Sueños de Abuela con la Luna Llena – Luz Ángela Flórez de Rivera

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Lea aquí el prólogo del Libro “Sueños de Abuela con la Luna Llena”,de Luz Ángela Flórez de Rivera


El objetivo de un prólogo es despertar en los lectores el interés por conocer los contenidos de las páginas siguientes. Por eso el prologuista siempre tiene la oportunidad de leer la obra antes de su publicación. En mi caso, he conocido esta obra a lo largo de los años a través de la voz de su autora, y en los últimos tiempos gracias a las publicaciones que ella hace periódicamente en su perfil de Facebook. Puedo anticiparles que se trata de maravillosos relatos, algunos referidos a la propia vida de Luz Ángela, y otros son la consecuencia de una mente felizmente soñadora como lo es la suya. Unos y otros se mezclan en una prosa cautivadora. Siempre he creído que su historia de vida es tan especial que es en sí misma su inspiración para soñar. Compartirla con ustedes es la mejor manera de invitarlos a leer este libro.

Luz Ángela nació en La Argentina (Huila), en un pueblito llamado en esa época Plata Vieja, pero a los 4 años de edad, en 1948, llegó con sus padres y hermanos al Putumayo.

Sus padres tomaron la decisión de viajar hacia el sur para protegerse de la violencia que se desató luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.  Después de llegar a Mocoa y vivir ahí unos meses, compraron una finca en frente de Puerto Limón, al otro lado del río Caquetá, en una vereda llamada Nápoles, y en ella se establecieron.  Ahí pasó su primera infancia y se enamoró de la naturaleza, especialmente de los ríos que aún hoy son su lugar predilecto en el universo.  A esa finca la atravesaba una quebrada de nombre Guayuyaco, que vierte sus aguas al río Caquetá en frente de la cabecera municipal de Puerto Guzmán.  Dice ella que sus aguas eran cristalinas y que dejarse abrazar por estas constituía su mayor felicidad.  Los recorridos por los parajes de selva que hacían parte de aquella finca significaban la magia de una vida plena en la que no había lugar a las preocupaciones materiales del mundo de hoy.  Las melodías de la selva entonadas por loros, micos y pavas, entre otros animales, son su mejor recuerdo auditivo.


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Luz Ángela Flórez de Rivera

Sus vivencias de infancia las he escuchado desde muy temprana edad y con el paso del tiempo he venido entendiendo el significado que para ella tiene la libertad.  No se trata solamente de una libertad entendida como nuestra posibilidad de poder tomar decisiones sino también, y, sobre todo, de vivir liberados de prejuicios, miedos y aspiraciones materiales.  La niñez que ella vivió no conoció de regalos de Navidad ni tampoco de juguetes, por eso ni los añoraba ni extrañaba, en cambio sí conoció de la inmensidad de los ríos y los parajes amazónicos de los que disfrutó sin descanso. Quienes la conocen saben que prefiere vivir liviana porque así se siente libre.

Desde mi infancia me ha llamado la atención la relación con su padre.  Tengo la impresión de que de él derivan buena parte de sus convicciones.  Ella lo describe como un hombre muy disciplinado en el trabajo del campo, pero a su vez muy inquieto por la solución de los problemas sociales.

Como su madre era maestra en el Huila, sus primeros años escolares se desarrollaron en la finca bajo sus orientaciones. Aprendió a leer, a escribir y las operaciones matemáticas básicas. De su madre heredó una profunda fe católica y la convicción de que Dios es ante todo amor y no temor.

Luego, aun siendo niña, tuvo que ir en condición de interna a la escuela femenina de Puerto Limón, que era regentada por religiosas de la congregación de la Madre Laura. Las otras internas eran indígenas y la excluían deliberadamente hablando en su lengua. Creo que esa dura experiencia la convirtió en una persona que se indigna y lucha contra todo tipo de discriminación.


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También estuvo interna en el colegio Santa María Goretti de Mocoa y después en la Normal de Sibundoy, ambas a cargo de la comunidad religiosa Franciscana. En este último lugar ocurrieron hechos muy importantes para la formación de su carácter.  Aunque Sibundoy está aproximadamente a unos 100 km de Puerto Limón, en ese entonces las distancias eran mayores por el estado de las carreteras y porque el único medio de transporte eran los camiones, por lo tanto, las visitas familiares eran muy esporádicas, lo cual la llenó de una profunda nostalgia.  Recién llegada a Sibundoy recibió una visita de su padre de apenas 10 minutos.  El conductor del camión que lo transportaba hacia Pasto le hizo el favor de detenerse en Sibundoy para que él pudiera pasar a saludarla.

Su alegría al verlo llegar fue infinita y entre sollozos le pidió que la llevara de vuelta a casa porque los extrañaba mucho. Él le respondió con una mentira piadosa:

—A mi regreso de Pasto paso a verte y conversamos para tomar una decisión.

Esa visita de regreso nunca ocurrió y ella, en medio de su tristeza, comprendió meses más tarde que su padre no había ido a verla nuevamente porque, aunque quisiera, no podía retirarla de la Normal, pues esa era la única opción que tenían para su formación académica.

En la Normal descubrió una biblioteca en la que existía buena literatura, pero paradójicamente no la dejaban leer. Logró amistarse con una monja panameña que le facilitaba los libros y debió encerrarse en el baño para poder leer. La descubrieron y le prohibieron seguir haciéndolo.  Entonces tuvo que acudir a terminar muy rápido las tareas que las profesoras le dejaban para poder contar con el tiempo suficiente para leer.  Lo hacía poniendo el libro entre el cuaderno para simular que leía en él. Es una gran lectora, la he visto entristecerse cada vez que se acerca a la parte final de una novela. Quisiera que esa historia, en la que logra conectarse mental y espiritualmente, no se terminara.  Creo que su facilidad de expresión verbal es una consecuencia de su hábito literario.  De hecho, uno de los momentos que marcaron su liderazgo en esa institución ocurrió el día en que recibieron una visita de una delegación de una Normal de un municipio del vecino, del departamento de Nariño. Las monjas le encargaron a ella las palabras de bienvenida a nombre de las estudiantes.  Ella improvisó su discurso y les habló sobre los ríos San Pedro y Putumayo que eran los que atravesaban el Valle de Sibundoy.  Su fluidez impactó a profesores y estudiantes.

Después de ese acontecimiento, algunas de sus compañeras oriundas del Valle de Sibundoy que para esas épocas ya tenían sus pretendientes, recibían cartas de estos y la buscaban a ella para que a su nombre les contestara las misivas de amor.  Dice que se divirtió mucho en esas tareas y que algunas veces llegó a pensar que, del otro lado, es decir el de los pretendientes, también podría haber un tercero haciendo exactamente lo mismo que ella porque varias cartas iban bien escritas y en un estilo similar.

Luego de graduarse como normalista rural, las religiosas la vincularon como profesora de la Normal Anexa.  Estuvo cerca de dos años en ese trabajo y aunque el salario no le sobraba, decidió renunciar para pensar en otros destinos. Su deseo de libertad fue superior a la comodidad que ofrecía la estabilidad laboral.

Gracias a una persona conocida de Mocoa, se enteró de que el Ministerio de Gobierno había abierto una convocatoria para adelantar un curso sobre desarrollo de comunidades en la Escuela Superior de Administración Pública —ESAP— en Bogotá. Se inscribió y logró superar la prueba de selección. Llegó a Bogotá en 1964 y cuando debió expresar su saludo a todos los estudiantes que participarían con ella del curso y que provenían de todos los rincones de la geografía nacional, les dijo lo siguiente:

—Yo soy Luz Ángela Flórez, vengo del sur y les traigo un abrazo de paz, de la selva, los ríos y de ese universo maravilloso llamado Putumayo—. Su amor por el Putumayo es infinito y auténtico.

El curso buscaba dotarlos de habilidades de liderazgo para promover la organización de las comunidades, fundamentalmente a través de las juntas de acción comunal.

Al terminar el curso hizo sus prácticas en el Casanare y luego la nombraron como promotora de la reforma agraria en el municipio de Gigante, en el Huila.  Estando en ese municipio, en 1966, recibió un telegrama de Julio, su hermano mayor, en el que le decía que su madre había fallecido.  De inmediato organizó viaje hacia Mocoa y cuando se bajó del avión que la transportó hasta Puerto Asís, la persona que fue a esperarla le dijo que a su padre lo habían enterrado el día anterior. Quedó absolutamente desconcertada y desecha porque concluyó que habían muertos los dos.   Esa misma persona le aclaró que se trataba de su padre y que su madre se encontraba viva.  Al llegar a Mocoa y saludar a su madre y a sus hermanos concluyó que su presencia a su lado no daba espera y decidió renunciar a su trabajo.

En los meses siguientes le fue descubierto un cáncer a su madre.  Murió justo un año después que su padre y durante todo ese tiempo ella se dedicó exclusivamente a su cuidado.  A su cargo quedaron 4 hermanos menores de edad. Eran Armando, Óscar y las gemelas Amparo y Yolanda.  Con apenas 22 años y en compañía de sus hermanos contemporáneos Julio y Amanda tenían una inmensa responsabilidad familiar sobre sus hombros.

Muy rápidamente su capacidad de liderazgo se hizo visible en Mocoa.  Desde muy niño la recuerdo levantando su voz contra la discriminación y la exclusión.   Además de su voz de inconformidad, se ha dedicado toda su vida a desarrollar acciones muy concretas para ayudar a los excluidos.

La desigualdad la conmueve en lo más profundo de su ser y no resiste vivir asumiendo que ese no es su problema.  Sueña con una sociedad en la que no existan exclusiones y se siente en el deber moral de trabajar por alcanzarla.

También ha sido desde muy joven una enorme luchadora por los derechos de la mujer.  Rechaza y condena el esquema patriarcal de organización social imperante en esta sociedad.

En 1971, un grupo de mujeres, entre las que ella se encontraba, fundaron una asociación de voluntarias vicentinas inspiradas en San Vicente de Paul.   Desde esa época hasta hoy, esa asociación representa para ella uno de sus principales propósitos de vida. Yo diría que es el vehículo a través del cual pone en práctica su manera de entender la fe católica y sus convicciones de lucha por la inclusión de los excluidos. En varias ocasiones y durante largos años ha sido la presidenta de esta asociación.  En los años 70, gracias a su gestión ante organizaciones de naturaleza similar en España, logró una donación que les permitió construir una edificación en pleno centro de Mocoa que ha sido destinado al arrendamiento de oficinas de diferentes instituciones del Estado.  Gracias a esa renta construyeron y pusieron en funcionamiento un hogar del anciano. En él albergan a personas de la tercera edad que se encuentran abandonadas.  Ella repite siempre que a esa edad llegaremos todos y que lo que hagamos por los ciudadanos de la tercera edad de hoy es como si lo hiciéramos por nosotros mismos.

En 1982 sucedieron dos hechos que guardo con nitidez en mi memoria.  El primero de ellos es un paro cívico intendencial de cuya organización y coordinación ella hizo parte.

Y el segundo es su participación en la campaña electoral a favor del Nuevo Liberalismo, la disidencia liberal que lideró Luis Carlos Galán.  El paro cívico de 1982 se extendió a la totalidad del territorio de la entonces intendencia nacional del Putumayo. Se trataba de una protesta por la deficiente prestación de los servicios públicos y también para solicitar la construcción de nuevas carreteras que conectaran a la intendencia con el interior del País.  La recuerdo liderando y participando de esa expresión de reclamo ciudadano. En ese mismo año, Armando Flórez, uno de sus hermanos menores, se convirtió en el líder del Nuevo Liberalismo en el Putumayo.  Encabezó por este movimiento una lista a la Cámara y estableció una relación directa y cercana con Luis Carlos Galán y con Rodrigo Lara Bonilla.   Además de la presencia de su hermano en ese movimiento, fue seducida por las tesis de Galán de acabar con el clientelismo de los partidos tradicionales y de profundizar la democracia. Por primera vez en su vida se involucró en el activismo electoral. Lo hizo cargada de ilusiones e identificada completamente con la causa del Nuevo Liberalismo.

En 1985, en la carretera entre Mocoa y Pasto ocurrieron varios deslizamientos de tierra que la inutilizaron por meses.  El Putumayo quedó bloqueado por vía terrestre con las desastrosas consecuencias económicas y sociales que una situación de esa naturaleza implica.  Ella convocó a un grupo de mujeres de Mocoa para proponerles constituir una organización cívica que trabajara por la terminación de la construcción de carretera entre Mocoa y Pitalito.  Muy rápidamente se conformó esa organización cuyo nombre fue Movimiento Cívico Pro-Carretera Mocoa-Pitalito.  Empezaron por establecer contacto con personas en el Huila, en particular en Pitalito, que tuvieran el mismo interés para proponerles trabajar en equipo.  De la mano de los Huilenses iniciaron un intenso trabajo que incluyó viajes a Bogotá para hablar con el alto gobierno y hacerle ver la urgente necesidad que tenía el Putumayo de contar con esa carretera.  Participó en una buena cantidad de foros en el Putumayo y en el Huila, así como de un número importante de reuniones tanto en Bogotá como en Mocoa. Se comprometió tanto con esa causa que, en alguna ocasión, acompañada de un grupo de personas, emprendió a pie el recorrido del trayecto por construir de esa carretera.  En 1958, un grupo de jóvenes mocoanos ya había hecho a pie esa travesía en condiciones mucho más hostiles.

Sus gestiones fueron tan exitosas que la construcción de la carretera avanzó sustancialmente.   En la primera mitad de los años 90 se convirtió en una realidad.

Siempre ha estado dispuesta a dar la pelea cuando se presenta una injusticia.  En la primera mitad de los años 90, fueron asesinados en la vereda las Palmeras de Mocoa el Señor Julio Cerón junto con un grupo de personas.  Sus cadáveres fueron traídos a Mocoa por el Ejército y el reporte oficial indicó que se trataba de guerrilleros que habían sido dados de baja. Muy rápido corrió el rumor de que se trataba de un falso positivo y como ella conocía bien al Señor Cerón, no tuvo inconveniente en reclamarle a un alto oficial del Ejército claridad sobre lo que había ocurrido. Por estos hechos, años más tarde, el Estado Colombiano fue condenado por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos.

Ha sido siempre una mujer libre pensadora acompañada de una auténtica vocación de trabajo a favor de los más débiles.

En los últimos años ha ejercido su liderazgo a través de la Fundación Rivera Flórez. Esa fundación surgió del corazón generoso de Guillermo, su compañero de la vida.  Él decidió destinar unos ahorros para una fundación que se dedicara a promover el cuidado de los recursos naturales en el Putumayo.  Su idea era facilitarle a Luz Ángela unas herramientas mínimas para enfrentar un problema que la desvela: la actitud depredadora de la mayoría de los ciudadanos con la flora, la fauna y los ríos de la región.  Le duele la piel cada vez que observa la manera en que los caudales de los ríos Mulato y Sangoyaco se están agotando y siente escalofrío de pensar que lo mismo pueda ocurrir con el río Mocoa en un futuro cercano. Su empeño por construir una cultura de respeto y cuidado con nuestro medio ambiente la ha llevado a trabajar con niños, con líderes comunitarios y con todos aquellos voluntarios que quieran acompañarla en esa quijotesca tarea.

Con el paso de los años he aprendido que en este mundo existen seres superiores.  Estos son aquellos que no le tienen miedo a la muerte y se sienten siempre preparados para cuando llegue el momento de la partida.  Aquellos que son inatrapables por sentimientos como el rencor o la envidia y a quienes el perdón les fluye sin ningún tipo de esfuerzo. Aquellos a quienes el sentido de la justicia les aflora en cada acto de su vida.  También quienes viven en armonía con la naturaleza, quienes viven livianos y mantienen una conexión espiritual con el universo.  Todos estos atributos los reúne Luz Ángela y por eso creo que su vida es inspiradora.

Las(os) invito a dejarse atrapar por su historia y por sus sueños.

Guillermo Rivera Flórez

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