
ElTiempo – Más de 500 personas llevan casi 3 meses en chozas plásticas. La UNGRD dijo que se retomarán obras.

Hace casi 7 años, en la noche entre el 31 de marzo y el 1.º de abril de 2017, cientos de personas vivieron la mayor pesadilla de sus vidas, cuando las lluvias ocasionaron el desbordamiento de tres ríos que terminaron por desaparecer bajo el lodo a 17 barrios de Mocoa, Putumayo, causando la muerte de 336 personas, dejando heridas a 398 y damnificadas a más de 22.000.
Pero la zozobra no terminó esa noche para más de 900 familias que llevan todo este tiempo esperando las casas que les prometió el Gobierno. Cansados de esperar y de pagar arriendos o de vivir ‘arrimados’ en casas de familiares, al menos 556 de ellas decidieron hace casi 3 meses tomar posesión de los lotes donde irían sus casas y fundaron en Sauces II un asentamiento en el que hoy en día viven mujeres, niños, adultos mayores y hombres que con sus manos pusieron los pilares de sus casas, hechas en madera, polisombra y plástico.
Algunos ya tienen clara la división de sus viviendas: “Esta es la sala –un espacio al fondo de un pasillo–, acá a la vuelta está mi habitación, en donde tengo mi cama”, contó José Cerón, un hombre de 70 años de edad que vive en una choza con paredes de polisombra verde y techo de plástico negro. La ‘despensa’ de su casa está debajo de la cama, donde guarda algunos plátanos y un par de utensilios.
En el asentamiento Sauces II todos los cambuches, que llevan al frente un tablero pequeño con el número del lote, son de los mismos materiales, pero el asentamiento está dividido, en una improvisada planeación urbana, en cuatro calles. La principal se llama ‘Avenida 13 de julio’, en memoria del día en el que crearon el barrio; la casa de Cerón queda en la calle ‘Buenos Aires’, porque por ahí ventea mucho; otra, desde donde se ve buena parte del caserío, es ‘Buena Vista’, la de más atrás, que da al lindero, es la ‘Nueva Ilusión’.
Edid Maya Arteaga, otra de las vecinas y quien hace parte de la mesa técnica de seguimiento a la reconstrucción de Mocoa, recordó que cansados de esperar y de no tener respuesta, en la noche del 13 de julio llegaron los primeros 80 pobladores.
“El 13 de julio la gente tomó la decisión de tumbar un arbolito y empezamos a armar lotes, cada cual a hacerse a su lote porque teníamos la trazabilidad del croquis, sabíamos por dónde íbamos a dejar las calles, y así se fueron formando las cuadras”, contó. Maya tiene una tienda en el asentamiento, en la que vende comida y agua, porque allí no tienen ni acueducto ni alcantarillado.
Aún con la carencia de servicios públicos básicos, y en carpas de plástico que a mediodía se convierten en pequeños hornos bajo el sol de Mocoa, Martha Macías, de 54 años y quien vive en una de las chozas con su hijo de 8 años, dice que no saldrán hasta que les entreguen viviendas dignas.
“Tantos años esperando, cuando pasó la avalancha el niño tenía 2 años, ahora ya tiene 8 y no nos han dado la vivienda”, comentó. Ella se rebusca el diario vendiendo mecato en su choza y es una de las personas que, dentro de las casas plásticas, tiene carpas de acampar, en donde duerme todos los días.
En general, las comidas del día en este barrio se hacen en una olla comunitaria. A los habitantes les piden 2.000 pesos para comprar ingredientes, también tienen sembrados de cebolla y yuca que ya están empezando a dar frutos.
César Eduardo López, de 59 años, contó que vive en estos cambuches, abriendo la puerta de su casa, o más bien, levantando una de las esquinas inferiores de un plástico negro, porque se cansó de vivir arrimado. “Yo soy una personas enferma, no puedo trabajar. Vine e hice este ranchito con la esperanza de que ya nos van a dar las casa, pero van 7 años y nada”, comentó. Él duerme sobre una colchoneta ubicada encima de tablas en el piso, y aunque está casado, su esposa no vive ahí porque está más enferma que él: “A mi esposa no la puedo meter acá porque tuvo un accidente y es inválida”.
Retrasos de varios años en la reconstrucción
El motivo por el que todas estas personas viven en casas de palos, polisombra y plásticos es por el retraso de años en terminar las verdaderas viviendas que debían estar en Sauces II, la segunda etapa de un conjunto habitacional que se planeó para la reubicación de los damnificados. Sauces I, que sí se entregó, consta de 300 casas, pero ninguna de las 909 de Sauces II está terminada: 168 aparecen ‘en ejecución’ pero de esas solo 12 tienen cubierta y acabados.
Tanto tiempo llevan abandonadas las obras que hasta el cemento y las vigas metálicas están dañadas de estar al sol y al aire, como se evidenció una reciente visita de la Contraloría General de la República en la que la entidad cuestionó el poco avance del proyecto. Los retrasos, que vienen de gobiernos pasados, también significan más dinero, pues según cálculos del órgano de control, aunque el valor inicial para las 1.209 casas (303 de Sauces I y 909 de Sauces II) era de 71.292’970.880 pesos, el valor estimado para inicios del 2023 iba en casi 100 mil millones de pesos.
Es por esto que en su visita, a finales de agosto, el vicecontralor con funciones de contralor (E) Carlos Mario Zuluaga, señaló a la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), encargada del proyecto, de ser “un verdadero desastre, no hay otra forma de definir la intervención tan deficiente en Mocoa”, dijo Zuluaga, al tiempo que anunció la apertura de procesos sancionatorios contra el antiguo director de la Unidad, Javier Pava Sánchez, y también el actual, Olmedo López.
Sobre qué viene ahora, este viernes López se reunió en Mocoa con los habitantes de Sauces II y les aseguró que próximamente se retomará la construcción de 1.248 soluciones de vivienda: 909 casas en Sauces II, 87 en Sauces III, 216 en zonas rurales nucleadas y 36 en zonas rurales dispersas, con una inversión de más de 188.000 millones de pesos.
Pero de fechas contundentes no se dijo nada, comentó Edid Maya, quien concluyó:
“La idea es no salir hasta que no nos entreguen la vivienda digna. Los damnificados no saldremos de los lotes hasta que no veamos construidas las casas, de lo contrario nos veremos en la penosa obligación de quedarnos en los terrenos, construyendo con nuestro propio esfuerzo; así sea en madera rolliza y plásticos”.
