ElPais – En Caquetá, Guaviare, Putumayo y Meta, una alianza de reincorporados de las Farc y campesinos han sembrado 750.000 árboles y restaurado más de 4.000 hectáreas de bosques y selva. Su proyecto es también una forma de construir comunidad y de volver a tejer los lazos rotos por el conflicto
Hace casi cuatro años, firmantes de paz y comunidades campesinas de Caquetá, Guaviare, Putumayo y Meta se unieron con un propósito común: restaurar y conservar los bosques del llamado arco de deforestación amazónico, una extensa zona rica en biodiversidad, pero amenazada por la deforestación derivada de actividades como la expansión agrícola y ganadera, los cultivos ilícitos y la minería ilegal. El proyecto nació bajo el paraguas del programa Amazonía Sostenible por la Paz, desarrollado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, y que promueve la reconciliación entre excombatientes, campesinos y la institucionalidad ambiental.
A la iniciativa, denominada red de viverismo comunitario de la Amazonía, se sumaron inicialmente nueve organizaciones sociales que tenían experiencia previa en procesos de conservación, y hoy son ya 12. Su labor va más allá de la reforestación. También buscan restaurar los ecosistemas a sus condiciones iniciales, teniendo en cuenta las necesidades tanto del entorno como de las comunidades. Este proceso ha dado frutos como la fertilización del suelo y el retorno a su hábitat de especies como loros, monos, aves y mariposas.
Desde su creación, la red ha logrado sembrar alrededor de 750.000 árboles y restaurar más de 4.000 hectáreas, la gran mayoría mediante procesos de restauración pasiva; es decir, implementando acciones para que el ecosistema se regenere de manera natural. El impacto de su trabajo ha sido evidente. Según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en 2023 la deforestación en la Amazonía disminuyó en un 38% –bajó de 71.185 hectáreas deforestadas en 2022 a 44.274, en 2023–. Estas cifras fueron particularmente significativas en los departamentos donde la red desarrolla sus actividades, especialmente en Meta y Putumayo.
Junto con la red de viverismo se puso en marcha la escuela campesina de restauración y reconciliación, en la que las organizaciones intercambian sus saberes y fortalecimiento sus capacidades técnicas y empíricas en materia de conservación, restauración y rescate de semillas nativas. Allí participan tantos líderes campesinos y firmantes de paz, como científicos y técnicos.
Pese a la nobleza de esta causa y a sus resultados exitosos, el proceso ha tenido momentos tristes y difíciles. Uno de los pioneros de la red y su primer coordinador, Jorge Santofimio, fue asesinado en 2022. Santofimio era un reincorporado de las FARC que, tras la firma de los acuerdos, creó en Puerto Guzmán (Putumayo) la Cooperativa multiactiva comunitaria del común para desarrollar proyectos productivos y de conservación. Su muerte fue un duro golpe para la organización.
Desde ese momento, su amigo –y también firmante – Armando Aroca asumió el liderazgo de la red de viverismo. “Me siento orgulloso del trabajo que hizo Jorge hasta donde la vida le alcanzó, pero me hubiera gustado que hubiera estado más tiempo con nosotros”, lamenta. Él ha recibido amenazas, aunque asegura que la solidaridad recibida por parte de las organizaciones que conforman la red es un aliciente para seguir trabajando.
Además de la violencia, la estigmatización ha sido otro escollo. Para muchos miembros de la red no ha sido fácil salir a los territorios y convencer a otras personas de que se sumen a una iniciativa en la que hay reincorporados de las FARC. “Como lideresa y mujer, a veces he sido señalada por hacer este tipo de trabajo”, asegura Jennifer Martínez, representante legal de la Cooperativa multiactiva agroecológica de turismo, paz y soberanía alimentaria de Mesetas (Meta). La organización que representa está conformada por 100 asociados: 70% son campesinos, el 30% restante, firmantes de paz.
Por esta razón, detrás del proyecto de restauración hay un esfuerzo adicional para fomentar el diálogo, la confianza y la reconciliación entre las comunidades y los firmantes de paz. “A ratos, hasta ha sido necesario derramar algunas lágrimas”, cuenta Betsy Ruiz, reincorporada de las FARC, y quien lidera la Asociación de mujeres productoras de esencias de paz. Esta organización, que trabaja en La Montañita (Caquetá), realiza procesos de perdón y de sanación con sus cerca de 40 miembros, entre campesinos y exmiembros de las Farc, para “desarmar los corazones”.
“Queremos que en algún momento nos recuerden como las mujeres, los campesinos y los firmantes de paz que dejaron su huella de conservación en el territorio”, afirma Martínez sobre el legado que están construyendo con la red, una iniciativa que demuestra que la vida, la reconciliación y la esperanza pueden florecer incluso en los suelos más devastados.