firme pero cercana, habló de compromiso, de presencia y de paz. A su lado, una fuerza humana se desplegaba: médicos, voluntarios, bomberos, policías, veterinarios, fundaciones y empresas privadas, todos unidos bajo una misma consigna: servir.


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En los pasillos de la escuela se improvisaron consultorios donde 1.650 personas recibieron atención especializada. A lo largo del día, la medicina general, la ginecología, la psicología y la pediatría fueron tan accesibles como un apretón de manos. Las carpas, levantadas con la precisión de los infantes de marina, albergaban no solo equipos médicos, sino también esperanza.

“No recuerdo la última vez que vi a tantos doctores juntos aquí”, dijo doña Elvira, una madre de tres que caminó dos horas desde su vereda para vacunar a sus hijos. “Pero valió la pena”.

También hubo espacio para los animales. Veterinarios esterilizaron perros y gatos, atendieron dolencias y ofrecieron consejos sobre su cuidado, en una muestra clara de que el bienestar comunitario incluye a todos los seres vivos.

Pero lo que hizo brotar lágrimas no fue solo la medicina. Fueron las 19 sillas de ruedas entregadas a personas que antes tenían movilidad limitada. Fue el gesto silencioso de un infante de marina al empujar una de ellas mientras sonreía a su nuevo compañero de ruta. Fueron las bolsas con alimentos y medicamentos, las sonrisas pintadas por los “Doctora Clown”, las manos unidas en juegos y actividades lúdicas que tejieron comunidad.


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“Esto no lo olvidamos. Que vengan y nos miren, que escuchen, que ayuden. Eso es lo que más necesitamos”, compartió don Manuel, un abuelo de 72 años que recibió atención psicológica por primera vez en su vida.

La jornada fue posible gracias a un entramado de voluntades: desde la Fuerza Aeroespacial Colombiana hasta el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, pasando por fundaciones como “Fernando Murillo” y “Sanuteam”. Todos, sin excepción, hicieron de la selva un espacio de sanación y encuentro.

Al caer la tarde, los barcos militares comenzaron a retirarse lentamente por el río. Pero dejaron algo más que estelas en el agua: dejaron una comunidad tocada por la empatía y un mensaje claro de que la presencia del Estado no es solo institucional, sino también humana.

En Puerto Leguízamo, por un día, la solidaridad se vistió de camuflado y llevó esperanza a quienes más la necesitan.


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