

Mocoa Putumayo, 20 febrero de 2025 – Durante cuatro días, el corazón del Putumayo fue el epicentro de un encuentro poderoso: mujeres lideresas de la Orinoquía, el Pacífico y el Putumayo se reunieron para compartir experiencias en conservación inclusiva, gobernanza y salvaguardas ambientales. Pero este no fue solo un intercambio de conocimientos, sino un espacio de resistencia y acción. Las Guardianas del Agua, con su fuerza y compromiso, dejaron claro que la protección del territorio es un acto colectivo liderado por mujeres que luchan por la vida.
Un recorrido por la defensa del agua y el territorio
Desde el primer día, el 7 de febrero, el encuentro tomó fuerza con el diálogo entre la Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida, la Escuela de Género en Orinoquía, las Guardianas del Agua y otras lideresas regionales. Las Guardianas del Agua fueron protagonistas, compartiendo su lucha contra la contaminación de los ríos y la devastación ambiental. Con sus voces firmes, reafirmaron que no hay conservación posible sin la participación de las mujeres y que la defensa del agua no es solo una causa ambiental, sino un acto de autonomía y justicia.
«Esta actividad es clave porque fortalece el trabajo colectivo y permite aprender de las experiencias de otros procesos en distintos departamentos, ampliando nuestra visión y aprovechando las lecciones aprendidas de las mujeres.» Expresó la representante legal de Tejedoras de Vida Fátima Muriel.
El 8 de febrero, las participantes llegaron hasta ASOMI (Asociación de Mujeres Indígenas del Putumayo), donde se sumergieron en experiencias de medios de vida sostenibles y economías que cuidan la naturaleza. En cada conversación, la apuesta por modelos de producción que respetan la biodiversidad se consolidó como un camino urgente para la región.
El 9 de febrero, el recorrido llegó hasta el resguardo Yunguillo, donde la selva habló a través de sus sistemas agroforestales y la memoria ancestral. Allí, la conversación giró en torno a la soberanía alimentaria y la restauración de ecosistemas, pero también sobre el agua como eje de la vida y la urgencia de protegerla de la ambición extractivista.
El 10 de febrero, las participantes regresaron a sus territorios, pero no se fueron con las manos vacías. Se llevaron nuevas alianzas, herramientas para la acción y una convicción inquebrantable: la conservación no puede seguir ignorando a quienes siempre han estado en la primera línea de defensa.
Este intercambio dejó una certeza: las Guardianas del Agua no piden permiso para cuidar el territorio, lo hacen con la fuerza de quienes saben que el agua es vida y la vida se defiende.
