

ElEspectador – Más de 6.000 puntos de calor se registraron en la Amazonia colombiana durante la semana del 18 al 24 de enero de 2025. En municipios como Puerto Leguízamo y San Vicente del Caguán ya se han presentado incendios, algunos de gran magnitud. ¿Cómo evitar que se nos salgan de las manos, como en años anteriores?
El incendio en el Parque Nacional Natural Chingaza de mediados de enero dejó cerca de 147 hectáreas afectadas. En Boyacá, en el páramo Las Alfombras, el fuego dejó más de 300 hectáreas quemadas y en estos últimos días, otro páramo, La Cortadera, también perdió frailejones por las llamas. Hasta ayer, 26 de enero, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), 378 municipios estaban en algún tipo de alerta por la amenaza de los incendios.
Aunque, por el momento, las noticias se han concentrado en las llamas de la región Andina, hay una región que no se puede perder de vista en esta temporada: la Amazonia. Durante los tres primeros meses del año, explica Uriel Murcia, Coordinador del Programa de investigación del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), es cuando se presentan más puntos de calor en la Amazonia. En otras palabras, hay una mayor cantidad de anomalías térmicas sobre la tierra, que en realidad son aproximaciones a incendios o a núcleos potenciales de fuego
Para la muestra, un botón: durante la semana del 18 al 24 de enero, 6.624 puntos de calor en la Amazonia fueron registrados en el Sistema de Información Ambiental Territorial de la Amazonia Colombiana (SIATAC) del Sinchi. El municipio que encabezó la lista, con 1.648 puntos de calor, fue Cartagena del Chairá, en Caquetá, precisamente el departamento totalmente amazónico que tiene más alertas rojas
¿Cómo enfrentar ese desafío que en años anteriores ya se ha salido de las manos en esa región? El Ministerio de Ambiente dijo a este diario que, a través de la Cooperación Alemana Colombia GIZ, entregó recientemente un kit al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cartagena del Chairá y brindó entrenamiento al personal. Le dio cursos de bombero forestal, de sistema de comando de incidentes y en uso efectivo del agua. Además, se capacitó a un delegado de la alcaldía, tanto de ese municipio, como de Miraflores, en Guaviare, y de La Macarena, en Meta, donde la entidad también hizo entrega de unos kits.
En suma, en diciembre de 2024, por medio del programa Visión Amazonía, el ministerio proporcionó 16 equipos para la atención a incendios forestales a diez grupos de bomberos, tres de la defensa civil y tres guardaparques.
Puerto Leguízamo, en Putumayo, donde hubo 637 puntos de calor entre el 18 y el 24 de enero, fue uno de los lugares que los recibió, de acuerdo con Eduardo San Juan Callejas, comandante delegado del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del municipio. Dice que, si bien cuentan con esas herramientas para atender conflagraciones en ese municipio, como bombas de agua, una motosierra y una guadaña, necesitan más elementos de protección personal.
“Cuando uno se va a enfrentar al fuego es muy difícil acercarse si no tenemos los elementos de protección. Es difícil atenderlo y controlarlo arriesgando la integridad física de las unidades, cuando no contamos con equipos de respiración autónoma, guantes, mascarilla, cubrecabezas, equipo para la hidratación del personal”, asegura.
Hasta la fecha, señala el comandante, se han presentado alrededor de 17 incendios forestales en Puerto Leguízamo y en un solo día tuvieron que atender cuatro de ellos. “Se nos estaba dificultando controlar uno de gran magnitud, pero al final del día, lo logramos”, menciona. El área de San Juan Callejas es el 47% de la extensión geográfica de Putumayo.
Como si fuera poco, el comandante explica que entrar a Puerto Leguízamo es muy complejo, pues se ubica en medio de los ríos Caquetá y Putumayo, por lo que no hay rutas de acceso por tierra. “Para llegar aquí solo se puede a través de vía acuática o aérea. Además, para ir por río a los municipios más cercanos, que serían Puerto Asís, en Putumayo, o Florencia, en Caquetá, son ocho horas de trayecto, prácticamente un día de camino”.
De ese modo, si se presenta una emergencia en Puerto Leguízamo, “sí o sí” el Cuerpo de Bomberos tiene que atenderla, pues es difícil recibir apoyo por parte de un organismo de socorro externo, o podría retrasarse mucho, mientras las llamas siguen avanzando. “Eso lo he manifestado en reuniones con otros compañeros del departamento y a la misma Dirección Nacional de Bomberos: Puerto Leguízamo es un municipio particular, y asimismo debe tener un respaldo especial en cuanto al equipamiento. También es muy importante tener apoyo de las entidades para que traigan instructores y así mantener al personal bien capacitado”, afirma San Juan Callejas.
Por otro lado, hacia el norte de la Amazonia colombiana, también hay dificultades y necesidades. Desde San Vicente del Caguán (Caquetá), en donde hubo casi 1.000 puntos de calor durante la semana del 18 al 24 de enero, según el SIATAC, Luis Alfonso Rayos Cardozo, cabo del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del municipio, afirma que allí se han presentado dos incendios de cobertura vegetal de gran magnitud, el pasado miércoles y el jueves, en la vereda Alto Quebradón. Las unidades hicieron presencia y lograron controlar las conflagraciones.
Pero aunque los bomberos atienden las emergencias en el casco urbano y algunas veredas, lo cierto es que San Vicente del Caguán es en su mayoría rural y los incendios se dan, por lo general, en los Llanos del Yarí o el Parque Nacional Natural Chiribiquete. En esos casos, dice Rayos Cardozo, es necesario pedir apoyo por medio de Gestión del Riesgo municipal o departamental, porque, por su propia cuenta, a los bomberos les resulta muy difícil. “No contamos con la maquinaria necesaria para llegar a esos lugares”, dice el cabo, quien además manifiesta su inquietud por los peligros que pueden correr las unidades si van a estas zonas alejadas, en las cuales hay presencia de grupos armados.
Al respecto, el Ministerio de Ambiente señala que ha realizado un trabajo articulado con las autoridades ambientales y Parques Naturales Nacionales. Tres guardaparques del PNN Sierra de La Macarena, la Reserva Nacional Natural Nukak y el PNN Chiribiquete han sido capacitados en torno al monitoreo y la prevención ante incendios forestales, puntos de calor y protocolos de atención para animales en situación de emergencia.
En diciembre, el ministerio también le brindó herramientas manuales y equipos para atender las conflagraciones al Cuerpo de Bomberos de San Vicente del Caguán. Además, este es uno de los 16 municipios priorizados, en seis departamentos de la Amazonia, para “fortalecer la articulación comunitaria en gestión del riesgo por incendios forestales recurrentes en zonas rurales en el país”, según el Minambiente.
Cartagena Del Chairá, Solano, Inírida, San José Del Guaviare, El Retorno, Mapiripán, La Macarena, Puerto Guzmán, Orito, Puerto Leguízamo, Puerto Asís y Cumaribo son solo algunos de esos municipios en los que hay comunidades entrenadas y dotadas, para responder ante un evento de estos y para prevenir, vigilar y monitorear las conflagraciones. En total, según el Ministerio, son 224 las personas capacitadas para atender incendios en la Amazonia.
Prevención, la clave
A ojos de Uriel Murcia, Coordinador del Programa de investigación del Sinchi, es fundamental, ante todo, prevenir el fuego. Para ello, dice, se requieren campañas de comunicación, rutas de educación ambiental en escuelas y colegios, así como pedagogía para los adultos. “Hay que explicar no solo que las quemas están prohibidas, sino las razones por las que no se deben hacer: se rompen equilibrios del ciclo del agua, se impacta al suelo porque se compacta, la fauna y microfauna muere, se rompen las estructuras naturales, se impide la filtración del agua y se genera más erosión”.
El objetivo principal debería ser, según él, que las personas no prendan fuego, pues esta es una práctica muy común. En eso coinciden tanto los bomberos de San Vicente del Caguán y Puerto Leguízamo, como Murcia. Por un lado, puede que la gente queme basura o busque, a través de las llamas, deshacerse de hierbas o animales no deseados.
El coordinador del Sinchi se refiere, por ejemplo, a una especie de insecto conocido localmente como “el mión” (Deois flavopicta), el cual se aloja en los pastos que, por tanto, el ganado deja de comer. “Para quitar esas plagas, durante la temporada seca la gente quema la pradera para renovarla. Luego, los brotes frescos y tiernos los come mejor el ganado. Eso es lo que lleva a que en esta región se presenten tantos incendios durante esta época”, subraya Murcia.
Por esa razón, agrega, son necesarias más y nuevas tecnologías para que las personas dejen de considerar el fuego como su principal alternativa. Una guadaña, aunque más costosa, sirve para erradicar la maleza. También hay ingredientes activos para controlarla sin dañar el medio ambiente o biocidas, de base orgánica, para erradicar insectos como “el mión”.
En cuanto a la prevención, Murcia también menciona que es importante aplicar estrategias de contención a la deforestación, pues los incendios son un método común para la ocupación de tierras en la Amazonia. El coordinador también habla sobre una mayor inversión a programas y acuerdos de conservación del bosque con campesinos, que incluyan la condición de que no se debe quemar, pero que a la vez se acompañe con otras acciones en territorio para que las comunidades no conciban que tumbar el bosque y la ganadería son su única opción.
Por otro lado, Murcia expresa la necesidad de una ruta clara de atención a incendios. Si ya se sabe cuáles son las zonas en las que recurrentemente se presentan, pues así lo han identificado sistemas de monitoreo como el del Sinchi, allí es donde se deberían enfocar las medidas, según él. “Los municipios que tienen fuego todos los años tendrían que estar activos durante enero, febrero y marzo, pendientes casi que con un Puesto de Mando Unificado (PMU). Debería ser una norma que por ley el 1 de enero se instale un PMU para controlar incendios, como parte del comité municipal de Gestión del Riesgo. Eso no se da”.
En los casos en que las emergencias se dan lejos de los cascos urbanos, una estrategia sería consolidar brigadas de bomberos locales, capacitar y dotar de equipo a campesinos e indígenas de esas zonas para que pudieran ser los primeros en atender las conflagraciones. “La mayoría de la gente en zona rural tiene moto. Si hay un incendio a 20 o 30 kilómetros de distancia, podrían llegar, pero no es tan fácil cuando los bomberos van desde las capitales de los departamentos o la cabecera municipal”, dice Murcia.
Para Murcia también es urgente fortalecer sistemas de monitoreo y de vigilancia. Si bien el Ideam emite unas alertas tempranas para los municipios y el mismo Sinchi tiene sus reportes, señala que se deben identificar a un nivel más específico, a nivel de las veredas, cuáles son las coberturas vegetales más susceptibles a prenderse en llamas.
Para ello, y para obtener, además, información en tiempo real, una medida podría ser que los habitantes de las zonas rurales comunicaran a la Gestión del Riesgo municipal dónde se están presentando incendios. También hay cámaras infrarrojas, de detección de puntos de calor, que se podrían instalar en lugares altos, donde todos los años hay emergencias.
Por lo pronto, el Sinchi ya le hizo la solicitud a la aeronáutica civil para que los vuelos comerciales o militares, cuando estén haciendo sus recorridos, reporten coordenadas en las que se detectan incendios.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
