Del 6 al 12 de noviembre, el Servicio Geológico Colombiano (SGC) llevará a cabo la VII Bienal Nacional de Niños, Niñas y Jóvenes que Viven en Zonas de Riesgo Volcánico, una de las actividades más importantes de la Entidad para hacer pedagogía frente a este tema y que, hasta el momento, ha contado con la participación de más de 1000 estudiantes de varias regiones del país.
En esta ocasión, el evento organizado por los Observatorios Vulcanológicos y Sismológicos de la Entidad reunirá a casi 300 estudiantes, docentes, científicos, autoridades de gestión del riesgo y miembros de comunidades indígenas, dispuestos a compartir experiencias culturales y educativas sobre lo que significa convivir con volcanes activos y cómo se preparan desde sus territorios para cuidar la vida en caso de una eventual erupción.
La VII Bienal se llevará a cabo en El Alto Putumayo, una zona cultural y paisajísticamente diversa, conformada por los municipios de Santiago, Colón, Sibundoy y San Francisco, y habitada en su inmensa mayoría por comunidades indígenas de los pueblos Inga y Kamsá (la sede principal del evento será el municipio de Sibundoy).
A lo largo de la jornada, 30 delegaciones de instituciones educativas provenientes de Caldas, Tolima, Quindío, Huila, Cauca, Nariño y Putumayo, realizarán presentaciones artísticas y culturales sobre cómo gestionan el riesgo volcánico; conocerán las tradiciones culturales del Alto Putumayo a través de diferentes experiencias; y visitarán el campo volcánico monogenético Guamuez-Sibundoy para descubrir, de la mano de los expertos y expertas del SGC, el fascinante mundo de los volcanes
monogenéticos : aquellos que hacen erupción una sola vez en su vida y que se forman en grupos.
¿Por qué es importante este evento?
Colombia es un país de volcanes (se estima que hay cerca de 25 estructuras volcánicas activas) y en sus alrededores reside una población importante. Por eso, además de admirar la belleza paisajística y majestuosidad de estas estructuras geológicas, es clave entender el riesgo que implican.
Mientras un volcán esté activo, puede hacer erupción en cualquier momento, y la observación y el conocimiento de su comportamiento son herramientas fundamentales para gestionar el riesgo ante una emergencia. En ese contexto, la educación dirigida hacia los niños, niñas y jóvenes, así
como la participación comunitaria, son determinantes para que la gestión del riesgo volcánico siempre sea exitosa.
“Desde el SGC creemos que, mediante un trabajo conjunto entre los habitantes de los territorios volcánicos (muchos de ellos pertenecientes a comunidades indígenas), las instituciones educativas,
las autoridades responsables de la gestión del riesgo en niveles regionales y nacionales, y el SGC como la entidad encargada de monitorear y generar información científica sobre los volcanes del país, podemos actuar oportunamente frente a los riesgos potenciales en entornos de volcanes activos, pues una erupción volcánica no necesariamente tiene que ser sinónimo de desastre. La experiencia que tenemos como país en el tema y las lecciones de tragedias como la de Armero, a raíz de la erupción del volcán Nevado del Ruiz, deben servirnos para estar preparados ante cualquier eventualidad y, sobre todo, para potenciar la vida en zonas volcánicas”, advirtió Diego Gómez Martínez, profesional especializado del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Pasto del SGC y líder de esta iniciativa.
¿Qué características tiene el Alto Putumayo?
Este territorio, además de ser reconocido como un corredor ambiental de gran relevancia hacia la Amazonía, aloja el campo volcánico monogenético Guamuez-Sibundoy, el cual tiene al menos 17 volcanes localizados en la parte oriental de la Laguna de La Cocha. Estos están asociados al contexto tectónico de esta región y su estudio es indispensable para entender la amenaza volcánica de la zona.
Por otro lado, el Alto Putumayo ha experimentado los efectos devastadores de diferentes tipos de fenómenos geológicos, entre ellos terremotos como el sismo histórico del 20 de enero de 1834, en los límites de los departamentos de Nariño y Putumayo, con una magnitud de 6.7, y movimientos en masa, como los ocurridos en la parte aledaña al casco urbano de Sibundoy, donde el agrietamiento y el deslizamiento del terreno ha puesto en peligro la infraestructura de sitios como la planta de tratamiento de agua potable y algunas instituciones educativas.
