WWF – Comunidades de los pueblos indígenas Murui Muina, Kichwa y Coreguaje firmaron un acuerdo en el que decidieron organizarse para compartir y usar el mismo territorio. Después de identificar amenazas, como la deforestación, que ponían en riesgo el bosque, el agua y sus medios de vida, las tres comunidades decidieron unir esfuerzos para proteger su territorio.
El territorio para los pueblos indígenas es todo; es la vida, donde encuentran su sustento y el espacio donde viven. En la Amazonia hoy habitan más de 64 pueblos indígenas, organizados en diferentes clanes, y en la comunidad de la Samaritana en Puerto Leguizamo, Putumayo, hay una particularidad en tres pueblos indígenas que decidieron compartir un espacio bajo el mismo pensamiento: la protección de su territorio.
Según Ángel Hernández, líder de la comunidad la Samaritana, esta experiencia es nueva, un ejemplo de vivir, de proteger y cuidar, de compartir un mismo territorio y forma parte del proceso y del trabajo que se ha venido realizando. Compartir un mismo espacio, sin importar el clan o pueblo al que pertenezcan siguiendo los lineamientos de los abuelos y mayores de cada uno de los pueblos.
El proceso de la comunidad de la Samaritana inició en 2016 y ha consistido en reconocer el territorio, saber qué les pertenece como pueblos, hasta dónde llega, con quién colindan, y reconocer el manejo desde la parte cultural y su gobernanza como indígenas. «Todo eso ha sido un trabajo de reconocer, caminar el territorio y empezar a entender cómo podíamos compartir, pero con un orden, de acuerdo con los usos y costumbres y la gobernabilidad propia», cuenta Ángel.
La problemática y el desarrollo del proceso para el acuerdo
La comunidad de la Samaritana se ubica a 45 minutos del casco urbano del municipio de Puerto Leguizamo, uno de los municipios con mayor deforestación en los últimos años, perdiendo cobertura forestal para ocupar de manera ilegal este territorio para cultivos de uso ilícito y ganadería extensiva.
Estos impactos fueron percibidos por el pueblo Murui, quienes optaron por frenar la ganadería extensiva y el acaparamiento de tierras que estaban llevando a cabo otras personas que no comparten sus usos y costumbres. Para esto, invitaron a habitar este territorio a otras tres comunidades: otros Murui, los Kichwa y Coreguaje. El resultado de esta unión llevó a que los tres pueblos se organizaran para defender y proteger sus recursos. Además, para la comunidad no era muy clara la situación jurídica y limítrofe del territorio. Por eso, el proceso desarrollado permitió que las dudas para esta comunidad fueran aclaradas y la estrategia quedara incluida en el plan de vida y salvaguardas de estos pueblos.
El trabajo de recorrer el territorio, ponerse de acuerdo desde la diferencia cultural de los tres pueblos, entenderse, coordinar y posicionarse en el territorio en unidad para defenderlo, no fue sencillo. Aunque el territorio pertenece al pueblo Murui, los Kichwa y Coreguaje se asentaron allí con el permiso de los abuelos en el 2007.
Hoy en día, la situación es diferente. Con una extensión de 23,360 hectáreas (has) que comprenden la comunidad de la Samaritana, los miembros de esta población decidieron entregar a otros Murui Muina, un total de 905 has; a los Kichwa 859 has y a los Coreguaje 896 has de su territorio en el marco del respeto y la unidad. Ahora, en el territorio todos están pendientes de lo que está pasando y a su vez coordinan esfuerzos para protegerlo.
«A través de la ley de origen estamos trabajando para salvaguardar el territorio, y WWF y ACILAPP – la Asociación de Cabildos Indígenas de Leguízamo y Alto Predio Putumayo han sido aliados en el fortalecimiento de la gobernanza y del gobierno propio», cuenta Braulio Piñatoja Autoridad tradicional de ACILAPP.
Durante los siete años, los tres pueblos se sentaron a hablar sobre lo que se iba a hacer para luego adelantar recorridos que les permitieran reconocer y verificar los límites territoriales, poner señalizaciones, verificar impactos y luego hacer acuerdos políticos, espirituales y técnicos.
De este proceso se obtuvieron resultados como el fortalecimiento de capacidades en GPS, cartografía con coordenadas y límites de la comunidad y del espacio que habitara cada pueblo. Con estas claridades, se logró la firma de un documento de acuerdo territorial por parte de los tres clanes.
Sin embargo, la firma de un documento no es suficiente para estos pueblos, cuya vida cotidiana se fundamenta en la espiritualidad de sus plantas sagradas.
Por esta razón, antes de finalizar el 2023, se llevó a cabo un espacio de armonización o baile tradicional. Para los habitantes de las cuatro comunidades, este evento significó la ratificación espiritual y tradicional de los trabajos realizados durante los últimos siete años, abriendo así el camino para reflexionar sobre lo que falta y hacia dónde dirigirse. Aunque, como ellos mismos expresan, no compartimos la misma lengua, sí compartimos el mismo espíritu que busca proteger el territorio.