

Vanguardia – Esta es la ruta más extrema del país, donde el peligro y la naturaleza conviven, desafiando a quienes se atreven a recorrerla.
Lo que muchos consideran una de las carreteras más letales de Colombia es, para otros, un paraíso escondido entre las montañas. El ‘Trampolín de la Muerte’, la temida vía que conecta Mocoa (Putumayo) con Pasto (Nariño), es conocida por su peligrosidad extrema, pero también por la asombrosa biodiversidad que la rodea.
El creador de contenido colombiano Edwin Dávila, más conocido como ‘El Pateperro’, en su más reciente viaje, destacó que los habitantes de la zona prefieren llamarla el “Trampolín de la Biodiversidad”, en honor a la inmensa variedad de especies que habitan sus bosques. Cambiando la narrativa de “muerte” por “majestuosidad natural”.
“Más que el trampolín de la muerte, es un trampolín de vida. La cantidad de fauna que se puede encontrar aquí es impresionante”, comentó Dávila en su canal de YouTube.
Entre el peligro y la belleza
Conocida por sus abismos pronunciados, su estrechez extrema y las lluvias constantes que la vuelven inestable, esta carretera es un verdadero desafío para cualquier conductor. A lo largo de su recorrido, se observan innumerables cruces y pequeños santuarios en memoria de quienes no lograron completar la travesía.
Sin embargo, el peligro se entrelaza con paisajes imponentes: cascadas que descienden por las montañas, quebradas cristalinas y la inmensidad de la selva amazónica que se funde con la cordillera de los Andes. Este contraste es lo que ha llevado a exploradores y creadores de contenido a redescubrir la ruta desde una perspectiva diferente.
La construcción del ‘Trampolín de la Muerte’ se remonta a la década de 1930, cuando fue abierta por misioneros para conectar comunidades indígenas con el resto del país. Con el tiempo, la vía se convirtió en un corredor clave, pero su infraestructura sigue siendo precaria: largos tramos sin pavimentar, deslizamientos de tierra constantes y un diseño que apenas permite el paso de un vehículo a la vez.

El viajero argentino Pablito Imhoff recorrió esta ruta en abril de 2023 como parte de su travesía hasta Alaska en su icónica Honda C90. Durante su trayecto, se encontró con niebla densa, barro y curvas peligrosas. A pesar del peligro, la belleza del camino lo dejó sin palabras.
“El paisaje es increíble, cascadas por todos lados, ríos cruzando la ruta y una selva que parece sacada de otro mundo. Pero también es una carretera que exige el máximo de quien la recorre”, relató Imhoff.
Un santuario natural oculto
Más allá de su reputación como una de las carreteras más peligrosas de América Latina, este corredor vial alberga una riqueza ecológica invaluable. Según Dávila, en la zona se pueden encontrar especies como el oso de anteojos, el puma concolor, el tucán andino y el gallo de las rocas, entre otros. Además, hay árboles frutales que crecen a lo largo del camino, como aguacates, lo que refuerza la idea de que este no es solo un paso arriesgado para los humanos, sino también un refugio para la vida silvestre.
Para quienes se atreven a recorrer el ‘Trampolín de la Muerte’, la experiencia es una mezcla de adrenalina y asombro. Al final del camino, la sensación de haber superado uno de los mayores desafíos viales de Colombia se combina con el privilegio de haber transitado por uno de los paisajes más impresionantes del país.

“Es difícil decir si esta ruta es más peligrosa que la Ruta de la Muerte en Bolivia, pero lo que la hace única es la convivencia entre el riesgo y la naturaleza”, concluyó Imhoff.
El ‘Trampolín de la Muerte’, o mejor dicho, el ‘Trampolín de la Biodiversidad’, sigue siendo un testimonio de la resiliencia humana y de la majestuosidad de la naturaleza en su estado más salvaje.
