Experiencias medicinales con el yagé, así se sanó la hermana Marisol

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ElTiempo – Conozca el libro donde Javier Darío Restrepo narró algunos casos de curación con esta planta.

Ella tiene 71 años. Es una mujer activa, de esas que nunca saben de reposos, y dudo si algún día habrá cultivado un rosal. Llegó a su comunidad religiosa cuando solo tenía dieciséis años, aún adolescente, y sin saber por qué.

Marisol: “Entré muy joven a la comunidad, de dieciséis años. El motivo que me llevó fue que sentí que Dios me llamaba, porque no conocía mucho a las religiosas. 

“Soy polifacética porque he trabajado en educación, en obras de protección y hasta de portera en una clínica psiquiátrica; me ha tocado en administración, en obras pastorales y comercio. Para mí, la universidad ha sido la vida, el método de aprender a ser”.


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A pesar de ser una persona de actividad múltiple, con un largo recorrido en su comunidad, Marisol llegó a una situación preocupante que el médico Omar Escobar recuerda:

Omar: “Un estado mental de no querer hacer nada, de tener imposibilidad de hacer las cosas y en la parte física no había fuerza para hacer nada. Ella se vino de un sitio muy conflictivo por el orden público, y estaba extenuada, sin ánimo de nada. Quería volver a recuperar sus fuerzas, pero lógicamente su estado mental era el que le estaba produciendo consecuencias físicas de postración”.

Cuando comenzaron sus depresiones, la hermana Marisol estaba en Barranquilla y allí recibió tratamiento de acupuntura. En Bogotá, el teléfono del médico Omar Escobar fue el último que marcó. Antes había intentado con dos médicos, uno no estaba y el otro tenía descompuesto el teléfono.

Marisol: “Me llamó la atención la forma de escuchar, la atención, el cuidado que me puso y todos los detalles que me iba preguntando.


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“Empecé mi tratamiento y cuando volví, un señor en muletas ya no las tenía, ya estaba caminando. Dije: ‘¡Ve!, esto aquí es como efectivo’.

“Otra cosa que me llamó la atención fue el tiempo que me dedicó para escucharme, podía ser una hora, hora y media, creo que a veces hasta dos horas escuchándome, preguntando. De pronto no muchas preguntas ni mucho dar respuestas a algo que yo necesitaba, sino más bien a través de sus preguntas me iba haciendo caer en la cuenta de mi situación, de los motivos de mi enfermedad”.

El recuerdo de estas visitas a su consultorio para el médico Omar Escobar estuvo ligado a la sorpresa. No recordaba haber recibido a religiosas en su consulta.

Omar: “Me encontré con la sorpresa de una hermana, de una religiosa que acudía a mi consulta, lo cual es poco frecuente. No puedo explicar la razón, debe ser porque poco creen en la medicina alternativa o piensan que la acupuntura tiene que ver con otras situaciones. Y ya casi son diecisiete años de ser una paciente de medicina alternativa.

“Cuando llegó la primera vez presentaba un estado de mucha tristeza, una depresión mayor. En psiquiatría podríamos decir que era una paciente que debía ser hospitalizada, porque su estado de depresión le alteraba toda su cotidianidad.

“Empezamos a tratarla, pero el proceso fue lento, hasta que decidió que una de las cosas que podía sacarla de esta situación era tomar yagé. Además, yo veía que había una situación que tenía en el presente y que tenía que ver con el pasado y que ella debía descubrir, redescubrir ese pasado, porque el pasado en ella le estaba haciendo un mal”.

Es claro que invitar a una religiosa a tomar yagé es iniciar un camino nuevo e insólito.

Omar: “La toma de un remedio que en un momento dado ayuda a salir de situaciones muy complejas es otra manera de ayudarles a los pacientes. Este remedio es de una ayuda muy fuerte, que les ayuda a salir del fondo, de abajo, de la oscuridad, y los mete en el fondo y los devuelve a su vida cotidiana con más entendimiento. Es como entender los procesos de ellos y otras cosas más. Uno tiene que bajar a los infiernos y devolverse, traerse un regalo de allá. Ese regalo es el entenderse a uno mismo, entender por qué le están pasando las cosas, entender a las otras personas, tratar de entender la vida en la cual nos desenvolvemos”.

Para ella fue un descubrimiento. Fue hace dieciséis años, pero aún lo recuerda:

Marisol: “Llevaba aquí en Bogotá como dos meses de tratamiento, pero el mismo doctor miraba que yo estaba en una oscuridad… Como que no salía de ahí. Entonces me dijo: ‘Le voy a dar otro tipo de medicina; le va a producir un poco de mareo, de pronto va a ver luces, va a ver colores. Ponga mucha atención a lo que mira, después me comenta. Yo también voy a tomar de esa bebida, la voy a acompañar, yo voy a estar aquí en el consultorio; cualquier cosa, yo estoy pendiente’. Como en mi servicio evangelizador había escuchado algo del yagé. Miedo no me dio porque yo ya sabía que era algo bueno, que servía. Entonces lo tomé.

“Me acostó en una camilla y empecé a ver muchos colores. Todo lo que vi ese día tenía mucha relación con lo que ha sido el origen de mis sufrimientos, de mi enfermedad y es la falta de mamá.

“Empecé a entender que todo tenía relación con mi madre, yo veía muchísima sangre y no sé. No recuerdo bien si fue en esa oportunidad, iba para una iglesia, para la eucaristía, y vi entrar a una señora vestida de azul con un pañoloncito. Cuando ella entró, a mí me llamó la atención y me senté al lado de ella. Ya iba a ser casi la fiesta de la madre. Dentro de mí había una sensación y esperaba que llegara la hora de la paz (momento de la misa en que los participantes se desean la paz con un abrazo o estrechándose la mano), para poder abrazarla y decirle ‘la felicito por el día de la madre’. Era como una ansiedad y yo decía: ‘A qué hora llega la paz, ¡a qué hora llega la paz!’.

“Cuando llegó el momento, la abracé con todo el cariño y le dije: ‘Felicitaciones en el día de la madre’. Bueno, seguí tranquila, pero con una sensación de relajación, como de encuentro con la madre. Seguí con mis tratamientos y miraba que como que me iba recuperando. Sobre todo, ya no me daban esas crisis de tanta depresión, de tanta angustia. De pronto esta crisis coincidió con la etapa de la menopausia; esa fue la crisis más dura.

“Algo que he descubierto a través de estos tratamientos es, primero, el ir perdiendo, el ir saliendo mucho de los miedos, yo le he tenido mucho miedo a la autoridad, a perder imagen. Que me reconozcan, que las cosas que haga las haga muy bien, que tenga éxito y entonces de pronto cuando las cosas no me salen como me gusta, pues a mí esto me ayuda a deprimirme, de pronto me ponen un poco de mal genio. He sido también como muy acelerada, como irascible. En todo caso, yo miraba que me iba haciendo más tranquila, más comunicativa, en etapas de tener mucho trabajo, pero de llevarlo con más claridad en mi mente, con más entrega, con más pasividad y de ir saliendo de miedos, aunque todavía quedan algunos escondidos, pero irán saliendo.

Javier Darío: ¿Cuánto tiempo duró el tratamiento?

Omar: “Inicialmente solo tres meses, lo normal. Ahí empezamos con las cosas importantes. Quiero que cuente la hermana cómo tuvimos una toma y la hermana estaba muy preocupada, porque ella quería saber qué era lo que venía a hacer en este planeta y yo le dije: ‘El yagé se lo va a revelar’ ”.

Marisol: “Una de las cosas que me explicó el doctor fue: ‘Su misión es muy concreta y es servicio. ¡Soy una servidora de Dios, es por llevar el Evangelio! Entonces el doctor me mostró otra connotación a este servicio y entendí: “Esta es mi misión. ¿A qué vine yo? ¡A servir!”.

Omar: “El yagé nos muestra que tenemos estilos de vida erróneos, y cuando las personas los ven… ¡los cambian! Y eso permite que la vida en últimas sea más llevadera, más feliz, más tranquila y que, finalmente, uno pueda cumplir su misión. Le dije a la hermana: “Tiene que encontrar cuál es su misión en este planeta, cuál es su misión espiritual”.

Marisol: “Siento que me ha ayudado mucho, todo el tiempo trabajé en climas cálidos, arduos, vivía demacrada, pálida, y aquí siento que en lugar de envejecer voy rejuveneciendo. ¡Interiormente yo no siento que avanzo a una edad mayor, me siento joven! Me siento con ánimos de seguir, de hacer lo que me corresponda, lo que Dios tenga en mí. Entonces le agradezco infinitamente a Dios por haberme puesto en este camino, porque yo lo veo así, como un camino”.

El yagé tuvo un papel importante en el proceso seguido para la curación de la hermana Marisol que, dentro del grupo de usuarios de este remedio, es un caso de excepción.

Javier Darío: ¿Comentó este tratamiento con las demás hermanas de su comunidad?

Marisol: “Con muy pocas, con las que realmente les tengo confianza; de pronto a alguna superiora que sí tenía conocimiento; con ellas lo compartía.

“Hoy, precisamente conversaba con otro sacerdote que ya ha hecho dos tomas de yagé y me dijo que cuando tenga la oportunidad, que lo invite. Pero la mayoría de las personas de la Iglesia no tienen ese conocimiento de lo que realmente es y de la importancia que tiene el yagé para la sanación, para el encuentro con uno mismo, pues lo rechazan.

Omar: “Yo quiero que la hermana nos diga cómo ve ella la ceremonia del yagé”.

Marisol: “Realmente la primera vez no la recuerdo mucho, pero para mí no fue raro, porque yo ya tenía conocimiento, aunque no muy profundo; lo recordaba no tanto como rituales sino como aspectos de la cultura indígena.

“Para mí, todo esto ha sido una riqueza muy grande porque ha venido ayudándome a mi parte espiritual, he descubierto que todas estas cosas son de Dios, así me lo hayan enseñado de una forma intelectual.

“El yagé me ha ayudado a concebir de una manera más vivencial, más espiritual. He aprendido a ver que su amor está reflejado en toda la naturaleza y así mismo a amar todo lo que Dios ha creado, todo el agradecimiento por sentirme parte de esa naturaleza y, bueno, darle gracias a Dios porque lo considero mi Padre providente, porque soy hija de la providencia de Dios”. 

JAVIER DARÍO RESTREPO
Especial para EL TIEMPO

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