Artesanía verde: el emprendimiento de una sabedora indígena en Leguízamo, Putumayo

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RadioNacional – María Ernestina Gómez, abuela indígena del pueblo Muinane en el municipio de Leguízamo emprende a partir de la selva amazónica colombiana.

Juan Miguel Narváez Eraso

Con ayuda de la denominada artesanía verde, que en los municipios del bajo Putumayo guarda una estrecha relación entre la ecología y los pueblos indígenas, María Ernestina Gómez Correa; abuela ‘sabedora’ del pueblo Muinane; emprende y transmite las tradiciones que identifican a su comunidad; transformando desechos de la madre naturaleza en coronas, atuendos y canastos.

Aunque asegura que jamás olvidará aquellos momentos en que a los 9 años de edad aprendió de su madre Amelia Gimatofe algunos secretos para transformar de manera artesanal plumas, hojas, cortezas y fibras naturales, afirma que a los 55 años perfeccionó los rústicos procesos con los que de forma autóctona solía trabajar aquellos elementos que hasta ahora obtiene de las aves y de los árboles de Anchama, Guarumo, Cumare y Guamilla, entre otros que hacen parte de la selva nativa de la Amazonía colombiana.


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En su casa ubicada en el barrio La Magdalena de Puerto Leguízamo, María Ernestina quién aparece junto a su nieto David Montes Mendoza elabora las coronas y trajes ancestrales.

“A mis 75 años de edad me considero una buena matrona y una excelente abuela indígena porque no solo he tenido la oportunidad de transformar la corteza y la médula de los troncos de los árboles, en exóticos atuendos que son utilizados para bailar en las inauguraciones de las malocas, o para danzar en sagrados ritos que acompañados de la música ancestral; ofrecemos en diferentes épocas del año a la pachamama”, dijo la abuela María Ernestina.

Para complementar las indumentarias necesarias y danzar al ritmo de los melódicos sonidos de las semillas de los bastones de mando, precisa que en esos encuentros es acertado ceñirse en la frente las acostumbradas coronas, las cuales afirma se deben elaborar con plumas de aves silvestres, cuya técnica de entretejido la aprendió de su padre Gaspar Gómez.

“Y es que las coronas no son simples elementos decorativos en los que predominan coloridos penachos de plumas, sino que en ellos también está inmersa la sabiduría y el conocimiento de nuestros antepasados. Mi padre me enseñó que son sinónimo de discernimiento y respeto, por eso es dispendiosa la consecución de las plumas de loro real y guacamaya. Cuando nos internamos en la selva nos dejamos guiar por los cantos de los pájaros con el propósito de encontrar los árboles en los que las aves han cambiado de plumaje”, dijo.

Para la elaboración de cada corona, María Ernestina asegura que generalmente se requieren entre 30 y 40 plumas, todo dependiendo de su forma y tamaño. Para las mujeres, las coronas llevan plumas verdes; cuyas puntas terminan en amarrillas tonalidades, mientras que para para los hombres, esos elementos llevan plumas únicamente azules o rojas.


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Las coronas de plumas de aves silvestres que utilizan María Gómez, Blanca García y Flor Cuéllar; son utilizadas para ritos especiales.

Vestidos de Anchama

Para integrar los bailes, ritos y atuendos, la abuela María Ernestina es consciente que la corona de plumas debe conjugar con los tradicionales vestidos de fibra de Anchama para cuya confección considera necesario un sencillo pero dispendioso proceso.

“Una vez se extrae la médula del árbol de Anchama, el cogollo es lavado con abundante agua con el fin de que las fibras naturales adquieran flexibilidad y pierdan aquellas sustancias vegetales que generalmente suelen provocar comezón. Luego se procede a cortar para extraer finas láminas, las cuales se tienden en el piso para que pierdan la humedad y con el sol adquieran doradas tonalidades”, explicó.

Antiquísima tradición

Amelia Gimatofe quien confiesa no tener las mismas habilidades artísticas que posee su progenitora para elaborar dichas joyas de arte, manifiesta que su madre María Ernestina es muy solicitada en el barrio La Magdalena de Puerto Leguízamo, para la elaboración de los consabidos trajes y coronas. Aunque argumenta que otras artesanas, en la elaboración de cada corona o de las blusas y faldas que hacen parte de los trajes típicos de las mujeres indígenas; generalmente tardan hasta 4 semanas, subraya que su progenitora los tiene listos en tan solo 14 días.

“Esta es una antiquísima tradición que espero jamás se vaya a perder en mi querido Puerto Leguízamo, porque de suceder; se estaría perdiendo un gran legado que por décadas hace parte de nuestra cultura ancestral”, dijo.

La artesanal elaboración de cestos, coronas de plumas y trajes de médula de madera, María Ernestina la aprendió de sus padres.

Por su parte María Macaniya y Omaira Macaniya, dos jóvenes indígenas del pueblo Murui Muina; afirmaron que el proceso artesanal que lidera María Ernestina es un legado que merece el respaldo de toda la comunidad, para que sus conocimientos sean transmitidos a la niñez y a la juventud. “Esa es la única manera que una tradición tan bonita como la que ella emprende siga perdurando con el paso de los años”, afirmaron.


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