Cuando en el Bajo Cauca antioqueño, particularmente en los municipios de Caucasia, El Bagre, Zaragoza y Cáceres, se habla de Campo Dulce, las miradas se orientan a un grupo de más de 400 familias campesinas que le apostaron a la paz y trabajan en apicultura en la producción de miel saborizada, chupetas de miel, polen, miel con eucalipto, miel con limoncillo y vino a base de miel.
Jessica Galeano, una apicultora joven de El Bagre, hace parte de Campo Dulce y este jueves participó en el Mercado por la Paz que se organizó en la Plaza de Bolívar, en el marco de la celebración de los 8 años de la firma del Acuerdo Final del 2016 por una Paz Estable y Duradera, que significó el punto final al conflicto con la guerrilla de las Farc.
En el Mercado, organizado por la Agencia de Renovación del Territorio (ART) y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), participaron emprendedores cobijados por el Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) y los firmantes de paz para dar a conocer que luego de entregar las armas surgió un mejor camino.
Ella recuerda que su emprendimiento, que hace parte de los PDET, nació hace ocho años y se logró materializar gracias a los recursos que comenzaron a llegar a los territorios más afectados por la violencia tras la firma del Acuerdo.
“Campo Dulce beneficia de forma directa a 426 familias y de forma indirecta a 700 familias más, por medio de las 21 asociaciones que se encuentran en el Bajo Cauca. Digamos que hemos tenido, gracias a Dios, mucha ayuda y actualmente contamos con una planta de proceso gracias a los recursos que han llegado al territorio”, dice.
Afirma que, gracias al potencial agrícola de la región, en el Bajo Cauca surgió una nueva esperanza.
“Cuando llegaron estos programas a nuestro territorio para cerrar esa brecha económica que había en la región, por medio de esta nueva línea apícola se abrieron unidades productivas a jóvenes, a madres cabeza de familia y a mujeres. Por medio de la apicultura todos tenemos ingresos en nuestros hogares”, destaca.
La ruta del cacao en Putumayo
A pocos metros del stand de Campo Dulce, junto a unos frutos de cacao, frascos con mermelada y botellas de vino, emerge el negocio La Ruta del Chocolate —apoyado por los PDET— que tiene su base en una finca ubicada en el municipio de Orito, en el Putumayo.
“Nosotros transformamos lo que es chocolate de mesa, chocolatinas en diferentes porcentajes de cacao y crema de cacao. A base de mucílago de cacao, que es la pulpa, manejamos vino blanco, vinotinto, cerveza, mermeladas y otros productos de consumo inmediato y tenemos nuestra finca ya dedicada a hacer agroturismo con la temática de chocolate”, comenta Mariluz Casamachín, mientras atiende a un turista italiano encantado con el olor a chocolate en el lugar.
Indica que la asociación responsable de la iniciativa está conformada por 11 familias transformadoras del cacao y que ya están haciendo envíos de los productos a Bogotá, Medellín y Cali.
“Hemos sentido el apoyo, realmente, en nuestra vereda, donde tenemos la organización. Fuimos beneficiados con inversión en vías. Para el campesinado es muy importante tener las vías en buen estado, porque eso facilita que podamos comercializar productos”, sostiene.
La semilla de la estrella
En el otro extremo de la Plaza, bajo una gran carpa blanca, se ve a un hombre junto a una mesa con productos cosméticos elaborados a base de sacha inchi, la semilla del aceite que previene enfermedades y ayuda a eliminar el colesterol.
Su nombre es John William Betancourt, quien hizo parte del bloque oriental de las Farc durante 18 años y que ahora, desde la orilla de la paz, se desempeña en el Meta como “líder político, cultural, social y ambiental, defensor de los derechos humanos y de los bienes comunes de la naturaleza”.
“Cualquier salida negociada a un conflicto que supera los 50 años está por el camino correcto y ese es el mensaje que nos ha servido para nuestro desarrollo económico y familiar. Nuestra iniciativa consiste en que nosotros transformamos el producto interno, damos garantías para que haya campesinos que tienen tierra para que cultiven la semilla y podamos darle valor agregado. La idea es tener plantas de microfiltrado en la región para procesar un aceite que casi que suple todo lo que requiere el cuerpo en vitaminas y omegas”, señala.
Comenta que la cooperativa que lidera el emprendimiento está integrada por cuatro familias de firmantes de paz y seis familias más de pobladores del Meta que confiaron en ellos y de las bondades de inchi, la semilla estrella.
“Hoy hay sinergia con la población de la región y por eso ahora podemos hablar de reconciliación”, concluye.