Putumayo es una de las cunas de mariposas de Colombia

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ElEspectador – Tras superar años de obstáculos relacionados con problemas de orden público y falta de recursos, un grupo de científicos publicó la primera lista de mariposas del piedemonte del Putumayo, que posee más del 25 % de las especies de Colombia.

La ‘Eurema albula’ es una de las 3.877 especies de mariposas incluidas en la lista de chequeo nacional. / Fredy Montero

“Desde la primera vez que fui a Putumayo, hace más de 10 años, me quedé atrapado con los bosques de Mocoa y con su biodiversidad. Sentí que era necesario hacer una investigación sobre la diversidad de mariposas”, cuenta para El Espectador Fredy Montero, autor principal del libro La gran tierra de las mariposas: piedemonte del Putumayo. La obra, primera en recopilar la información sobre estos insectos en el departamento, contiene alrededor de 350 especies de mariposas de la superfamilia Papilionoidea y fue un importante insumo para la Lista de Chequeo de Mariposas de Colombia, que tiene, al menos, 3.877 especies (218 endémicas).

Colombia cuenta con más del 20 % del total de especies de mariposas que habitan en el planeta. Sus regiones más diversas son los bosques de los Andes orientales en el piedemonte andino-amazónico y el Chocó biogeográfico; mientras que las zonas de bosque alto andino y páramo son las que contienen más especies endémicas y vulnerables al cambio climático.

Para evidenciar su abundancia, en poco más de 1’100.000 km² de territorio nacional, basta con compararlo con algunos continentes. En Europa hay 496 especies en más de 4’000.000 km² y en toda África habitan aproximadamente 4.000, a pesar de tener una superficie de 30’370.000 km². Esto se lo debe, en buena parte, al piedemonte del medio Putumayo, ubicado a una altitud de 400 a 1.000 msnm. Allí están los municipios de Mocoa, Villagarzón y Puerto Guzmán.


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“En este territorio encontramos que teníamos más del 25 % de las especies que están registradas para el país, y cerca del 50 % en todo el departamento”, explica Montero.

El investigador, que durante su carrera ha fotografiado más del 70 % de las 3.877 especies, asegura que el libro, que comprende un trabajo de cinco años, es un excelente paso para continuar con el censo de la biodiversidad, que en Putumayo se ha visto torpedeado por problemas de orden público y aislamiento.

“Sabía que, por condiciones de orden público, este lugar había sido vetado para los investigadores. Cuando les di a conocer a las comunidades cuál era mi objetivo, la gente empezó a reconocer mi trabajo y pude tener la confianza de visitar estas zonas”, relata Montero. A sus ojos, el Acuerdo de Paz con las extintas Farc abrió puertas para el turismo de naturaleza y la investigación. Por otro lado, destaca que uno de los mayores logros del libro fue aportar más de 35 especies y 37 subespecies nuevas para la ciencia, que en este momento están en la colección del entomólogo francés Jean François Le Crom, coautor del estudio.

Un esfuerzo por conocer a las mariposas del Putumayo


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Montero comenta que la inspiración de esta publicación fue la mariposa Callicore ines, de la familia Nymphalidae. Es un animal con una particularidad: parece tener el número 80 en sus alas. Es exclusiva de la región del piedemonte y nunca había sido fotografiada en su hábitat. “Esa fue la que me motivó a seguir explorando el sitio”, dice.

Después de su primera visita a Putumayo, en 2012, y tras su primera fotografía de una mariposa del departamento, en junio de 2014, se concentró en capturar con su cámara todo tipo de especies en su hábitat. Para él, es una forma más amable de hablar de conservación con la academia y las comunidades.

Pero fue a través de una alianza establecida en 2017 con la empresa privada Gran Tierra Energy, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) y la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI), que pudo realizar el estudio sobre las mariposas diurnas que habitan en el medio y bajo río Mocoa. El estudio contiene más de 500 fotografías de 350 especies de mariposas.

Para la investigación, Montero, la bióloga Maira Ortiz y Jean François Le Crom, líder del proyecto “Mariposas de Colombia”, tuvieron en cuenta las seis familias tradicionales de mariposas diurnas: Papilionidae, Pieridae, Nymphalidae, Riodinidae, Lycaenidae y Hesperiidae. Aunque tras nuevos adelantos científicos y estudios de ADN se ha añadido una nueva familia, el investigador principal considera que todavía hay que avanzar en el conocimiento ecológico de estas especies, así como de la morfología de sus estados inmaduros y sus plantas hospederas.

“Cuando se hacen estudios taxonómicos y ecológicos, normalmente la familia Nymphalidae es la que aporta más, porque tiene muchas subfamilias. Pero aquí encontramos que la familia Riodinidae, de mariposas pequeñas, algunas con cola o proyecciones en las alas posteriores, muchas de colores diversos, fue una de las más representativas en la región del piedemonte”, manifiesta Montero.

Sumado a ello, entre las Nymphalidae, los investigadores también encontraron muchos géneros con altísima diversidad de especies (alrededor de 20 por género). “Existen claves para poder diferenciar a las mariposas en términos de familia. Por ejemplo, en la familia Hesperioidea, una característica casi exclusiva es que sus antenas tienen forma de gancho. Mientras que en las mariposas de la familia Papilionidae son claramente visibles sus tres pares de patas, muy largas y altas”.

Hoy se estima que, en el área del bajo río Mocoa, hay unas 1.100 especies de mariposas, lo que convierte al departamento en uno de los lugares más diversos de este grupo de insectos en el mundo. Como explica el geólogo Bruce Purser, su amplia diversidad se la debe a las elevadas precipitaciones, su topografía y su historia geológica, ya que fue el punto de encuentro de fauna de varias regiones: Orinoquia, Amazonia y del corredor Magdalena, en conexión con fauna de América Central (paso que se cerró hace tres millones de años como consecuencia de movimientos tectónicos).

También confluyen corrientes de aire cálido y húmedo en una franja llamada Zona de Confluencia Intertropical (ZCIT), lo que genera condiciones especiales de clima, vegetación, suelos e hidrología.

De acuerdo con el diagnóstico de Montero, había muchas especies que se encontraban distribuidas para Ecuador, por lo que tuvieron que centrarse en hacer reportes de nuevas variedades de Colombia. Además, explica Montero, las anteriores investigaciones se hacían en salidas de campo de menos de un mes, algo muy distinto a trabajar durante cinco años.

Así, pasaron de tener listados sueltos de mariposas del piedemonte a una ruta general sobre ejemplares de la región. También publicaron un artículo científico en la revista Conservación Colombiana y una guía de campo digital.

¿Por qué es importante seguir estudiando a las mariposas?

Aunque no tienen tanta visibilidad como los mamíferos, las aves y las especies marinas, los insectos representan, en porcentaje, a la mayoría de los animales del mundo. Concretamente, los lepidópteros (mariposas y polillas) son el segundo grupo de insectos más numeroso y probablemente el más atractivo, debido a sus vistosas formas y colores que se combinan con los paisajes.

Se estima que existen al menos 19.000 especies de mariposas diurnas en el mundo. Una de sus características más importantes es que la estabilidad de su taxonomía y su alta diversificación las hacen un excelente indicador del estado de flora de una región.

Y es que, para completar su ciclo biológico, muchas especies dependen de plantas específicas que sirven de alimento para las orugas; de manera que su conservación está ligada a las condiciones de las plantas de las que son huéspedes.

“Además, al estar en el segundo renglón de la cadena trófica y al ser polinizadoras, millones de especies se benefician de ellas. Les debemos buena parte de la diversidad de la vegetación”, precisa Montero.

“Infortunadamente, la percepción hacia los insectos ha sido muy limitada. De hecho, la mayoría de recursos que se han destinado a investigarlos se han centrado en estudios de plagas que causan desastres para los cultivos. El conocimiento sobre su diversidad e importancia para los ecosistemas se ha dejado un poco de lado, especialmente en países como Colombia”, afirma Montero.

A sus ojos, en un contexto de declive de especies, asociado a factores como la deforestación, el uso indiscriminado de agroquímicos y el cambio climático, es fundamental documentar la variedad de mariposas que viven en el país para generar estrategias de conservación de sus hábitats.

Los estudios de diversidad de mariposas también permiten ahondar tanto en el ciclo de vida como en sus procesos de camuflaje y mimetismo; es decir, las estrategias evolutivas con las que evitan ser devoradas. Por ejemplo, unas especies exhiben diseños parecidos a ojos para ahuyentar a los predadores; algunas, que carecen de escamas, tienen alas transparentes que les ayudan a camuflarse; y otras producen y acumulan sabores desagradables o productos tóxicos a partir de las plantas en las que se hospedan. Es una situación que ha sido descrita por el científico alemán Walter Winhard.

Montero informa que están en búsqueda de recursos económicos para la descripción de las 35 especies y las 37 subespecies nuevas, que incluye el estudio de sus genitales y pruebas de ADN para corroborar que son ejemplares no estudiados.

Según menciona el investigador, el compromiso con el departamento de Putumayo y con sus bosques continuará en los próximos años. En la Asociación Colombiana para la Lepidopterología (Acolep) quieren producir un libro sobre la región del bajo Putumayo, donde hay planicies amazónicas, así como el alto Putumayo, con tierras medias que van desde los 1.000 hasta los 3.400 msnm, como el cerro Patascoy.

Montero está trabajando en dos sectores de Boyacá y en la Sierra Nevada de Santa Marta, para sacar adelante un nuevo volumen de mariposas del macizo montañoso. Todo esto, para aportar al conocimiento de las especies que, según expertos, sobrepasarán los 4.000 registros en los próximos años.


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