Mincultura – Para conmemorar el Día del Periodista, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes recuerda la historia de este oficio en el país.
(@Minculturas). El viernes 9 de febrero de 1791 salió a las calles de Santafé el primer periódico impreso de la historia del entonces virreinato de Nueva Granada. Se llamaba el Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá y su creador era el poeta, ensayista e intelectual cubano Manuel del Socorro Rodríguez, quien había llegado a Colombia de la mano de su amigo, el entonces virrey José Manuel de Ezpeleta, como bibliotecario público de la Real Biblioteca de la ciudad (hoy conocida como la Biblioteca Nacional de Colombia).
No era la primera publicación periodística como tal, porque ya unos años antes, a raíz de un fuerte terremoto que sacudió a Bogotá el 12 de julio de 1785, habían visto la luz dos publicaciones impresas que pretendían informar sobre los sucesos de ese día: Aviso del Terremoto Sucedido en la Ciudad de Santafé y Gazeta de Santafé de Bogotá. Pero a diferencia de esas, que llegaron a tener unos tres números sin una periodicidad clara, el Papel Periódico fue la primera que logró consistencia (la imprimían cada semana y alcanzó a tener 265 números sin interrupción) y que se convirtió en un periódico propiamente dicho.
Hoy muchos consideran la publicación de Manuel Socorro Rodríguez el inicio del periodismo en Colombia y por eso, desde 1975 (a partir de la Ley 51), se celebra el 9 de febrero el Día del Periodista.
Época de tertulias
El periodismo de entonces era muy distinto al de ahora. En el Papel Periódico, por ejemplo, escribían sobre la vida cotidiana y social en las colonias, la actividad militar y política de España (la metrópoli), así como temas sobre ciencia, saber y literatura. Su público, además, no era masivo, sino que estaba dirigido a los círculos intelectuales y letrados de la ciudad. Aún así, llegó a ser uno de los medios de comunicación más importantes de la Colonia en América Latina y entre sus plumas hubo futuros próceres, científicos e intelectuales como Antonio Nariño, José Celestino Mutis, Francisco Antonio Zea, Francisco José de Caldas y Pedro Fermín de Vargas, entre otros.
Los temas del periódico salían de las llamadas tertulias, que eran reuniones en las que los intelectuales y personalidades de la época se reunían en algún lugar para hablar sobre lo que ocurría en las colonias y en la metrópoli o para comentar las noticias que llegaban del resto del mundo. El propio Manuel Socorro Rodríguez, una figura fundamental para el periodismo y para la vida intelectual en Colombia, tenía una llamada la tertulia Eutropélica, y Antonio Nariño, por su parte, creó otra, a la que llamó ‘El Arcano Sublime de la Filantropía’.
Nariño, de hecho, el que continuó con otras publicaciones que, poco a poco, fueron tomando un carácter más crítico frente a la situación de las colonias y el papel del Imperio Español. La más conocida fue la traducción al español de la Declaración de los Derechos del Hombre (publicada y distribuida por él en 1793), un documento prohibido por el Rey, que le valió la prisión. Y más adelante, en 1811, lanzó La Bagatela, un semanario político en el que defendía su visión centralista de la nueva república independiente y criticaba al gobierno de entonces y su visión federalista.
El siglo XIX
Fue un abrebocas de lo que sería el periodismo en el siglo XIX en Colombia: uno muy ligado a los partidos políticos y las ideologías. De hecho, casi todos los periódicos que se fundaban y circulaban por las ciudades de Colombia defendían abiertamente a los partidos Liberal y Conservador, y sus lectores asiduos eran los militantes de cada uno de esos partidos. Eso seguía siendo así a comienzos del siglo XX y, de hecho, muchos de los periódicos que hoy sobreviven nacieron afiliados a algún partido político como El Espectador, El Tiempo, El Colombiano, Vanguardia Liberal o El Siglo.
La llegada y la masificación de la radio, a mediados del siglo XX, cambió la dinámica del periodismo. La inmediatez se convirtió en la regla y las audiencias aumentaron. El periodista ya no solo les llegaba a las personas que sabían leer y que tenían acceso a los periódicos, sino incluso a quienes nunca habían cogido un libro y a quienes vivían en las zonas más remotas del país. El Frente Nacional -el acuerdo político entre liberales y conservadores que puso fin a La Violencia- también cambió las cosas, porque los principales periódicos empezaron a tomar una postura menos partidista y más a favor del establecimiento y de las instituciones democráticas.
Esa situación, como explica la enciclopedia del Banco de la República, tuvo dos efectos: por un lado, “el periodismo entendió que debía ser un vehículo de las ideas democráticas, más no de los idearios partidistas o de informaciones; su compromiso, entonces, se dio con la defensa del régimen democrático y en contra de los fanatismos”.
Pero esto, sin embargo, “generó un vacío en la memoria de una generación de colombianos respecto a los asesinatos selectivos, las expropiaciones y los desplazamientos forzados de la llamada época de La Violencia”. Y también “permitió que el sistema político mantuviera la estructura bipartidista, excluyendo los intereses de grupos de campesinos, colonos, indígenas y, en general, comunidades alejadas del centro del país”.
La televisión, que había llegado en los años 50, se convirtió luego en el medio para informarse por excelencia. Al sonido, que ya se había popularizado con la radio, se le sumó la imagen, que cambió la forma en la que se veían las noticias.
Ya entrados al siglo XXI se han dado dos fenómenos: la venta de muchos de los medios masivos, históricos y tradicionales a los grandes conglomerados económicos, y la irrupción del internet y las redes sociales, que cambiaron nuevamente la forma en la que el público se informaba y democratizaron las voces, aunque también le han abierto la puerta a otros desafíos como la polarización extrema causada por los algoritmos de las redes y la proliferación de noticias falsas.
Hoy, el periodismo intenta sobrevivir en medio de apuros económicos, el poder de los grupos económicos que son dueños de los grandes medios y los medios independientes, que aprovechando la puerta que abrió el internet, intentan informar con independencia mientras buscan formas de mantenerse.