Alerta por el Churuco de El Líbano (Orito), en el Putumayo

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Por: Javier Silva

WCS

El Proyecto Vida Silvestre (PVS) y la Fundación Sambica realizaron un ejercicio con cámaras trampa instaladas en lo más alto del bosque (dosel), de la vereda El Líbano, de Orito (Putumayo), para monitorear al primate. Se concluye que la cacería que por años atacó a la especie, diezmó considerablemente el número de sus individuos. Ya existe un esfuerzo comunitario que busca darle un giro a esta historia y una segunda oportunidad a la vida y el futuro de este mono fuerte, lanudo y excepcional.

Hace aproximadamente un año, la fundación Sambica, en un trabajo efectuado en alianza con habitantes de la vereda El Líbano (Putumayo) y con el aval del Proyecto Vida Silvestre (PVS), realizó un ejercicio inédito en esta región. Expertos de la fundación instalaron 10 cámaras trampa en el estrato medio del dosel o parte media o superior del bosque, con el fin de monitorear las poblaciones de mono churuco o chorongo.


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Hasta ese momento había sido normal el uso de cámaras en este sector del departamento amazónico, como herramientas no invasivas en estudios ecológicos, pero especialmente para ver mamíferos tropicales que generalmente se desplazan al nivel del suelo, como venados o jaguares. Lo particular, entonces, era haberlas ubicado en lo más alto de los árboles para ver a los monos en actividad, sin molestarlos o perseguirlos.

Pero del entusiasmo inicial, se ha pasado a la inquietud y la pesadumbre, porque los primeros resultados de la observación mostraron que sus poblaciones se han reducido. El lanudo, uno de los nombres comunes del churuco, con su barriga protuberante, cola prensil y gruesa, y ese pelaje denso que parece un abrigo hecho de felpa, ya casi no se ve. O para ser más exactos: la afluencia de individuos que se esperaba nunca fue captada por las cámaras trampa, todas ellas sujetadas a través de cuerdas de nylon, tubos de PVC y anclajes entre las ramas de la floresta.

La cacería del mono fue intensa

El muestreo registró la presencia de 10 mamíferos. El más visto (en diez de las estaciones) fue la martucha o kinkajú (Potus Flavus), que algunos llaman cusumbo, porque es del tamaño de un perro mediano. Otro nombre vulgar lo trata de incluir, sin que esto sea cierto, en el mundo de los primates: le dicen ‘mono león’. Incluso, a veces es confundido, erróneamente, y tal vez por sus ojos abiertos, pupilas dilatadas y orejas como antenas, con un mico nocturno, del género Aotus.


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El mono churuco solo se vio una vez. Acompañado de un género de roedor llamado Microsciurus y un marsupial de la familia Didelphidae. También hubo un registro del mono saki (Pithecia milleri), de un capuchino de frente blanca (Cebus albifrons), así como del mono nocturno gritón (Aotus vociferans). Otro ejemplar detectado fue el mono ardilla de Humboldt (Saimiri cassiquiarensis). Como era de esperarse, fueron captadas algunas aves.

Dice el reporte de los investigadores que solo 4 de las 10 cámaras fotografiaron especies. Y advierte que “en términos generales, las poblaciones del churuco presentan baja abundancia, probablemente como resultado de una fuerte presión de cacería en la zona”.

La comunidad es la primera que ha reconocido este error y que ahora se comprueba pudo haber ocasionado daños más allá de lo previsto. Primero, porque durante años fue capturado para comer su carne y retener sus crías, que eran vendidas o regaladas para transformarlas en mascotas. Esta práctica se mezcló con un agravante, y es que las hembras del churuco solo dan a luz a una cría cada dos años. Además, viven confortablemente entre familias o proles que son creadas o se fortalecen con el paso de muchos años. Al ser despojados o exterminados, el grupo siempre tiende a desaparecer. Se suma a lo anterior que el hábitat del mono, por esa actividad intensa de extracción de ejemplares, fue deforestado y se degradó parcialmente.

Antes de este monitoreo, Sambica y el PVS crearon el Colectivo de Mujeres del Mono Churuco. En medio de actividades recreativas y muy informales, han realizado monitoreos por el bosque adyacente a la vereda para revisar su posible presencia y el estado de su hábitat. Se ha buscado que ellas sean el primer eslabón de una gran cadena de personas que dentro de poco podrían están liderando procesos para apropiarse de sus recursos naturales y asumir su defensa con buenas prácticas de protección hacia la fauna, aprendizajes que deberán replicar entre sus vecinos. Ese trabajo tendrá ahora que intensificarse.

Restauración del bosque, una esperanza

Los datos que arrojaron las cámaras seguramente han preocupado a muchos y a simple vista representarían una desilusión. Pero Leonor Valenzuela, coordinadora de Análisis y Síntesis de WCS Colombia, tiene una mirada más prudente, que da espacio a la esperanza. Ella sabía que existían muchos más primates y de otras especies que interactuaban con Lagothrix lagotricha (nombre científico del chorongo).

También era claro que las poblaciones del mono no eran muy altas. Lo que si fue una sorpresa fue encontrar tan pocos churucos en la serie de fotografías logradas por las cámaras.

Explica que una de las causas de esos resultados pudo deberse a que el monitoreo se hizo en una temporada de lluvias, en la que disminuye la probabilidad de detección de la especie. “Intentaremos hacer un monitoreo en una temporada seca y con cámaras instaladas por encima de los 18 metros”, explicó. Esta distancia sobre el suelo fue la que dio mejores resultados en esta ocasión. Las cámaras ubicadas a menor altura no arrojaron registros.

Y al margen de esa nueva y posible investigación, y teniendo en cuenta las conclusiones que se tienen en la mano, es posible que el trabajo en El Líbano tome una nueva dirección, sin pensar, obviamente, que el mono ya no está o que nunca más será visto.

“A veces, algunos animales cambian de comportamientos y se refugian en otros sitios, tratando de huir de las amenazas”, comenta Leonor. Esto nos obligaría a ampliar los rangos de monitoreo y a intensificar otro objetivo: la restauración del bosque, con el fin de reconstruir y consolidar la distribución del primate.

De paso, el rol de las mujeres tendría un cambio y se enfocaría en vigilar esa restauración de sus árboles, principalmente frutales o maderables, que son a su vez los más talados. Un trabajo recargado de paciencia, planeado para conseguir resultados a largo plazo, pero que el mono churuco, al que también conocen como choyo, barrigudo, gris o choro, exige y merece con urgencia.*


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