Las2Orillas – Oriundo del valle de Sibundoy, Putumayo, el poeta y activista indígena ofrecerá (ayer) un recital en el Hay Festival Jericó el próximo sábado
Por : Ricardo Rondón Chamorro
La poesía es el viento que habla al paso de las huellas antiguas./ La poesía es un capullo de flores hecho palabra. De su colorido brota el aroma que atrapa a los danzantes del aire./ La poesía es la magia de las orquídeas, / sus bellos versos hechos colores/ se nutren de la vida pasada de los leños viejos. (Hugo Jamioy Juajibioy, de su libro Somos danzantes del viento.En lengua camsá, que es la de la comunidad del poeta Hugo Jamioy Juajibioy, 51 años, nacido en Bëngbe Waman Tabanok (Nuestro Sagrado Lugar de Origen), valle de Sibundoy, Putumayo, «la palabra poesía no existe, pero sí encuentras la palabra bonita, que lo dice todo sobre la poesía», acota el bardo raizal, narrador, investigador y cultor del pensamiento indígena, y de la palabra oral y escrita, activista ambiental y de los derechos fundamentales de su pueblo.En su infancia, a Jamioy no se le ocurrió que con el tiempo transitaría los caminos de la poesía, aunque sentía curiosidad por los libros, que no faltaban en la mesa auxiliar de la habitación de su padre, sobre todo una memoria de Quintín Lame que hablaba de sus luchas y quimeras en las defensas de los pueblos ancestrales.Cuando terminó bachillerato, Jamioy se inclinó por el derecho, y en la Universidad Nacional de Bogotá cursó hasta quinto semestre. Después se ilusionó con la ingeniería agropecuaria, que completó en la Universidad de Caldas, y fue en ese claustro donde ardieron los primeros leños de la poesía.»Me seducía más la música, pero en la facultad me aventuré con algunos textos que cayeron bien entre mis compañeros y profesores», dice Jamioy, uno de los invitados de la programación al Hay Festival Jericó.En 1999, Hugo Jamioy Juajibioy se estrenó oficialmente como poeta, con el lanzamiento de su libro Mi fuego, mi humo, mi tierra y mi sol, presentado en la Casa de Poesía Silva de Bogotá, con la presencia de María Mercedes Carranza, y las dos salas del recinto al tope: «Me sentí intimidado —agrega Jamioy—, no por la cantidad de gente que asistió, sino porque algo providencial estuviera sucediendo con mis escritos».Esa experiencia fue la piedra angular de Jamioy para seguir abonando en los surcos de la escritura poética, con libros que sucedieron al primero: No somos gente y Danzantes del viento, el que más reediciones ha tenido por el Centro Editorial de la Universidad de Caldas, el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educación.La poesía de Jamioy se cuece a fuego lento con los elementos esenciales de la exuberante vorágine que lo vio nacer y crecer, la naturaleza palpitante, el espíritu del agua, que es la vida, la fauna, la magia paradisíaca que envuelve ese entorno poético, y lo más vital en el oficio del poeta: la sabiduría ancestral representada en el conocimiento, la palabra y sus ceremonias.—El yage, ¿por supuesto? —le pregunto.Desde luego. Mi padre tenía la facultad de ofrecer la ceremonia del yagé, que en mi trabajo poético ha sido un poderoso nutriente, del que han germinado mis libros, porque con la toma del yagé se establece un diálogo íntimo entre el dios físico y el dios espiritual, y ese diálogo arroja muchas preguntas y respuestas, de las que el lector se sirve para discernir y profundizar en su conocimiento.YagéSe quién eres tú/ te he mirado en el yagé/ en el mágico mundo colorido;/ la geometría borracha ha mostrado las figuras perfectas/ el sueño pensado, la alucinación,/ el tránsito, el viaje al otro mundo/ donde reposan todas las verdades.Ese viaje a la semilla —prosigue Jamioy—, que es la estrecha relación entre territorio y lengua, no tiene el mismo efecto si no viene del culto a la palabra de nuestros abuelos, del respeto que ellos profesan por las lenguas indígenas. Ellos son los portadores de la palabra. Nosotros somos sus aprendices.—¿En su cultura, ¿el verbo es el espíritu?No hay palabra que no tenga una fuerza espiritual, aunque hay palabras que se originan de pensamientos oscuros, negativos, que derivan en incomodidad, en negación. Como te dije al principio, la palabra poesía no aparece en nuestra lengua. Pero la palabra bonita sí identifica a la poesía, que como los elementos de la naturaleza, es donde está guardada la vida.—¿Qué influencias poéticas le han aportado a su oficio?Solo leo autores de los pueblos indígenas de América, autores de obras extraordinarias, algunos de ellos: Humberto Acabal, de Guatemala, indígena maya quiché; Jorge Cocompech, de México, y Elicuran Chicuaila, poeta mapuche de Chile, que el año pasado se llevó el Premio Nacional de Literatura, máximo galardón de las letras en ese país.—¿De qué vive usted, poeta?, porque es bien sabido que la poesía no da para para mercar, cancelar recibos y pensiones.Soy miembro de una familia artesanal y agropecuaria de muchos años. Kamtukwa, es nuestra marca, que se construye a partir de las comunidades del sur y del norte. Esa es nuestra plataforma económica.—¿Y en dónde reside?Vivo con mi esposa, que es arhuaca y administradora de empresas, y mis cinco hijos, en un lugar sagrado de la Sierra Nevada de Santa Marta que se llama Simonorua. Allí fundé una biblioteca y casa de la memoria. Y en mi parcela, cultivamos plátano, malanga, frijol, maíz, yuca, guandul, ñame, frutas.—Vive en el paraíso, poeta. Pero como activista ambiental, ¿ha sentido por esa región la amenaza siniestra de los depredadores de tierras para minería o cultivos ilícitos?Por supuesto, no faltan los panfletos, las amenazas. En la Sierra Nevada hay más de 400 solicitudes de licencias para explotación minera, y no vamos a permitir que eso suceda. Nuestro pueblo está unido y en pie de lucha para defender el territorio. Sembrar conciencia ha sido nuestro propósito. En Colombia suceden estos atropellos a las tierras y a quienes las trabajan, por la falta de conciencia y de compromiso. Hay que defender la vida y la tierra, por encima de todo. Esa es la bandera de nuestros partidos políticos indígenas. Por eso respaldamos la candidatura de Petro, en quien vemos la esperada redención.—¿Qué significado tiene la muerte en su cultura ancestral?La muerte es el escampar de la vida y la lluvia resume sus recuerdos.